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miércoles, 8 de abril de 2015

Un itinerario de acogida, de miradas hondas, de manos tendidas para encontrarnos con Jesús

Un itinerario de acogida, de miradas hondas, de manos tendidas para encontrarnos con Jesús

Hechos  3,1-10; Sal 104; Lucas 24,13-35
Una mirada, una mano tendida, un caminar juntos aunque fuera con desconocidos, una escucha, unas señales que nos hablan a las claras de la presencia de Jesús resucitado. De eso nos ha hablado la Palabra de Dios que hoy se nos proclama.
‘Pedro, con Juan a su lado, se le quedó mirando y le dijo: Míranos.’ Es el primer gesto que nos ha presentado el texto de los Hechos de los Apóstoles. Unas miradas que se cruzan; cuánto se puede decir con una mirada; es un prestar atención, en este caso, no a algo sino a alguien.
Luego Pedro ofrecerá lo que tiene; le tiende la mano en el nombre de Jesús. ‘Agarrándolo de la mano derecha lo incorporó’. No le va a ofrecer cosas, ni siquiera las monedas que aquel hombre en su indigencia está esperando. ‘En nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar’. Aquel hombre terminará danzando en el templo y alabando a Dios.
‘Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día… Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos… aunque sus ojos no eran capaces de reconocerlo’. Era un extraño que se había acercado a ellos mientras iban caminando y lo admitieron en su compañía. No siempre admitimos quizá en nuestra compañía a un extraño aunque vayamos haciendo el mismo camino. Ahí está el detalle. Pero caminaron juntos y mientras se camina al mismo paso cuántas cosas se comparten; como sucedió entonces.
Primero Jesús les escucha, sus preocupaciones, sus tristezas, sus esperanzas frustradas, su desilusión. Luego ellos escucharán a Jesús; y lo harán con gusto tanto que cuando llegan a Emaús no querrán que siga adelante porque los caminos de noche son peligrosos y le ofrecen su hospitalidad, y también porque luego recordarán cómo ardía su corazón mientras El les hablaba y les explicaba las Escrituras.
Todo fue un camino para reencontrarse con Jesús. Con Jesús que viene hacia ellos como siempre quiere hacer con nosotros cuando andamos hundidos en nuestras preocupaciones y angustias, en nuestras desilusiones y desesperanzas; pero también en la buena disposición de ellos para acoger y para escuchar; sus corazones se abrieron al amor; en el amor del compartir una cena se encontraron finalmente de pleno con Jesús y lo reconocieron. ‘A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron… al partir el pan’.
Qué hermoso itinerario para nuestra vida. Para aprender a ir al encuentro con los demás mirando cara a cara, aunque tengamos mucho sufrimiento en el alma o aunque vayamos a ver mucho sufrimiento en los ojos de los demás, pero también para ir tendiendo la mano, abriendo el corazón, levantando al caído, dejándonos acompañar por los van a nuestro alrededor en el camino, para escuchar con el corazón abierto.
Nos encontraremos con Jesús; aprenderemos a llevar a Jesús a los demás. Nos sentiremos en verdad renovados por dentro y no nos faltará la alegría de sentir la presencia de Cristo resucitado en nuestro corazón pero también en ese encuentro con los demás.

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