Descubramos en lo que nos sucede la bendición de Dios que nosotros también hemos de ser para los demás
Hechos, 3, 11-26; Sal
8; Lucas
24, 35-48
A nuestro lado en ocasiones suceden cosas asombrosas
que nos llaman la atención, mientras en otros momentos todo puede parecer
anodino porque la vida transcurre con cierta rutina siempre haciendo lo mismo,
siempre haciendo las mismas cosas. Aquello extraordinario que nos sucede puede
llamarnos la atención, pero también tenemos el peligro de caer pronto de nuevo
en la monotonía y olvidar aquello que nos había impresionado y podría quizá
habernos dicho muchas cosas. Diríamos que nuestra madurez humana tendría que
llevarnos a saber vivir con intensidad cada momento y de cada cosa que nos
suceda, aunque sea lo más sencillo de cada día, saber sacar una lección para
nuestra vida que nos haga crecer y ser cada día más maduros.
Esto lo podemos decir en un aspecto meramente humano de
la vida, que tiene también su lado espiritual, pero creo que como creyentes
sería algo que no podríamos olvidar ni desatender. El creyente sabe descubrir
la presencia de Dios en cuanto le sucede, y cómo Dios está a nuestro lado en
todo el acontecer de nuestra vida. Pero quizá en esos hechos más
extraordinarios que nos pudieran suceder tendríamos que saber descubrir esa
presencia y esa acción de Dios que quizá nos permita que nos sucedan esas cosas
para que aprendamos a abrirnos al misterio de Dios que se nos va revelando cada
día y en cada momento en la vida.
Me hago esta reflexión desde lo que hoy escuchamos en
la Palabra de Dios que se nos proclama en este día. Pedro, tras la curación de
aquel paralítico de la puerta Hermosa del Templo y ante la sorpresa y
admiración que se produce en la gente, aprovecha para trasmitirles el mensaje
de Jesús. Supo leer aquellos acontecimientos con la mirada de Dios y vemos cómo
incluso hace uso de la Escritura para ayudarles a comprender el mensaje. Les
recuerda la Palabra que Dios dirigió a Abrahán anunciándole que su descendencia
sería bendición para todos los pueblos, para anunciarles que ‘Dios resucitó a su siervo y os lo envía en
primer lugar a vosotros, para que os traiga la bendición, si os apartáis de
vuestros pecados’.
Con Jesús nos llega la bendición y la gracia de Dios.
Jesús, muerto y resucitado, es la bendición de Dios al hombre y al mundo que lo
llena de su gracia y de su paz. Sepamos ver esa bendición de Dios en nuestra
vida, en cuanto nos suceda; descubrir esa voz de Dios que nos habla en los
acontecimientos y veamos esa presencia de Jesús que llega a nuestro lado con su
gracia y con su salvación. Y llega a nuestra vida, ahí donde estamos, donde
vivimos nuestras preocupaciones, donde nos contamos cuanto nos sucede, donde
hacemos ese día a día de nuestra vida que hemos de saber llenar de plenitud.
Allí estaban los discípulos reunidos en el cenáculo,
contando todo cuanto había sucedido, recordando aun impresionados todos
aquellos acontecimientos de aquellos días de la Pascua, allí estaban ellos con
sus desesperanzas o con sus deseos de que algo nuevo tenia que suceder y Jesús
se presentó en medio de ellos. Y Jesús les hace comprender el sentido de todo
cuanto ha sucedido, las hace comprender el sentido de su pasión, porque así
además estaba anunciado desde antiguo por los profetas.
Pero cuanto había sucedido era para gracia, para regalo
y bendición de Dios para todos los hombres. Y además les confía que de eso han
de ser testigos y ese ha de ser el anuncio que han de hacer a todos los hombres. ‘Así estaba escrito: el Mesías padecerá,
resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la
conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por
Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto’.
Todo eso ¿qué nos dirá a nosotros?, ¿qué nos estará
pidiendo el Señor?, ¿qué lectura tenemos que hacer de nuestra vida a la luz de
la resurrección del Señor?, ¿cómo seremos nosotros también bendición de Dios
para los demás?
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