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viernes, 10 de abril de 2015

No podemos ir a pescar, a realizar nuestras responsabilidades en la vida sin contar con la presencia y la fuerza del Señor

No podemos ir a pescar, a realizar nuestras responsabilidades en la vida sin contar con la presencia y la fuerza del Señor

Hechos, 4, 1-12; Sal 117; Juan 21, 1-14
Me voy a pescar…Vamos también nosotros contigo… Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada…’ Cuántas veces nos sucede; nos afanamos, trabajamos, nos pasamos el tiempo queriendo hacer muchas cosas, pero al final no obtenemos resultado. Y esto en muchos aspectos de la vida; no solo en lo material, lo que es el trabajo de cada día, sino también cuando queremos hacer cosas por los demás, queremos vivir un compromiso, o como nos puede suceder en la Iglesia, a sacerdotes y a agentes de pastoral que queremos hacer muchas cosas, pero no terminamos de ver los frutos.
Creo que este pasaje del evangelio que hoy nos propone la liturgia puede hacernos pensar en muchas cosas. Quienes un día habían dejado a un lado las redes y la barca por seguir a Jesús ahora vuelven a lo mismo. ‘Me voy a pescar’, dice Pedro y con él se van los otros discípulos. ¿Desalentados quizá por todo lo que había pasado en los días anteriores en Jerusalén y por eso se habían venido de nuevo a Galilea? Jesús no está con ellos; o al menos ellos se sienten solos; y las cosas no salen como a ellos les gustaría. ‘Aquella noche no cogieron nada…’
Pero Jesús sí está, aunque ellos no lo saben descubrir. ‘Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús’. Estaba amaneciendo, sí, porque la luz comenzaba a brillar fuerte aunque ello no sabían distinguirla. Ahora se dejan conducir por quien desde la orilla les dice por donde han de echar la red; ellos tan conocedores de aquel lago necesitan que ‘un extraño’ desde la orilla les diga lo que tienen que hacer. Pero tienen la humildad de hacerlo. Y ahora sí que ven el fruto de su trabajo, la red reventaba con tantos peces.
Y es cuando, aquel discípulo amado de Jesús - la sintonía del amor - reconoce a quien está en la orilla. ‘Es el Señor’, le dice a Pedro y a Pedro no le hace falta nada más porque hasta se olvida de la pesca y se lanza al agua para estar con Jesús.
Estar con Jesús, sí, es lo que necesitamos. No podemos olvidar su presencia; no podemos olvidar que solo en su nombre es cómo tenemos que echar la red, como podemos darle sentido y profundidad a nuestros trabajos, hacer que nuestra vida y nuestra tarea de verdad fructifique. Y algunas veces parece que lo olvidamos. Caemos en la tentación del activismo, actividad y actividad porque tenemos tantas cosas que hacer, pero olvidando que tenemos que darle verdadera profundidad a lo que hacemos y eso solo podemos encontrarlo en el Señor, en nuestro estar con El, en ese sentirle presente siempre en nuestra vida, en ese pararnos para escucharlo en nuestro corazón, sentirlo en nuestro interior.
Y todo eso lo ha de tener presente un creyente, un cristiano siempre en su vida, haga lo que haga. En nuestras tareas de cada día, en nuestras responsabilidades personales y familiares, en lo que queramos hacer por los demás, en nuestros compromisos apostólicos, en lo que es nuestra propia vocación. Nada somos sin el Señor porque solo es su nombre el que nos alcanza la salvación, como hemos escuchado hoy también en los Hechos de los Apóstoles.

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