El silencio ante la tumba de Jesús es anuncio de ese nuevo brote de primavera en la resurrección que nos llena de vida nueva
Hoy todo es silencio en la iglesia y en el corazón de
los cristianos. Un silencio hondo, que penetra hasta las entrañas más profundas
del alma. Como ese silencio que queda, que se siente, que se palpa detrás de la
tormenta o de un viento impetuoso, o tras el rasgarse la tierra después de un
terremoto, tras tomar una decisión importante, tan importante que transforme la
vida para comenzar algo nuevo e inaudito.
Algo más grande sucedía ayer con la muerte de Jesús en
la cruz. Todo se quedó en silencio tras depositar el cuerpo de Jesús en el
sepulcro. Tras la muerte en un primer momento quizá se suceden los llantos y
los lamentos, pero luego todo queda como en un vacío, en un silencio. Es lo que
la Iglesia, lo que los cristianos estamos viviendo en esta mañana del sábado
santo. Por eso durante el día de hoy la liturgia se calla, solo surge la
oración en silencio, contemplando, rememorando todo lo acontecido, pero también
con el corazón lleno de esperanza porque creemos en las palabras de Jesús.
Meditamos en silencio, rememoramos de nuevo todo lo
acontecido, repasamos una y otra vez todo lo vivido, vuelven a nuestra mente
los distintos momentos de la pasión, de la muerte de Jesús, se van filtrando
también quizá momentos de nuestra vida, recuerdos del pasado, todo aquello de
muerte que quizás había en nosotros pero que queremos sepultar también con
Cristo porque siguen estando muy presentes las palabras, los anuncios de Jesús
que nos llenan de esperanza.
Y en ese silencio estamos con María, nos ponemos a su
lado o la ponemos a nuestro lado; quizá nos pareciera que somos nosotros los
que tenemos que consolarla porque es la madre que llora la muerte de su Hijo;
por eso le damos tantos nombres en estos días, Madre de los Dolores, Madre de
la Amargura, Madre de las Angustias, pero hay un nombre que refleja bien lo que
hay y sucede en su corazón, Madre de la Esperanza.
Nos acercamos a ella, pero es ella la que se acerca a
nosotros, la que quiere estar a nuestro lado porque ella es la que nos va a
ayudar a sostener nuestra esperanza, ella es la madre que va a estar a nuestro
lado como un aliento de vida, trayéndonos la gracia del Señor para que con El
resucitemos. Ella nos ayudará a transformar nuestra vida llena de muerte, de
desesperanza, de angustia en una vida de amor ayudándonos a poner paz en el
corazón en esa nueva vida que se abre
ante mí. Sintamos junto a nosotros esa presencia de la madre, esa presencia de
María, que es la madre que Jesús nos ha regalado desde la cruz. Qué hermoso
regalo nos hecho Jesús al darnos a María como madre.
Sí, hacemos silencio, pero nuestro silencio no es un
vacío ni nos podemos quedar en la amargura, porque nuestro silencio está lleno
de esperanza; nuestro silencio es como ese brote que vemos ahora en primavera
que se va abriendo a una nueva flor prometedora de un espléndido fruto. Nuestro
silencio está lleno de esperanza porque sabemos que en la madrugada del primer
día de la semana resucitará el Señor. Y queremos resucitar con El. Con El
tenemos la certeza de llenarnos de nueva vida.
Que el Señor nos conceda resucitar con El, porque
nuestra vida nunca más esté llena de negruras, sino siempre haya esa luz nueva
con la que El quiere iluminarnos. Que ese brote que va surgiendo nos abra al
color de una nueva primavera en nuestra vida.
María, Madre de la Esperanza, ayúdanos a llenar de
sentido nuestra espera, porque sabemos bien que Cristo resucitará.
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