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martes, 31 de marzo de 2015

Sigamos haciendo nuestro camino hacia la Pascua no temiendo la pasión ni la cruz porque ahí es glorificado el Señor

Sigamos haciendo nuestro camino hacia la Pascua no temiendo la pasión ni la cruz porque ahí es glorificado el Señor

Isaías 49, 1-6; Sal 70; Juan 13, 21-33. 36-38
‘Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará.’¿Cómo se va a manifestar esa gloria del Señor? Los discípulos no entienden. Había comenzado hablándoles de traición y de entrega. ‘Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar’. Se preguntan y aunque Jesús les da señales no terminan de entender.
Sabemos nosotros todo lo que luego va a suceder, cómo se desarrollaron posteriormente todas las cosas. Conocemos el evangelio. Sabemos que vendrá Getsemaní, el prendimiento, el juicio ante el Sanedrín, la comparencia ante Pilatos y como terminará en el Calvario, en la cruz y en la muerte. También podría costarnos entender las palabras de Jesús que hablan de su glorificación. ¿Dónde está su gloria? ¿Dónde se va a manifestar?
Tenemos, sí, que entender que su gloria está en la cruz, que es su entrega, que es la manifestación grande de su amor. Para algunos puede ser escándalo y locura, pero para nosotros es sabiduría y manifestación del poder y de la gloria del Señor. Así nos lo explicará más tarde san Pablo. Pero así nos lo había venido diciendo Jesús. ‘Cuando el Hijo del Hombre sea levantado en alto atraerá a todos hacia El… Lo mismo que Moisés levantó la serpiente en el desierto así el Hijo del Hombre será levantado en alto para que todo el que cree en El alcance la salvación’.
‘Ahora es glorificado el Hijo del hombre…’ Lo vamos a ver levantado en lo alto. Estamos celebrando la semana de la Pasión; lo contemplaremos en el viernes santo en lo alto de la cruz, como diremos entonces, donde estuvo clavada la salvación del mundo. Es lo que queremos celebrar porque ahí se está manifestando la gloria del Señor. Es a lo que tenemos que unirnos desde lo más hondo de nosotros mismos.
Sigamos haciendo nuestro camino hacia la Pascua. Mantengámonos firmes en nuestra fe. No temamos la pasión, no temamos la cruz, porque es el camino del amor, el camino que nos lleva también a la glorificación. Pongamos ahí lo que es nuestra vida con sus dolores y sufrimientos, con sus angustias. No temamos dar la cara por Cristo, aunque muchas veces nos pueda ser doloroso.
También nosotros con Cristo hemos de inmolarnos. Eso cuesta. Le costó a El que hablará de angustias de muerte cuando llegue a Getsemaní y sudará sangre, pero como Cristo sepamos decir al fin, no se haga mi voluntad sino la tuya. Cuánto nos cuesta muchas veces aceptar la voluntad del Señor. Cuanto nos cuesta negarnos a nosotros mismos. Cuando nos cuesta dar esos pasos de pasión que con Cristo tenemos que dar, pero El es nuestro Cireneo, el que con nosotros está y nos ayudará a llevar la cruz.

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