Busquemos a Jesús para encontrarnos con Cristo crucificado que es fuerza y sabiduría de Dios
Hebreos
9,2-3.11-14; Sal 46,2-3.6-7.8-9; Marcos 3,20-21
‘Jesús fue a casa con
sus discípulos y se juntó de nuevo tanta gente que no los dejaban ni comer’. La gente estaba entusiasmada con
Jesús. No lo dejaban ni a sol ni a sombra, como suele decirse. ‘No los dejaban ni comer’. Ya escuchamos
en otra ocasión que la gente se aglomeraba a la puerta de la casa que cuando
llegaron unos con un paralítico no tenían por donde hacerlo llegar hasta los
pies de Jesús que fue cuando lo descolgaron desde el techo. Cosas así nos
repiten los distintos evangelistas del entusiasmo de la gente por Jesús.
¿Por qué buscaban a Jesús? Nos hacemos muchas veces la
pregunta, pero nos viene bien reflexionarlo porque nos ayuda a que nosotros
busquemos de verdad a Jesús y no por un entusiasmo pasajero de un momento de
fervor, sino por algo mucho más hondo, porque en El encontremos en verdad la
salvación.
San Pablo nos dirá en sus cartas que ‘Los judíos exigen signos, los griegos buscan
sabiduría, pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los
judíos, necedad para los griegos, pero para los llamados –judíos o griegos- un
Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios’. Seguimos nosotros
también buscando signos, pidiendo milagros; claro que desde nuestra necesidad y
desde nuestra pobreza ¿a quién vamos a acudir? Pero acudimos a Cristo
crucificado, sí, al que fue colgado del madero, pero sabemos que vive, que
venció la muerte, que resucitó y a nosotros también nos resucita, nos llena de
vida si con fe con acudimos a El.
No buscamos una sabiduría cualquiera, buscamos la
sabiduría de Dios. Sabemos que Cristo es la verdad porque es el verdadero
sentido de nuestra vida, porque en El tenemos las respuestas más profundas para
nuestro vivir, porque en verdad es la sabiduría de Dios, porque es la Palabra
de Dios, el Verbo de Dios, la Revelación de Dios porque ‘nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien se lo quiere revelar’,
porque quien ve a Cristo ve al Padre como nos enseñara El mismo en el
Evangelio. ‘Yo soy el camino y la verdad
y la vida’, nos dirá. ‘Quien me ve a
mi, ve al Padre’.
‘Para los llamados
–judíos o griegos (para
nosotros) - Cristo es fuerza de Dios y
sabiduría de Dios’. Así queremos buscarle. Así queremos conocerle. Así
queremos vivirle. Seguimos sus pasos, nos alimentamos de su vida, vivimos su
mismo vivir. Nos llenamos de Dios, nos llenamos de vida, nos llenamos de
salvación. Es nuestra esperanza porque es nuestra fe.
El otro versículo del evangelio también nos puede hacer
pensar. ‘Al enterarse su familia,
vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales’. Si de
Cristo hasta su misma familia decía eso, ¿por qué tememos lo que puedan decir
de nosotros? ‘No estaba en sus cabales’,
decía la familia; Herodes lo tomó como un loco o un tonto y así lo vistió para devolvérselo
a Pilatos. Cuando estaba en la cruz todos vociferaban contra El y se burlaban
de El. Y nosotros tenemos nuestros miedos, tantos miedos a lo que puedan decir
de nosotros.
Que el Señor nos dé fortaleza en esos momentos difíciles
y nos dé su sabiduría y su vida.
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