Jesús llamó a los que quiso y por puro amor me sigue llamando a mí: gracias, Señor
Hebreos
8,6-13; Sal
84,8.10.11-12.13-14; Marcos
3,13-19
‘Jesús subió a la
montaña, llamó a los que quiso, y se fueron con El’. Y a continuación el evangelista
nos da la lista de los doce que fueron llamados.
Como en alguna ocasión hemos comentado, sorpresas de
Jesús. ‘Llamó a los que quiso’.
Pudieron ser otros los llamados. En unas votaciones vete a saber quienes iban a
salir. Nosotros estando allí quizá hubiéramos hecho otra lista. Con lo que
sabemos; con lo que fueron los resultados. Pero los caminos de Jesús son
distintos. El amor de Jesús tiene otros parámetros lejos de lo que quizás
pudieran ser nuestros intereses.
Nos ponemos a analizar la lista sabiendo lo que sabemos
y allí estaban quienes iban a negar conocerle, los que en el momento de la
prueba lo dejaron solo y huyeron para esconderse - con las puertas cerradas estarían
por miedo en el cenáculo -, por allá había alguno que había sido un Celotes,
algo así como un terrorista, otro había sido publicano que no era bien visto
por la gente, algunos que no eran conocidos por nada, e incluso quien sabía que
lo iba a traicionar.
No eran los méritos humanos de los elegidos o lo que
pudieran o no pudieran hacer, sino sería la fuerza del amor lo que impulsaba a
Jesús a escogerlos, a llamarlos para tenerlos con El. Así es el amor del Señor
y así sigue siendo con nosotros. Nos tenemos que reconocer que tantas veces le
hemos negado, porque muchos son nuestros pecados y siempre permanece fiel el
amor del Señor. Como diría san Pablo nosotros no somos fieles, pero El siempre
es fiel porque no puede negarse a sí mismo.
Creo que cuando contemplamos este momento en que Jesús
elige a los doce apóstoles lo que tiene que surgir en nuestro interior es la
humildad y la acción de gracias. Esa elección nos recuerda que también nosotros
hemos sido elegidos, llamados. Nuestra
vida cristiana es una vocación, una llamada del Señor, una elección de amor que
Dios ha hecho con nosotros. Una elección, simplemente por eso, por puro amor
gratuito de Dios. Y tenemos que saber dar gracias por ese amor; y tenemos que
aprender a dar respuesta a ese amor; y tenemos que reconocer que no siempre
nuestra respuesta ha sido la mejor porque somos pecadores; y tenemos que ser
humildes para reconocer nuestra vida; y tenemos que dar gracias porque el Señor
sigue manteniendo su amor por nosotros.
Gracias, Señor, por tu amor. Tú sabes que soy pecador y
que no siempre he sido todo lo fiel que tenía que ser, pero como Pedro te
decimos, tú sabes que te amo, tú sabes que quiero poner de verdad amor en mi
vida, tú sabes que lo eres todo para mi, y sin ti nada soy. Gracias, Señor, por
tu amor. Que no me falte nunca tu amor.
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