Asiéndonos a la esperanza que se nos ha ofrecido que es para nosotros como ancla del alma, segura y firme...
Hebreos 6,10-2; Sal 110,1-2.4-5.9.10c; Marcos 2,23-28
Todos sabemos lo que es un ancla, ese instrumento de
hierro en forma de arpón que sirve para sujetar las naves al fondo del mar. Es
un símbolo que ha tenido mucha validez en el sentido cristiano. Ese sentido de
firmeza, seguridad que le da a un barco bien anclado, nos habla del sentido y
fortaleza de nuestra fe y nuestra esperanza cristiana. Es un símbolo que unido
a la cruz ya aparece entre los cristianos de los primeros siglos sobre todo en
las catacumbas. En aquellos momentos de persecución bien les venía recordar lo
que significaba la fortaleza de la fe y cómo unidos a Cristo nada nos puede fallar.
Hoy es la imagen que nos aparece en la carta a los
Hebreos. ‘Cobremos ánimos y fuerza los que buscamos refugio en él, asiéndonos a la
esperanza que se nos ha ofrecido. La cual es para nosotros como ancla del alma,
segura y firme...’ En el momento en que es escrita esta carta ya
comienzan las dificultades para los cristianos y el mensaje del Señor que
quiere trasmitírseles precisamente es el de esa confianza y esperanza porque si
nos sentimos apoyamos en Cristo nada nos puede fallar.
Un mensaje que en todo
momento tenemos necesidad de escuchar. No nos faltan dificultades, problemas,
contratiempos, tentaciones a los cristianos en el camino de nuestra vida.
Nuestra seguridad la tenemos en el Señor. El es nuestra fortaleza, nuestro
refugio, nuestra roca, como tantas veces rezamos con los salmos. Por eso nos
dice hoy ‘asiéndonos a la esperanza que
se nos ha ofrecido’. Esa esperanza que es para nosotros como un ancla,
segura y firme, que nos dice el autor sagrado, que nos dice el Señor para que
tengamos la seguridad de que estando con el Señor tenemos su vida, tenemos su
gracia con nosotros.
‘No nos dejes caer en la tentación, líbranos del mal’,
repetimos cada día cuando rezamos el padrenuestro, la oración que Jesús nos
enseñó. Contra la tentación no luchamos por nosotros mismos y solo con nuestra
fuerza. La fuerza la tenemos en el Señor. Ese mal que nos acecha y que es un
peligro grande para nuestra vida, porque nos puede hacer caer en la esclavitud
del pecado, nos puede debilitar en nuestra fe, nos puede llevar por caminos
tortuosos, lo podemos superar con la gracia del Señor. Muchas veces podemos
sentirnos desalentados y sin fuerzas porque nos parece que ese mal nos supera.
Pero tenemos que saber sacar a flote nuestra fe y nuestra esperanza. Para
nosotros es, como nos decía el autor sagrado, ‘como ancla del alma, segura y firme’.
El ha prometido que estará
con nosotros siempre, hasta el final de los tiempos. Tenemos la seguridad y la
certeza de la Palabra del Señor. Hoy nos dice el Señor en carta a la Hebreos ‘te llenaré de bendiciones’. Que sepamos
sentir esas bendiciones del Señor en nuestra vida; tengamos fe, confiemos en el
Señor. El es nuestra salvación. Como lo sentían y lo vivían los primeros
cristianos, así lo sintamos también nosotros, Cristo es el ancla de nuestra
salvación.
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