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sábado, 16 de noviembre de 2013

Orar siempre sin desanimarnos porque oramos a Dios que es Padre que nos ama

Sab. 18, 14-16; 19, 6-9; Sal. 104; Lc. 18, 1-8
‘Para explicar Jesús a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso una parábola’. Recientemente hemos escuchado esta parábola y este texto y lo hemos meditado. Sin embargo siempre la Palabra de Dios es Evangelio para nosotros, tiene una Buena Nueva que comunicarnos, que decirnos. Con fe la escuchamos y la meditamos abriendo nuestro corazón para lo que hoy y ahora el Señor quiere comunicarnos, quiere decirnos.
Fijémonos en la razón que da el evangelista del por qué de la parábola que propone Jesús con el testimonio de la pobre viuda que suplica una y otra vez ante aquel juez injusto. Nos dice el evangelista que para que aprendamos ‘a orar siempre sin desanimarnos’. ¿Es que podríamos tener esa sensación o esa tentación en una verdadera oración al Señor? Jesús nos conoce bien y conoce las flaquezas de nuestro espíritu; como nos dirá en otra ocasión estaremos prontos, deseosos, pero muchas veces nos puede la debilidad, ‘la carne es débil’.
Podemos desanimarnos, es cierto, cansarnos, no perseverar ni ser constantes. ¿Por qué? Podríamos preguntarnos. Empezaríamos por decir porque muchas veces nuestra fe es débil. Si fuéramos en verdad conscientes de a quién oramos, pensamos que estamos dirigiéndonos a Dios que es Padre bueno que nos ama siempre, seguro con mayor confianza y seguridad nos dirigiríamos a El. Quien ama tiene siempre el corazón abierto a quien es objeto de su amor. Así es Dios con nosotros, tenemos que empezar por reconocer.
Y ha de ser también la actitud y la postura con que nos acercamos a Dios; nos acercamos a El con un corazón lleno de amor, un corazón, entonces, abierto a Dios, deseoso de Dios, cuyo apoyo más fuerte es ese amor de Dios que siente en sí mismo. Por eso, como tantas veces decimos, cómo tenemos que avivar nuestra fe, cómo tenemos que fortalecer nuestra fe.
Contando con esa debilidad de nuestra surgirán, claro está, nuestros cansancios, nuestras rutinas, la frialdad con que nos dirigimos a Dios casi muchas veces de una manera mecánica. Por eso será tan importante que lo primero que hagamos cuando nos acercamos a Dios para nuestra oración es ese acto de fe en su presencia y en su amor. Desde ese acto de fe nos centraremos de verdad en el Señor y nada tendría que distraernos ni enfriarnos. Recordamos que Jesús nos decía que cuando fuéramos a orar nos retiráramos al cuarto interior, que no solo es un hecho físico o local, que también, sino ese entrar en nuestro interior para centrar nuestra fe, nuestro corazón, nuestra fe y nuestro amor en el Señor.
Es algo que hemos de cuidar entre todos, porque cuando estamos en una celebración entre todos hemos de crear ese ambiente propicio para la oración y para la celebración. No solo es que estemos allí en aquel lugar donde vamos a celebrar juntos, sino que realmente nos ayudemos unos a otros para que nada nos distraiga de ese encuentro vivo que hemos de tener con el Señor en nuestra oración o en nuestra celebración.
Desde esa fe y desde ese amor que queremos vivir con toda intensidad surgirá esa oración confiada al Señor. Nos ponemos en sus manos con la confianza en su amor que siempre nos escucha. Por eso en nuestra oración, en la insistencia o en la perseverancia de nuestra oración estaremos repitiendo una y otra vez ese acto de fe y de amor que nos sale de lo más hondo del corazón. Cuando amamos de verdad a alguien con qué confianza y con qué seguridad nos sentimos a su lado. Si amamos de verdad no desconfiaremos nunca. Así nosotros con el Señor en nuestra oración. Toda nuestra confianza para el Señor porque todo nuestro amor será siempre para El.

Pidamos que nos llene y nos inunde de su Espíritu que es el que nos enseñará a orar de verdad y el que orará en nuestro interior con la mejor plegaria, con el más puro amor. Es el Espíritu que nos llena de amor y nos hace hijos, es el Espíritu que clamará en nuestro interior para que podamos decirle a Dios, la más hermosa de las palabras, Padre. 

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