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jueves, 14 de noviembre de 2013

Reconozcamos que el Reino de Dios está dentro de nosotros

Sab. 7, 22-8, 1; Sal. 118; Lc. 17, 20-25
‘Unos fariseos le preguntaban cuando iba a llegar el Reino de Dios’. Una pregunta que puede resultar interesante. Jesús venía hablando continuamente del Reino de Dios. Fue su primer anuncio invitando a la conversión porque llegaba el Reino de Dios. ‘Convertios y creed en la Buena Noticia. Está cerca el Reino de Dios’, anunciaba Jesús. Pero a lo largo del Evangelio continuamente sigue hablando del Reino de Dios que nos explica en parábolas y que va realizando señales de cómo se realiza y cómo hemos de comprender el Reino de Dios.
Ellos no terminaban de comprender las palabras de Jesús, porque además había un rechazo, sordo en ocasiones y de manera abierta y directa en otros momentos, contra la persona de Jesús. Ellos quería ver ese Reino de Dios que Jesús les anunciaba y ver en qué cosas concretas se realizaba. Por eso preguntan.
Pero además cuando oían hablar del Reino en sus mentes lo que ellos tenían era el esplendor de tiempos pasados del Reino de Judá y de Israel y la esperanza que tenían en el Mesías que esperaban era de que iba a ser el que había de restaurar aquel antiguo reino de esplendor que habían vivido sus antepasados y que ahora no podían vivir porque estaban sometidos a poderes extranjeros. La liberación de que les hablaba Jesús recogiendo el sentir de los profetas era entendido por ellos de manera distinta a la liberación que Jesús quería realizar para el hombre, pero hombre entero.
Recogiendo algunos anuncios de algunos profetas esperaban una restauración del Reino de Israel bajo formas espectaculares y con grandes signos y señales de poder humano. Pero no era ese el anuncio que Jesús hacía. No era ese el Reino de Dios del que Jesús hablaba y anunciaba.
Les dirá que no hay que buscarlo con esos signos espectaculares; de esa manera no se realiza el Reino de Dios. No habrá que correr de acá para allá porque nos anuncien apariciones o cosas extrañas en este lugar o en aquel, porque el Reino de Dios tenemos que buscarlo de forma distinta. ‘Mirad, les dice, el Reino de Dios está dentro de vosotros’.
Recordemos que lo comparaba con una pequeña semilla sembrada en tierra y que habría de germinar silenciosamente en el interior de la tierra para que pudiera brotar y dar fruto; nos hablaba de un puñado de levadura que se oculta y mezcla en la masa para hacerla fermentar y darnos buen pan; nos hablaba de señales y signos con lo que habría de manifestarse a la manera de un banquete donde todos están invitados y donde todos van a participar sintiendo una nueva hermandad y comunión.
Y todo eso se tiene que realizar en el corazón del hombre. Esas señales que se nos dan nos estarán manifestando cómo se va transformando el corazón del hombre desde el momento en que ponemos a Dios como centro de nuestra vida y comenzará una nueva relación con Dios, pero comenzará también un nuevo estilo y sentir en relación con los que nos rodean a los que ya tenemos que amar porque los sentimos hermanos. Y cuando vayamos realizando todo eso en nosotros, todo eso que Jesús a lo largo del evangelio nos ha ido enseñando, estará viniendo el Reino de Dios a nosotros, estará haciéndose presente en nuestro mundo a través de nuestras nuevas actitudes, a través de nuestro nuevo actuar.
Y no podremos decir que está aquí o está allá, porque esa transformación de los corazones, esa nueva iluminación de la vida de los hombres se irá contagiando de unos a otros y se ira extendiendo más y más para querer abarcar a todos los hombres igual que la luz de un relámpago a todos nos ilumina al instante estemos donde estemos. Y todo eso  nos llenará de esperanza porque un día podremos vivirlo en plenitud.
Y no temeremos que haya momentos en que nos sea duro o difícil porque esa transformación muchas veces puede ser dolorosa por las cosas de las que tenemos que arrancarnos, pero es que miramos a Jesús el que para llevar a plenitud el Reino de Dios pasó por la pascua, pasó por la pasión y la muerte, pero con la culminación de la victoria de la resurrección.

No querremos andar nosotros confundidos buscándolo de acá para allá porque sabremos sentir que el Reino de Dios está en nosotros  cuando llenemos nuestro corazón de amor y de paz y ese amor y esa paz seamos capaces, en el nombre del Señor, de trasmitirla a los demás. 

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