Reconozcamos que el Reino de Dios está dentro de nosotros
Sab. 7, 22-8, 1; Sal. 118; Lc. 17, 20-25
‘Unos fariseos le
preguntaban cuando iba a llegar el Reino de Dios’. Una pregunta que puede resultar
interesante. Jesús venía hablando continuamente del Reino de Dios. Fue su
primer anuncio invitando a la conversión porque llegaba el Reino de Dios. ‘Convertios y creed en la Buena Noticia. Está
cerca el Reino de Dios’, anunciaba Jesús. Pero a lo largo del Evangelio
continuamente sigue hablando del Reino de Dios que nos explica en parábolas y
que va realizando señales de cómo se realiza y cómo hemos de comprender el
Reino de Dios.
Ellos no terminaban de comprender las palabras de Jesús,
porque además había un rechazo, sordo en ocasiones y de manera abierta y
directa en otros momentos, contra la persona de Jesús. Ellos quería ver ese
Reino de Dios que Jesús les anunciaba y ver en qué cosas concretas se
realizaba. Por eso preguntan.
Pero además cuando oían hablar del Reino en sus mentes
lo que ellos tenían era el esplendor de tiempos pasados del Reino de Judá y de
Israel y la esperanza que tenían en el Mesías que esperaban era de que iba a
ser el que había de restaurar aquel antiguo reino de esplendor que habían
vivido sus antepasados y que ahora no podían vivir porque estaban sometidos a
poderes extranjeros. La liberación de que les hablaba Jesús recogiendo el
sentir de los profetas era entendido por ellos de manera distinta a la liberación
que Jesús quería realizar para el hombre, pero hombre entero.
Recogiendo algunos anuncios de algunos profetas
esperaban una restauración del Reino de Israel bajo formas espectaculares y con
grandes signos y señales de poder humano. Pero no era ese el anuncio que Jesús hacía.
No era ese el Reino de Dios del que Jesús hablaba y anunciaba.
Les dirá que no hay que buscarlo con esos signos
espectaculares; de esa manera no se realiza el Reino de Dios. No habrá que
correr de acá para allá porque nos anuncien apariciones o cosas extrañas en
este lugar o en aquel, porque el Reino de Dios tenemos que buscarlo de forma
distinta. ‘Mirad, les dice, el Reino de Dios está dentro de vosotros’.
Recordemos que lo comparaba con una pequeña semilla
sembrada en tierra y que habría de germinar silenciosamente en el interior de
la tierra para que pudiera brotar y dar fruto; nos hablaba de un puñado de
levadura que se oculta y mezcla en la masa para hacerla fermentar y darnos buen
pan; nos hablaba de señales y signos con lo que habría de manifestarse a la
manera de un banquete donde todos están invitados y donde todos van a
participar sintiendo una nueva hermandad y comunión.
Y todo eso se tiene que realizar en el corazón del
hombre. Esas señales que se nos dan nos estarán manifestando cómo se va
transformando el corazón del hombre desde el momento en que ponemos a Dios como
centro de nuestra vida y comenzará una nueva relación con Dios, pero comenzará
también un nuevo estilo y sentir en relación con los que nos rodean a los que
ya tenemos que amar porque los sentimos hermanos. Y cuando vayamos realizando
todo eso en nosotros, todo eso que Jesús a lo largo del evangelio nos ha ido
enseñando, estará viniendo el Reino de Dios a nosotros, estará haciéndose
presente en nuestro mundo a través de nuestras nuevas actitudes, a través de
nuestro nuevo actuar.
Y no podremos decir que está aquí o está allá, porque
esa transformación de los corazones, esa nueva iluminación de la vida de los
hombres se irá contagiando de unos a otros y se ira extendiendo más y más para
querer abarcar a todos los hombres igual que la luz de un relámpago a todos nos
ilumina al instante estemos donde estemos. Y todo eso nos llenará de esperanza porque un día
podremos vivirlo en plenitud.
Y no temeremos que haya momentos en que nos sea duro o difícil
porque esa transformación muchas veces puede ser dolorosa por las cosas de las
que tenemos que arrancarnos, pero es que miramos a Jesús el que para llevar a
plenitud el Reino de Dios pasó por la pascua, pasó por la pasión y la muerte,
pero con la culminación de la victoria de la resurrección.
No querremos andar nosotros confundidos buscándolo de
acá para allá porque sabremos sentir que el Reino de Dios está en nosotros cuando llenemos nuestro corazón de amor y de
paz y ese amor y esa paz seamos capaces, en el nombre del Señor, de trasmitirla
a los demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario