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lunes, 11 de noviembre de 2013

Porque seguir a Jesús no es cosa fácil le pedimos: Auméntanos la fe

Sab. 1, 1-7; Sal. 138; Lc. 17, 1-6
‘Los apóstoles le pidieron al Señor: Auméntanos la fe’. Querían los discípulos creer en Jesús. Queremos creer en Jesús. Hay ocasiones en que parece que las cosas se nos oscurecen, se nos oscurece la fe. No es que no tengamos fe en el Señor, pero nos cuesta creer. Nos cuesta creer cuando quizá vemos que lo de creer no es solo cuestión de palabras o de buena voluntad. No es solo cuestión de aceptar unas ideas o de la realidad de la existencia de Dios. Es mucho más. Es mucho más porque implica nuestra vida.
Cuando nos damos cuenta de que la fe nos compromete. Nos exige algo distinto y superior. Con la fe, podíamos decir que andamos en otra órbita. Nos exige unas posturas distintas, una nueva forma de actuar. Tiene sus exigencias también en el sentido que le damos a las cosas y en la valoración moral de las mismas. Le pedimos al Señor también como los discípulos: ‘Auméntanos la fe’.
Fijémonos en el momento en que hoy los apóstoles le hacen esta petición al Señor. Ha venido hablando Jesús de la gravedad del escándalo, de la gravedad que significa poner en peligro la fe de los demás, de la gravedad de que por nuestras actitudes y posturas, de nuestra manera de actuar estemos arrastrando a los demás, y en especial a los más pequeños y débiles, al pecado, a vivir una vida apartada de Dios.
Ha venido Jesús hablando también de la corrección fraterna cuando cometemos errores en la vida, y cómo en ese sentido, con nuestra corrección, con nuestras buenas palabras tenemos que ayudar a los demás, lo que no es nada fácil en muchas ocasiones; no es fácil porque quizá no sabemos encontrar palabras y momentos para hacerlo bien sin herir a nadie; no es fácil porque siempre cuesta la corrección que nos pueda hacer el hermano, aunque la haga con el mayor cariño del mundo.
Pero ha hablado Jesús de nuestra capacidad de comprensión y de perdón. El corazón de quien sigue a Jesús siempre ha de estar dispuesto a perdonar. El corazón de quien sigue a Jesús siempre tiene que estar rebosante de compasión y de misericordia. No nos podemos negar a perdonar, porque sería además encerrarnos en nosotros mismos y cuando no perdonamos nos estamos haciendo daño a nosotros mismos porque no vaciamos el corazón de los sentimientos malos del rencor, del resentimiento o de los deseos de venganza. Y Jesús nos dice que siempre que el hermano nos diga ‘lo siento’, siempre tenemos que nosotros ofrecer generoso perdón. ‘Si te ofende siete veces al día, y siete veces vuelve a decirte: lo siento, lo perdonarás’.
Recordemos el planteamiento que un día le había hecho Pedro de si hemos de perdonar hasta siete veces y la respuesta de Jesús. ‘Te digo que no solo siete veces, sino setenta veces siete’. Y esto no es algo que hagamos fácilmente y por nosotros mismos. Esto solo seremos capaces de hacerlo si nos llenamos del mismo espíritu de Jesús, si hacemos que nuestro corazón se parezca cada vez más al corazón lleno de misericordia de Dios.
Por esto, después de escuchar a Jesús estos planteamientos para nuestra vida, es cuando los apóstoles le piden: ‘Auméntanos la fe’. No es ahora pedir ese crecimiento en la fe para pedir milagros o cosas extraordinarias. Es pedir ese crecimiento en la fe para que lo que ha de ser nuestra vida desde ese seguimiento de Jesús y lo que nos enseña en el evangelio lo podamos realizar. Todo ha de ser fruto de la fe. Todo lo podremos realizar con la gracia del Señor.
Es lo que nosotros ahora queremos pedirle también. No son cosas las que le pedimos al Señor; no milagros o hechos extraordinarios. Es simplemente que se nos abran más y más los ojos del alma para ver esa acción de Dios y para descubrir y tener fuerzas para realizar el camino que Jesús nos va realizando. Que el Señor ponga en nuestros ojos, en los ojos del alma el colirio de la fe.

‘Señor, auméntanos la fe’.

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