Vistas de página en total

sábado, 14 de septiembre de 2013

La cruz es el gran signo de la esperanza del Reino

Núm. 21, 4-9; Sal. 77; Filp. 2, 6-11; Jn, 3, 13-17
Hoy levantamos los ojos a lo alto. Como una enseña gloriosa, como una bandera signo de nuestras victorias se levanta ante nuestros ojos la cruz. Ya no es para nosotros un patíbulo ignominioso sino una enseña gloriosa. Para el pueblo cristiano se levanta en alto la cruz que es el gran signo de la esperanza del Reino.
Cada uno en su patria tiene su bandera que es para él signo glorioso del país al que pertenece y se siente orgulloso de su bandera siendo como un faro que le guía en su caminar o como sombra bajo la que se cobija en esos duros caminos de la vida. La Cruz es nuestra bandera, el gran signo de nuestra pertenencia al Reino.
‘Nosotros hemos de gloriarnos en la cruz de nuestro Señor Jesucristo; en El está nuestra salvación, vida y resurrección; El nos ha salvado y liberado’, así comenzábamos nuestra celebración proclamando. Así hemos de llevar siempre con nosotros la cruz como la señal del Reino al que pertenecemos, que queremos vivir, en el que se nos ha introducido cuando en la cruz hemos sido redimidos.
Contemplamos  nosotros la cruz que de patíbulo ignominioso para el cristiano se ha convertido en signo glorioso de vida y de esperanza. Mirar a la cruz de Cristo, es la Cruz que hoy miramos con toda veneración, es mirar su amor y su entrega, el sufrimiento de su pasión y el camino de vida en el que para nosotros comenzó la redención y la salvación.
Jesús anunciaba el Reino nuevo de Dios. En su muerte en la cruz y en su resurrección llegó a su consumación. Cuando seguimos las páginas del evangelio vemos como progresivamente va anunciando el Reino con su Palabra, con su presencia, con las señales del Reino que nos iba dejando en los milagros que iba realizando.
Unos le escuchan y le siguen llenos de esperanza en la Buena Nueva que va anunciando; otros se resistirán y se opondrán a ese mundo nuevo que Jesús quiere realizar para que vivamos el Reino de Dios. Los corazones se han de ir transformando para aceptar y acoger el Reino que Jesús viene a instaurar, pero el pecado sigue pesando en el corazón de los hombres, el pecado que nos había apartado y alejado del camino de la voluntad de Dios.
Era necesaria una renovación total de la vida, por eso Jesús invitaba a la conversión, pero es que además El venía a traernos el perdón que llenara de paz nuestros corazones y nos impulsara a vivir esa vida nueva en los valores del Reino. Había anunciado una amnistía total, el año de gracia del Señor. Y ese año de gracia del Señor iba a tener su culminación en la cruz, porque allí seríamos redimidos y alcanzaríamos el perdón.
Por eso, para los que creemos en El y le seguimos queriendo vivir ya lo que nos anunciaba en la Buena Nueva del Evangelio, cuando contemplamos la cruz de Jesús lo contemplamos como signo de victoria, de gloria, de esperanza porque el Reino de Dios ya ha comenzado con la muerte de Jesús en la cruz en la que nos ha redimido para siempre.
Hay quienes ante el dolor y el sufrimiento que nos representa la cruz sienten una cierta repugnancia, porque siempre rehuimos el dolor. Nos cuesta quizá entender el sentido redentor que puede tener nuestro dolor y nuestro sufrimiento cuando sabemos hacer de él una ofrenda de amor.
Recuerdo en una ocasión a una madre que visitaba una Iglesia con su niño pequeño y rehuía detenerse con el niño cuando pasaba ante un altar donde estuviera un Crucificado; tenia como miedo a que el niño contemplara lo que fue el sufrimiento de Jesús en la cruz, porque le parecía cruel y eso podía dañar la sensibilidad del niño. Qué lástima que aquella persona no hubiera comprendido cuanto de amor y de vida hay en la cruz de Jesús. No recordaba quizá aquellas palabras de Jesús que nos hablan de que no hay amor más grande que el de que da la vida por aquellos a quienes ama.
Y eso hizo Jesús en la cruz, dar la vida porque nos amaba; la cruz para nosotros es el gran signo del amor, la gran señal de la esperanza que se despierta en nuestro corazón cuando contemplamos el amor de Dios, porque tenemos esperanza de salvación, tenemos esperanza de poder construir el Reino de Dios día a día ahora mientras caminamos peregrinos por este mundo, pero tenemos esperanza de poder vivirlo en plenitud.
‘No olvidéis las acciones del Señor’, repetimos en el salmo. No podemos olvidar las acciones del Señor, no podemos olvidar el amor de Dios que se nos manifiesta en la cruz de Cristo. Por eso celebramos con gozo grande esta fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, que en nuestra tierra tan unida está a la celebración de la fiesta de Cristo en las diversas imágenes de nuestra devoción en nuestros pueblos. Porque claro, nunca podremos separar la cruz de Cristo. Por eso le llamamos el Crucificado, aunque sabemos que está vivo, que El resucitó vencedor de la muerte y que a nosotros nos llena de vida para siempre.
No olvidamos las acciones del Señor y vamos recordando también la gracia del Señor que se manifiesta y se derrama en nosotros en nuestros sufrimientos y dolores, en esa cruz nuestra de cada día de la que hemos de saber hacer ofrenda de amor al Señor. Recordamos que El nos invita a seguirle y seremos en verdad sus discípulos si cargamos con la cruz nuestra de cada día para irnos con El. No la podemos rehuir, sino todo lo contrario hemos de saber descubrir el caudal de gracia y de vida que llega a nosotros a través de esa cruz que asumimos y llevamos con Jesús.
Mírate a ti mismo con esa cruz de tu vida, de tu dolor, de tu enfermedad, de tu sufrimiento, de las limitaciones y discapacidades que puedan ir apareciendo en ti por la enfermedad o por los años de tu ancianidad, y considérate un agraciado del Señor. Sí, eres un agraciado del Señor; nos cuesta aceptarlo; pero ahí está la gracia del Señor que se derrama abundantemente en tu vida a través de esa cruz que tienes que llevar. Dios está contigo y su gracia abundante no te falta. Muchos han sabido llegar a encontrarse con Dios y de una forma maravillosa precisamente en ese camino de la cruz. Hay una llamada del Señor a tu corazón.
Por eso lleva la cruz con gallardía, con orgullo de poder ir al lado de Jesús que va cargando su cruz, pero que al mismo tiempo va siendo Cireneo que te ayuda a llevar la tuya. En la esperanza que anima nuestra vida desde la confianza total que hemos puesto en El, sé capaz de llevarla incluso con alegría y con mucha paz en tu corazón. Es lo que con fe podemos descubrir y vivir; es a lo que hoy nos está invitando el Señor. Por eso, para el cristiano la cruz es signo de la esperanza del Reino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario