Vistas de página en total

jueves, 12 de septiembre de 2013

El nombre de María está lleno de divina dulzura

Eclesiástico, 24, 17-22; Sal.: Lc. 1, 46-55; Lc. 1, 26-38
‘Y el nombre de la joven era María…’ nos dice el evangelista. Hoy nos gozamos en esta fiesta de María. El pasado 8 de septiembre se celebraba la natividad de la Virgen María, y a los pocos días la liturgia nos ofrece esta posibilidad de celebrar el santo nombre de María. Nos llenamos de gozo al celebrar a María, la boca se nos llena de dulzura al pronunciar su santo nombre y desde los más hondo de nosotros mismos queremos cantar la alabanza del Señor que en María nos ha dado tal madre que nos ama y nos protege y solo pronunciar su nombre nos aleja de los peligros porque es segura siempre su protección maternal.
Cuando ella cantaba al Señor reconociendo y dando gracias por las obras maravillosas que Dios en ella realizaba proféticamente, podríamos decir, anunciaba esta alabanza que en su honor cantar todos los pueblos y a través de todas las generaciones. ‘Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho cosas grandes en mí el Poderoso: su  nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación’.
María bendice al Señor, ‘su nombre es santo’, porque cuando en ella realiza tales maravillas se está manifestando la misericordia del Señor para todos los hombres. A través de María, porque Dios quiso fijarse en ella, nos llega aquel en cuyo nombre alcanzamos la salvación. ‘No hay otro nombre que pueda salvarnos, y ante el nombre de Jesús toda rodilla se dobla en el cielo, en la tierra y en el abismo y toda lengua proclama Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre’.
Pero como proclamaremos en el prefacio de esta fiesta ‘el Señor ha querido con amorosa providencia que también el nombre de María estuviera con frecuencia en los labios de los fieles’. Es el nombre de la madre y para un hijo no hay nombre más dulce que el de su madre. San Alfonso María de Ligorio en su libro ‘las glorias de María’ nos ofrece unas hermosas consideraciones en torno al nombre de María recogiendo lo que tantos santos a lo largo de los tiempos han dicho de manera hermosa del nombre de María.
‘El nombre de María está lleno de divina dulzura’, dice un autor, ‘es alegría para el corazón, miel en los labios y melodía para el oído de sus devotos’. Y al hablarnos de esa divina dulzura que destila del nombre de María nos dice que quiere hablarnos ‘de la dulzura saludable, consuelo, amor, alegría, confianza y fortaleza que da este nombre para quienes lo pronuncian con fervor’.
Al hablarnos de ello nos quiere explicar como pronunciar el nombre de María nos hace sentir una alegría honda y especial en nuestro corazón porque nos está recordando por una parte el amor del Señor que se manifiesta en María - ‘su misericordia se manifiesta a sus fieles de generación en generación’ - pero al mismo tiempo despierta en nosotros unos nuevos sentimientos de amor. Así recoge lo que decía san Bernardo: ‘Oh excelsa, oh piadosa, o digna de toda alabanza Santísima Virgen María, tu nombre es tan dulce y tan amable, que no se puede nombrar sin que el que lo nombra no se inflame de amor a ti y a Dios; y solo con pensar en él, los que te aman se sienten más consolados y más inflamados en ansias de amarte’.
Nombre de María, lleno de gracias y de bendiciones para quienes lo invocan, consuelo para el afligido y que nos pone en camino de salvación al que de él se había apartado, que conforta a los pecadores y llena de esperanza de salvación sus corazones. Con el nombre de María en nuestros labios nos sentimos fortalecidos frente a la tentación y podríamos recordar aquí cómo la invocamos en las letanías: ‘Torre de David, Torre de marfil, Casa de oro, Arca de la Alianza, Puerta del cielo, Estrella de la mañana, Salud de los enfermos, Refugio de los pecadores, Consoladora de los afligidos, Auxilio de los cristianos…’ en las que expresamos esa fortaleza y protección que con María a nuestro lado sentimos.
Así nos explica que como el respirar es señal de vida, así invocar con frecuencia el nombre de María es señal o de que se vive en gracia de Dios o de que pronto se conseguirá; porque este nombre poderoso tiene fuerza para conseguir la vida de la gracia a quien devotamente lo invoca. En suma, este admirable nombre es, como torre fortísima en que se verán libres de la muerte eterna, los pecadores que en él se refugien; por muy perdidos que hubieran sido, con ese nombre se verán defendidos y salvados’.
Así que, aprovechemos siempre el hermoso consejo de san Bernardo: ‘En los peligros, en las angustias, en las dudas, invoca a María. Que no se te caiga de los labios, que no se te quite del corazón’. En suma, llega a decir san Efrén, que ‘el nombre de María es la llave que abre la puerta del cielo a quien lo invoca con devoción’. Por eso tiene razón san Buenaventura al llamar ‘a María “salvación de todos los que la invocan”, como si fuera lo mismo invocar el nombre de María que obtener la salvación eterna’. ¿No la invocamos en las letanías como puerta del cielo?
Muchas más cosas podríamos seguir meditando del santo y dulce nombre de María. Gocémonos en su dulzura, llenémonos de su amor, sintámonos bendecidos de Dios cuando así ha querido dárnosla por madre. La contemplamos, como diremos en el prefacio, como estrella luminosa y la invocamos como madre en los peligros y en las necesidades acudimos seguros a ella.
Amemos a María. Que no falte nunca su santo nombre de nuestros labios. Ella siempre  es intercesora amorosa por nosotros y nunca nos sentiremos defraudados porque ella siempre  nos llevará a Jesús y nos alcanzará como Madre mediadora la gracia de Jesús.

No hay comentarios:

Publicar un comentario