1Tes. 4, 13-17
Sal. 95
Lc. 4, 16-30
Iniciamos en nuestra lectura continuada el evangelio de san Lucas. Saltando todo el evangelio de la Infancia de Jesús que se lee en el entorno del adviento y la navidad, ahora partimos del inicio de su vida pública en su presentación en la Sinagoga de Nazaret. Ya había comenzado Jesús su actividad porque hay referencias a su actuar en Cafarnaún, pero este texto es considero algo así como un discurso programático por el texto de Isaías que Jesús proclama.
Viene a definir cuál es la acción de Jesús, el ungido por el Espíritu y enviado del Padre para anunciar la Buena Nueva de la salvación y liberación a los pobres, a los cautivos, los ciegos, lo oprimidos. ‘El Espíritu del Señor está sobre mí. Porque El me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor’. Con Jesús llega el gran jubileo, la amnistía, el perdón y la salvación para todos. ‘Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír’, les dice finalmente.
Una primera de reacción y de aprobación. ‘¿No es éste el hijo de José?’, pero que poco a poco se transforma en una reacción bien distinta. ‘Todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monto donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo’.
¿Qué había pasado? ¿por qué ese cambio tan brusco? Aprobación y rechazo. Orgullo porque era de Nazaret, era el hijo de José, y deseos de quitarlo de en medio. Por ahí pueden ir los tiros. El orgullo de saber que era uno de los suyos – ‘se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios’ – podía hacer surgir la tentación de querer manipularle en su favor.
Jesús les descubre sus intenciones. ‘Me vais a decir: Médico, cúrate a ti mismo. Haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún’. Tu eres el pueblo y si eres tan poderoso haz también cosas aquí entre nosotros, no te olvides de nosotros. Ya sabes que también aquí tenemos problemas, hay enfermos, gentes que carecen de todo. Comienza por aquí, que eres de los nuestros.
Más o menos así estarían pensando. Bueno eso sigue sucediendo, cuando hay alguien de nuestro pueblo que ha alcanzado poder o tiene muchas influencias a él acudimos para que, como somos de su pueblo y hasta de su familia, a nosotros nos haga favores especiales. Lo de las influencias… Pero ¿no hacemos algo así también nosotros con Dios en nuestra oración muchas veces muy interesada? Le queremos recordar al Señor lo bueno que somos, las cosas que hemos hecho, el manto de la Virgen que compré o los bancos de la Iglesia que regalé, las ramos de flores que le llevamos a la Virgen o las veces que la hemos ido a visitar, por decir algunas cosas. Somos tan buenos y hacemos tantas cosas buenas que el Señor tiene que escucharnos. Poco menos que hacemos esas como buenas y las ponemos como en depósito para cuando yo necesite algo… ¿Lo chantajeamos? Algo así algunas veces.
Muchas viudas había en tiempos de Elías, y muchos leprosos en Israel en tiempos de Eliseo. Pero la viuda que fue atendida, no era israelita sino de Sarepta de Sidón, y el leproso curado era un sirio, Naamán. ¿Cómo es el actuar de Dios? El Señor no se deja llevar por nuestras miras humanas. El nos reparte su amor con generosidad. Y con generosidad y con humildad nos presentamos nosotros ante Dios en nuestra súplica y en nuestra oración. Lo que Jesús les dice trastoca frontalmente lo que eran sus sueños y aspiraciones, de ahí su reacción. ¿Nos sucederá parecido a nosotros cuando decimos que Dios no nos escucha?
Dios viene repartiendo generosamente su misericordia. Por eso proclama con Jesús una amnistía general, un año de gracia y de perdón. Pero el amor del Señor es universal, no es para éste o para aquel porque haya hecho unas determinadas cosas o sea de un determinado pueblo. Si algunos son los preferidos del Señor son los pobres y los que sufren, como hemos visto en el texto de Isaías que proclama Jesús en la Sinagoga de Nazaret. Por ahí tendrían que pasar también nuestras preferencias, porque además ahí hemos de saber ver la presencia del Señor.
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