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viernes, 21 de agosto de 2009

Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas

Rut. 1,1.3-6.14-16.22
Sal. 145
Mt. 22, 34-40


‘Señor, instrúyeme en tus sendas, haz que camine con lealtad’. Hermosa súplica y hermosa actitud. Con humildad venimos hasta el Señor. Que El sea quien nos enseñe sus caminos. Pero que nosotros lealmente nos dejemos enseñar, conducir. Y con lealtad sigamos sus enseñanzas.
Hoy en el evangelio contemplamos una actitud distinta en los fariseos que se acercan a Jesús. ‘Al oír que había hecho callar a los saduceos, se acercaron a Jesús y uno de ellos que era entendido en la Ley le preguntó para ponerlo a prueba…’ ¿Para qué era la pregunta? ¿Porque querían aprender del Maestro? ¿O era más bien un examen para ver si lo que Jesús decía concordaba con ellos?
‘Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal?’ Jesús les responde con lo que todos sabían, pues era algo aprendido de memoria desde niños y que repetían cual acto de fe y cual recordatorio del mandamiento del Señor. No hace muchos días hemos reflexionado recordando el texto del Deuteronomio donde Moisés les imponía el mandamiento del Señor.
‘Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Este mandamiento es el principal y primero’. Pero Jesús añadió algo más que no le habían pedido, porque va expresando una característica fundamental del cristiano. ‘El segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo’.
No necesita Jesús apoyarse en ninguna autoridad humana para decirnos cuál era el mandamiento del Señor. El es la Palabra viva de Dios. Sin embargo, como lo que le están preguntando es para ver si coincide con lo que es la ley judía, añade: ‘Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas’. Los dos pilares del pueblo judío; La Ley y los Profetas. Ahí basan su espiritualidad. Ahí se manifiesta para ellos lo que es la voluntad del Señor. Por eso, viene a decirles Jesús lo que os estoy diciendo es lo que sostiene ‘la Ley entera y los profetas'. Recordemos, por ejemplo, cómo en el Tabor, en la Transfiguración del Señor, aparecerán junto a Jesús Moisés y Elías, para expresar así la Ley y los Profetas.
‘Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón…’ Tienes que poner ahí toda la afectividad de tu corazón; lo que son tus sentimientos más profundos. Amar desde lo hondo, desde lo más profundo de ti mismo. ‘Con toda tu alma…’ Toda tu razón, tu inteligencia, tu voluntad para Dios. Te costará entenderlo en algún momento o no, pero ahí está la ofrenda de la obediencia de la fe que se hace amor. ‘Con todo tu ser’. Lo que eres y lo que vales; lo que importas o lo que no importas; todo lo que es tu vida, ningún resquicio se queda fuera, todo para Dios, todo para amarle y con el amor más profundo.
Pero Jesús nos dice que el segundo es semejante. Con la misma intensidad hemos de amar al prójimo. ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. Todo lo bueno que quieres para ti, tienes que quererlo también para el prójimo que es tu hermano. Nada malo querrás para ti, nada malo puedes querer para el prójimo. Trata a los demás como quieres que ellos te traten. Y ya sabemos que más adelante Jesús en el evangelio elevará la sublimidad del amor al prójimo cuando nos diga que tenemos que amarle con un amor como el que El nos tiene. ‘Como os he amado yo…’ nos dirá en otra ocasión.
Con lealtad queremos seguir las sendas del Señor. Con lealtad queremos poner todo nuestro amor a Dios. Con la misma lealtad queremos también amar al prójimo como a nosotros mismos. Es hermoso lo que nos pide Jesús.

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