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lunes, 21 de abril de 2025

Después de lo intensamente vivido estos días salimos con una misión, como misiones de una buena noticia reflejada en la alegría de nuestro rostro y nuestro corazón

 


Después de lo intensamente vivido estos días salimos con una misión, como misiones de una buena noticia reflejada en la alegría de nuestro rostro y nuestro corazón

Hechos de los apóstoles 2, 14. 22-33; Salmo 15; Mateo 28, 8-15

Tenemos nuestros esquemas, nos hacemos nuestros planes, disponemos cómo han de ser o hacerse las cosas, seguimos un ritual o una costumbre, como siempre se hecho decimos, pero pronto quizás nos viene la sorpresa de que las cosas no son como nosotros pensábamos o nos lo habíamos programado, el mundo se nos viene abajo porque no sabemos qué hacer o como reaccionar, vienen los miedos y las angustias, como tantas veces nos sucede ante la incertidumbre de lo que se nos presenta, pero ¿todo se puede transformar en alegría cuando nos damos cuenta del sentido de la novedad?

Son nuestros trabajos, son nuestros proyectos de vida, es la organización de la vida que nos hemos planteado, son las rutinas de siempre, de lo que siempre ha sido así, pero la vida está llena de sorpresas; algunas veces nos inquietan, nos hacen tomar otros caminos a los que estábamos acostumbrados, quizás se abren otros horizontes en esos caminos nuevos, merecerá la pena ese cambio, aunque en nuestra tozudez seguimos encerrados en nosotros mismos y en nuestras cosas.

Nos cuenta el evangelio hoy que las mujeres fueron muy de mañana al sepulcro, porque en la tarde del viernes no habían podido realizar con las prisas de la llegada del sábado con la caída del sol todos los ritos funerarios; habían observado bien donde y cómo habían colocado el cuerpo de Jesús; una cosa no habían pensado quizás lo suficiente era quien les iba a ayudar a correr la piedra de la entrada del sepulcro, pues mujeres como eran no tendrían fuerza para realizarlo ellas solas; pero la piedra estaba corrida y el cuerpo difunto de Jesús allí no estaba.

¿Sorpresas? No era para menos, no era lo que esperaban encontrar. ¿Temores y angustias? No sabían donde estaba el cuerpo de Jesús y qué habían hecho con él, o quienes. ¿Quién se lo habría llevado? ¿Dónde lo habían puesto? Había algo que hacer, lo primero contarlo a los discípulos.

Pero ahora sí estaba la sorpresa delante de ellas. El mismo Jesús les sale al encuentro invitándolas a que se llenen de alegría, aunque todavía con sus temores interiores porque todo les resultaba extraño. Y Jesús las envía – los envíos tan repetidos de Jesús – a que vayan a anunciar todo esto a los discípulos y que vayan a Galilea. Aunque todavía el evangelista nos seguirá contando de la presencia de Jesús con ellos allí en Jerusalén, es importante que vayan allí donde empezó todo, donde fueron los primeros anuncios y de donde surgieron los primeros discípulos.

¿Será recordar lo que era en verdad el primer anuncio de Jesús del Reino de Dios que ahora ya se estaba constituyendo? ¿Será un comenzar a abrir caminos que no se quedarán ni en Jerusalén ni en Galilea sino que Jesús luego les enviará por todo el mundo? Estas mujeres serán las primeras portadoras de buenas noticias, que ya no son solo los discípulos más cercanos, y que nos recordará la misión que todos los que tenemos la experiencia de Jesús tenemos que cumplir, tenemos que realizar.

Del sepulcro vacío parten dos comitivas, estas mujeres convertidas en las primeras misioneras de la Buena Noticia de la resurrección de Jesús, pero también aquella otra comitiva que no supieron ver el sentido del sepulcro vacío y también marchaban con unas inquietudes y unos miedos por una misión que no habían podido cumplir pero se convertiría en un contra testimonio contra ellos mismos cuando se dejaron sobornar por la mentira.

Arrancamos nosotros también nuestro camino cuando comenzamos la celebración de esta Pascua también del sepulcro vacío, pero marchamos con otras certezas, marchamos con otras vivencias, marchamos con la experiencia de que nosotros sí sentimos a Cristo vivo en nuestra vida; nuestro camino lo hacemos como testigos, nuestro camino lo hacemos con Cristo vivo y presente en nuestra vida y ese es el anuncio que tenemos que hacer.

Marchamos  a la Galilea de nuestra vida de cada día después de la intensidad de lo vivido en esta semana santa, quizás también con nuestros miedos e inquietudes de cómo nos van a recibir, pero ya nosotros vamos con una misión, ser misioneros, portadores de una buena noticia que llevamos reflejada en la cara y en nuestra vida, porque vamos desbordando alegría, porque en nuestro corazón hay un nuevo entusiasmo, porque sintiendo el gozo de la presencia de Jesús resucitado con nosotros queremos también sentir el gozo del anuncio.

¿Seremos semilla que haga brotar una nueva planta y unos nuevos frutos para y en nuestro mundo? ¿Nos damos cuenta de los nuevos horizontes que se abren ante nosotros?

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