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martes, 22 de abril de 2025

No perdamos el sentido de la pascua, que no se arruine esa alegría que nos hace cantar el corazón, corramos a decirle a los demás ‘hemos visto al Señor’

 


No perdamos el sentido de la pascua, que no se arruine esa alegría que nos hace cantar el corazón, corramos a decirle a los demás ‘hemos visto al Señor’

Hechos, 2, 36-41; Salmo 32; Juan 20, 11-18

Qué felices y contentos nos ponemos cuando logramos ver o estar con aquella persona, aquel personaje al que tanto admiramos. Hoy vemos correr a la gente de un lado para otro porque llega aquel ídolo de la música o del deporte que tanto se admira y queremos verle pasar, tocarlo si fuera posible u obtener un autógrafo aunque solo sea un garabato. ¡Lo vi! ¡Lo toqué! Paso a mi lado, estaba tan cerca, y la gente se vuelve loca. O es el niño que hace tiempo que no ve a los abuelos y está ansioso por estar con ellos, por recibir su cariño y su afecto, por poderse sentar a su lado o en su regazo. Así podríamos pensar en tantos gestos humanos que luego recordamos, que contamos a todo el mundo, que nos quedan grabados en el alma.

María Magdalena llegó a donde estaba el resto de los discípulos, después de aquella accidentada mañana y viene feliz diciéndoles ‘he visto al Señor y ha dicho esto’. Feliz iba María Magdalena después de tantas lágrimas. No podía callarse lo que había vivido. Había estado al pie de la cruz en el momento supremo de la pasión y de la muerte, formó parte de aquella comitiva que condujeron al cuerpo de Jesús en aquella cercana sepultura, junto con las otras mujeres dejaron bien grabada la imagen en sus mentes de donde y como habían colocado el cuerpo de Jesús con el deseo de volver pasado el sábado para embalsamarlo debidamente, pero la piedra que cerraba la entrada del sepulcros estaba corrida como quien había entrado a robar y el cuerpo de Jesús allí no estaba.

La mañana se la había pasado deshaciéndose en lágrimas, aparte de las carreras por ir a anunciar a los discípulos lo que había sucedido con la venida de Juan y Pedro para comprobarlo, queriendo encontrar como fuera el cuerpo de Jesús. Todos le preguntaban por qué lloraba y no hacía sino repetir lo mismo. Ahora alguien que a ella le parece que es el encargado del huerto le hace la misma pregunta, pero ella casi ni le mira dando la misma respuesta. Fue necesaria solo una palabra, llamarla por su nombre, María, para despertar de su angustia y abrirle los ojos no solo de su rostro sino también de su alma para reconocer que quien estaba allí era Jesús.

De El había recibido el encargo que presurosa había corrido a contar a los discípulos. ‘He visto al Señor y ha dicho esto’. Una palabra escuchada en el alma le había devuelto la vida. Había sido de nuevo un encuentro hermoso cuando parecía que todo estaba perdido. Se sentía nueva, porque allí estaba Jesús, allí estaba el Señor resucitado y con El todos resucitados, con El todos volvemos a la vida.

Nosotros también queremos seguir viviendo lo mismo en esta semana de Pascua. Es lo que también nosotros tenemos que seguir repitiendo al mundo que nos rodea, es el testimonio que nosotros también tenemos que dar. ‘Hemos visto al Señor’. Y lo tenemos que afirmar con toda rotundidad aunque haya alrededor nuestro tantos que quieran negarlo. No son ilusiones ni sueños, es una realidad profunda de nuestra vida, es algo que experimentamos dentro de nosotros, algo que sentimos en lo hondo del corazón. Y tenemos que entusiasmarnos, y tenemos que llevar la noticia a los demás, y tenemos que contagiar de nuestra alegría a los que nos rodean.

Desaparezcan las angustias y las desesperanzas, quitemos los agobios del alma, no nos dejemos envolver por esos materialismos de la vida, busquemos con humildad al Señor que viene a nosotros pero abramos las sintonías de nuestro espíritu para escucharle porque El sigue llamándonos por nuestro nombre, El quiere estar a nuestro lado, El es de verdad luz en nuestro camino. Y es lo que tenemos que transmitir a los demás. No perdamos el sentido de la pascua, que no se arruine esa alegría que nos hace cantar el corazón.


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