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sábado, 26 de abril de 2025

Qué importante es la experiencia viva de fe, que no es una tradición expresada en palabras y en rituales, sino algo vivo y grabado en el corazón

 


Qué importante es la experiencia viva de fe, que no es una tradición expresada en palabras y en rituales, sino algo vivo y grabado en el corazón

Hechos, 4, 13-21; Sal. 117; Mc. 16, 9-15

Hay cosas en la vida que algunas veces nos cuesta creer. Nos sucede con cosas de importancia, pero nos sucede en esas cosas normales de cada día, en esos comentarios que en un momento recibimos de un vecino o de un amigo que nos cuesta alguna cosa que ha sucedido, pero que de alguna manera la vemos inverosímil y nos cuesta aceptarla; poco menos tenemos que palparla con nuestras manos, verla con nuestros ojos, toparnos de frente con ello para que comencemos a creer, desaparezca esa incredulidad en la que nos envolvemos algunas veces como un salvavidas quizás para no complicarnos la vida.

El evangelio de hoy es como un pequeño resumen que nos hace san Marcos de todo lo que significo la Pascua para los discípulos. Aturdidos estaba por todos aquellos acontecimientos del prendimiento de Jesús, su apresurado juicio y condena y su muerte en la cruz. No por mucho anunciado por Jesús estaban preparados para todo aquel acontecimiento; Jesús les había hablado que al tercer día resucitaría, y entre que no sabía ciertamente lo que eso significaba - ¡cuántas preguntas se habían hecho cada vez que les hablaba de ello! – y el no haberlo visto tan pronto y de la manera que ellos imaginaban, todas las noticias que les llegaban les costaba aceptarlas.

Habían tomado como visiones lo que las mujeres en la mañana les habían dicho, no habían creído a María Magdalena que contaba que lo había visto y les mandaba un mensaje, no creyeron a los discípulos que se habían ido al campo, a Emaús, y se habían encontrado con El en el camino; les costaba dar el paso. No les era suficiente lo que los demás contaban. ¿Los creerían a ellos si fueran a los demás también con esa buena noticia?

Era necesario algo más. Era necesario un encuentro. Era necesario vivir su presencia y escuchar en lo hondo del corazón sus propias palabras. Y eso iba a suceder y sería el punto de arranque de algo maravilloso, algo nuevo para ellos mismos, pero que sería algo nuevo para el mundo, sería la buena noticia que tenían que transmitir por todo el mundo, como el mismo Jesús les encargaría.

Los otros evangelistas hablan de diversos encuentros; algunos insistiendo en los encuentros con el Cenáculo y Juan resaltando también el encuentro en Galilea junto al lago de Tiberíades. Marcos nos sitúa este encuentro allí donde están reunidos, probablemente se refiera al Cenáculo. ‘Por último se les apareció Jesús cuando estaban sentados a la mesa…’ nos dice el evangelista.

Confrontando paralelamente lo que los otros evangelistas nos dicen podemos hablar de sorpresa y de alegría, de impulso para ir ya también a llevar esa buena noticia a los demás y de sentirse transformados interiormente porque ahora sí tenían la certeza de la presencia de Cristo resucitado. Como dirían en otra ocasión a la samaritana que les había llevado la noticia de Jesús que le había contado todo lo que había hecho, no creemos por lo que tú nos digas sino porque nosotros mismos lo hemos visto. Así sería la reacción de quienes estaban sentados a la mesa aquel día con la llegada de Jesús. Lo habían visto, habían experimentado su presencia y escuchado sus palabras, de El había recibido también la misión.

No podemos callar lo que hemos visto y oído, porque tenemos que obedecer primero a Dios que a los hombres, dirían los apóstoles cuando desde el Sanedrín, sin saber qué hacer con ellos los habían dejado libres pero prohibiéndoles seguir hablando de Jesús. Pero Jesús los había enviado como testigos hasta el fin del mundo y hasta el fin de los tiempos. No podían callar, aunque no los creyeran – tampoco ellos habían creído al principio a quienes venían con la buena noticia -, aunque les prohibieran hablar de Jesús, aunque también a ellos los encarcelaran y los hicieran sufrir, lo que habían visto y oído tenían que comunicarlo.

Qué importante es esa experiencia viva de fe, no es simplemente en una tradición que luego manifestaremos y expresaremos con algunos rituales, es algo vivo que llevamos grabado en el corazón.

 

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