Me he
quedado pensando si realmente creemos en el Dios de la vida o nos hemos hecho
un dios de muertos
2Timoteo 1, 1-3. 6-12; Salmo 122; Marcos 12,
18-27
Me he quedado pensando ante este pasaje
que nos ofrece hoy el evangelio. Por allí andan las distintas corrientes de
pensamiento religioso que daba ocasión a fuertes enfrentamientos entre unos y
otros en el pueblo de Dios. Por un lado andaban los saduceos que no creían en
la resurrección y en la vida eterna, por otra estaban no solo los fariseos con
su mayor rigorismo con todas sus connotaciones sino también lo que era la fe
habitual del pueblo creyente que creía en la vida que un día podían tener en
Dios. Y en esto quieren meter por medio a Jesús y vienen con sus casuísticas,
como suele suceder siempre, con planteamientos y preguntas, que no siempre eran
fáciles de responder.
Pero en lo que me he quedado pensando
es en la fe que realmente nosotros tenemos en Dios, en la manifestación de fe
que habitualmente vive la generalidad de lo que decimos el pueblo cristiano. Y
la pregunta que me ronda es si creemos realmente en un Dios de la vida o en un
Dios de los muertos. No quiero entrar en generalizaciones que suelen ser
complicadas y en cierto modo conflictivas porque hasta se pueden convertir en
ofensivas para algunas personas. Pero viendo la relación que tienen muchos
cristianos con la Iglesia o con las celebraciones religiosas, algunas veces
puede uno llegar a pensar que para muchos Dios es el dios de la muerte.
Veamos, si no, para mucha gente venir a
la Iglesia es porque venimos a acompañar un entierro, venimos a la Iglesia y lo
que pedimos es misas para los difuntos, venimos a nuestras celebraciones y lo
que hacemos muchas veces es echar una lagrimita porque recordamos ‘a los que se
han ido’, como solemos decir, y todo se llena de llanto y de tristezas. ¿Dónde
tenemos la esperanza? ¿Dónde sentimos que Dios viene para llenarnos de vida y
no solo pensando en la vida eterna, en la vida futura, sino en el hoy de cada
día de nuestra vida? ¿No habremos alineado demasiado la religión con la muerte?
Es cierto que la muerte nos hace
plantearnos hondas preguntas en lo más profundo de la persona, nos puede
hacernos plantear un sentido de vida y también un sentido de trascendencia para
nuestra vida. ¿Cuál sería en verdad ese sentido de vida y de trascendencia del
que tenemos que llenarnos? ¿Dónde está nuestra esperanza? En nuestra fe no nos
quedamos en el umbral de la muerte, Jesús quiere para nosotros vida y vida en
plenitud. No quiere que vivamos de cualquier manera, no quiere en nosotros
superficialidades ni vanidades, quiere de verdad algo que nos dé hondura,
profundidad a lo que vivimos. Porque además nos quiere felices, para eso nos ha
creado.
No nos quiere angustiados por las
tristezas, no quiere que simplemente vayamos echando días, como se suele decir,
porque un día todo esto se termina y no va a quedar nada. Una vida así, con
esas alas recortadas, claro que es triste, claro que no sabremos salir adelante
con los problemas, claro que nos vamos a ahogar en un vaso de agua. Tenemos que
pensar en otra plenitud, que ahora también hemos de vivir viviendo. Ahora también
tenemos que ser felices, pero no con sucedáneos, sino porque le vayamos dando
un sentido a todo lo que hacemos, porque sintamos el gozo de que podamos amarnos
más, de que haya gente a nuestro alrededor que cada día pueda vivir con mayor
dignidad, porque sintamos en verdad la alegría de la vida. Y por eso tenemos
que luchar, para eso está Jesús junto a nosotros, ese es el evangelio que nos
ha trasmitido cuando nos ha anunciado y comprometido con el Reino de Dios. Es
por eso por lo que tenemos que trabajar y sentirnos felices en lo que cada día
vamos logrando.
No es pensar en la muerte y vivimos
agobiados por esa realidad. Es sentir que Dios quiere darnos vida y que la
vivamos en plenitud, una plenitud que un día no dará sin fin, es lo que
llamamos vida eterna. Y mirar para el más allá no es llenarnos de tristeza sino
de esperanza, porque es donde queremos llegar para vivir para siempre en Dios.
Como nos dice hoy Jesús, Dios es un Dios de vivos, es un Dios de la vida.
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