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martes, 21 de noviembre de 2023

Comencemos de una vez por todas a levantar nuestra mirada porque alguien desde sus ramas de higuera nos está buscando y nosotros también tenemos que ir a su encuentro

 


Comencemos de una vez por todas a levantar nuestra mirada porque alguien desde sus ramas de higuera nos está buscando y nosotros también tenemos que ir a su encuentro

2Macabeos 6,18-31; Sal 3; Lucas 19, 1-10

Un encuentro es un camino de dos. No hay encuentro si los dos no coinciden en un punto común. Un encuentro es mucho más que el estar el uno junto al otro. Hay que estar, pero hay que saber ponerse en camino. Puede haber un aglomeración grande de personas, porque hemos llegado a un lugar que está atestado de público, porque vamos en un colectivo que va lleno de gente hasta los topes, podemos ir por una calle concurrida donde la gente circula para un lado y para el otro incluso tropezándose los unos con los otros, y no haber encuentro. Cada uno ha estado allí por sus diferentes motivos, pero cada uno ha estado en lo suyo. Te dirán te vi en la grada del partido de fútbol, pero en aquel momento no dijiste nada, no te acercaste, no te encontraste. Y en la vida vamos mucho así, mucha gente alrededor y vamos solos, no nos encontramos con nadie.

En el evangelio hoy encontramos esos caminos que se encuentran. Aunque pareciera que cada uno iba a los suyo, había una confluencia. Una confluencia, es cierto, que Jesús provocó. Por que podía haber quedado en un paso de Jesús por las calles de aquel pueblo y en un hombre que estaba subido en una higuera para ver pasar aquel cortejo. Llamaba la atención. Mejor, tenemos que decir, llaman la atención muchas cosas.

Zaqueo, a pesar de todo, quería ver a Jesús. ¿Quería encontrarse con El? Al principio parece ser que solo era la curiosidad; había oído hablar de Jesús, había escuchado que las gentes de Jericó estaban alborotadas porque pasaba Jesús, el profeta de Galilea – aquel era precisamente el camino de los Galileos para subir a Jerusalén y no encontrarse con los samaritanos de quienes no eran bien recibidos – y también Zaqueo se echó a la calle; habían muchas dificultades, era bajo de estatura y quedando detrás no podría ver pasar a Jesús, pero había algo más porque era despreciado por la gente por su condición de recaudador de impuestos, con la fama de usureros que todos tenían, y nadie le cedería el lugar para poder ver a Jesús. Se subió a una higuera.

Pero aquí viene también la iniciativa de Jesús que también buscaba a Zaqueo. Pudo pasar de largo porque era uno más que se había colocado en un lugar oportuno para ver pasar el cortejo. Pero Jesús no pasa de largo, Jesús se detiene, Jesús entra en el detalle de ponerse a hablar con el que está subido a la higuera. Ese es el detalle que no siempre nosotros tenemos. Jesús también quería encontrarse con Zaqueo, que también de alguna manera ha venido al encuentro con Jesús, aunque pensara quedarse entre las ramas; pero entre las ramas lo busca Jesús y con él se pone a hablar.

Cuántos detalles nos faltan en tantas ocasiones. Cuántas veces pasamos de largo sin tener ese detalle, con quien nos cruzamos por la calle, con los que están al borde del camino, con quien está allá en su soledad o en sus cosas, con aquel a quien nadie atiende como aquel paralítico de la piscina, con aquel a quien nadie considera o más bien todos discriminan, con aquel que permanece en silencio pero a gritos del alma está manifestando su dolor o su soledad, son tantos con los que podríamos tener detalles, pero pasamos de largo porque vamos a lo nuestro, porque quizá llegamos tarde al templo…

Baja, Zaqueo, que hoy quiero hospedarme en tu casa…’ escucha la gente que le está diciendo Jesús. ¿No había otro lugar más digno entre todos los habitantes de Jericó para que se hospede Jesús que la casa de este pecador y publicano? Es lo que también pensamos muchas veces. Queremos buscar lugares dignos y nos olvidamos de la dignidad de toda persona. Seguimos con nuestras apariencias y con nuestras vanidades. Seguimos con nuestras discriminaciones y con las descalificaciones que seguimos haciendo de los demás.

Pero el camino de Zaqueo y el camino de Jesús han llegado a un punto de encuentro. Más tarde dirá Jesús que ha llegado la salvación a aquella casa. No vamos a entrar en más detalles de todo lo sucedido en aquella comida, que tantas veces hemos comentado. Merece la pena que nos detengamos aquí, y miremos cuales son los detalles y los signos que nosotros podemos realizar y quizá no realizamos. Alguien quizá también está en camino de búsqueda, quizás movido solo por la curiosidad, o movido por otros sentimientos que lleva en el alma, y será necesario que yo también me ponga en camino para que haya ese encuentro, para que a pesar de nuestras búsquedas sin embargo pasemos de largo y no nos encontremos.

¿Comenzaremos de una vez por todas a levantar nuestra mirada porque alguien desde sus ramas de higuera nos está buscando y nosotros también tenemos que ir al encuentro con él? 


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