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jueves, 10 de agosto de 2023

Nuestra alegría y satisfacción poder entregarnos, como el grano de trigo enterrado para dar fruto, no nos importen las quemaduras que tengamos que sufrir por nuestra entrega

 


Nuestra alegría y satisfacción poder entregarnos, como el grano de trigo enterrado para dar fruto, no nos importen las quemaduras que tengamos que sufrir por nuestra entrega

2Corintios 9, 6-10; Sal 111; Juan 12, 24-26

Diríamos que es una persona de una mente obtusa si nos dijera cuando ve que nos disponemos a sembrar una semilla que con eso que estamos echando a la tierra en lugar de enterrarlo podríamos darle de comer a un montón de personas que están pasando necesidad; en fin de cuentas, nos dirá, no sabemos cual va a ser el resultado, si germinará o no esa semilla, si se va  dar bien la cosecha, si va a venir un temporal que lo va a arruinar todo, y así nos dará veinte mil razones para convencernos de lo incongruente que es lo que vamos a hacer.

¡Qué sabia es la naturaleza! Algunas veces hay mentes que se quedan bien cortas. Es necesario que se entierre el grano de trigo y aparentemente se pudra, pero lo que está haciendo en realidad es germinar una nueva planta que nos dará abundantes frutos. Estudiando la vida de la naturaleza veremos cuantos animales en el momento de fecundar una nueva vida ellos mueren.

Ya sé que quizás no nos vamos a encontrar con ese elemento de mente obtusa que nos diga lo que antes veníamos diciendo, pero sí nos vamos a encontrar a muchos, y puede que sea en ocasiones también nuestra tentación, que no entiendan lo de gastarse y entregarse por los demás; total para qué, pensamos algunas veces, para qué me estoy sacrificando y trabajando con tanto esfuerzo si luego ni me lo van a agradecer; y lo piensa el que se ha comprometido por los demás, y lo puede pensar el maestro cuando le cuesta tanto sacar buenos resultados de sus alumnos que parece que nunca le escuchan y que están siempre en otro lado, y lo puede pensar el padre de familia que se sacrifica cada día por dar lo mejor a sus hijos, pero luego no siempre encuentra la respuesta que le gustaría encontrar.

Pero ese es el sentido más hermoso de la vida, generar vida; y generar vida no es solo engendrar un hijo, sino tanto que podemos hacer para que en nuestro mundo haya más vida, tanto que podemos hacer dándonos, comprometiéndonos, sacrificándonos incluso para hacer que las cosas sean mejores, que los que están a nuestro lado también encuentren un sentido de la vida, para que haya alguien que pueda ser un poquito más feliz, para que palpite la vida allí donde estamos porque hay alegría de la buena, porque nos sentimos más cercanos los unos a los otros, porque hacemos que las cosas mejoren en nuestra familia, en nuestro entorno social, en el mundo de nuestro trabajo.

Algunas veces nos cuesta, tenemos que superarnos mucho y en muchas cosas, tenemos que ser nosotros los primeros que crezcamos por dentro, pero dejaremos una huella, haremos sentirse feliz a alguien, ponemos mejores flores en nuestro mundo. Habrá significado quizá que hayamos tenido que olvidarnos de nosotros mismos, habremos restado tiempo a nuestro descanso o a nuestras diversiones, nos habrá costado en ocasiones dolores de cabeza y dolores en el espíritu porque no somos comprendidos, porque nos encontramos a gente en contra, porque incluso seremos criticados y hasta injuriados, pero seguimos adelante porque para nosotros amar es vida, y amando damos vida, haciendo que haya más vida en nuestro mundo la gente comenzará a amarse más. Es nuestra alegría, nuestra satisfacción. Por eso entendemos las palabras de Jesús que nos hablan del grano de trigo enterrado en tierra para que dé fruto y como nos decía san Pablo, ‘el que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará’.

Hoy estamos celebrando a quien supo vivir todo esto con toda intensidad hasta llegar a dar su vida; estamos celebrando a san Lorenzo, que entendía que la riqueza de la iglesia eran los pobres, y para ellos era todo, era diácono que significa ser servidor, y su servicio llegó hasta dar la vida en el martirio. No nos pedirá el Señor que tengamos que morir en la hoguera, como san Lorenzo, pero quizás algunas veces tenemos que sufrir quemaduras de los demás a causa de nuestra entrega. No nos importe, el Señor es nuestra fuerza y nuestra alegría.

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