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miércoles, 9 de agosto de 2023

Aunque haya habido sombras en nuestra vida aún podemos encontrar una auténtica luz que no se apague para poder ayudar en el camino de tantos a nuestro lado

 


Aunque haya habido sombras en nuestra vida aún podemos encontrar una auténtica luz que no se apague para poder ayudar en el camino de tantos a nuestro lado

Oseas 2, 16b. 17de. 21-22; Sal 44; Mateo 25,1-13

Si te vas a presentar para desempeñar una responsabilidad no te vale que en tu curriculun pongas los merecimientos de otros ni que a la hora de presentarte a esa oposición otro a última hora ocupe tu lugar. Ya sé lo que ve vais a decir, que eso es lo que habitualmente se hace en la vida en muchas cosas, nos arrogamos los merecimientos de otros, nos apañamos como sea para pasar un examen, pero en la hora de la verdad serás incapaz de desempeñar esa responsabilidad y quedarán a las claras las trampas, por decirlo de alguna manera, de las que te has aprovechado.

 No es que en la vida tengamos que estar presentando currículo y nos estén pasando examen de lo que hacemos o de lo que sabemos. Quizás si fuera solo por un examen muchos que son muy estudiosos podrían parecer que lo tienen fácil, pero es algo más lo que hemos de mostrar en la vida con lo que hayamos podido dejar una huella en ese camino.

Es ahí donde tienen que manifestarse los verdaderos valores de la persona, es ahí donde va aparecer la auténtica responsabilidad con que nos hemos tomado la vida y lo que en ella teníamos que desempeñar, es donde se va a manifestar la calidad y la madurez de nuestra persona, lo que verdaderamente hemos crecido y  madurado como personas para que todo no se quede en apariencia y en vanidad.

Algunas veces quizás quisiéramos parecernos a ese coro bonito y bien formado con caritas todas sonrisueñas pero que solo unas figuras pintadas en una tela o en un mural, o figurantes que hemos organizado en un cortejo para que quede muy bonito como si fuera un espectáculo de cine, pero donde no hay vida. Cuidado con que detrás de esas apariencias no haya nada. ¿Seremos nosotros como figurantes bien formados para hacer un desfile espectacular?

Es eso lo que nos está denunciando hoy Jesús en el evangelio con esta parábola que nos ha propuesto. Allí estaban en el camino aquel coro de doncellas todas bonitamente formadas con sus lámparas encendidas en sus manos. Podría ser una imagen muy bonita ese coro de luz en medio de una noche oscura y tenebrosos caminos. Pero era solo eso, al menos en parte del grupo, porque cuando la espera se prolongó más de lo esperado algunas luces comenzaron a apagarse sin poder encender de nuevo por falta de combustible.

Llegó entonces la hora del vacío y de las prisas. Se habían preocupado de dar la imagen de un grupo muy luminoso, pero a la hora de la verdad a la mitad le faltó la luz, porque les faltó el aceite. No valía ahora el pedir aceite prestado; había sido necesario ser precavidas para llevar el aceite de repuesto cuando además esas lámparas tenían que estar encendidas en toda la noche de fiesta. Ya no valía el buscarlo a última hora porque ya llegarían tarde a la entrada de la boda y entonces no iban a ser reconocidas.

¿Así serán nuestros vacíos? Miramos atrás y hacemos un recorrido por la vida y ¿qué es lo que podemos observar? ¿Cuál es la hondura espiritual que ahora podemos mantener y presentar? ¿Hemos sabido a lo largo de nuestra vida ir a la fuente, ir allí donde podíamos recargar bien las pilas de nuestro espíritu para que cuando vinieran esos momentos difíciles, esos momentos que quizás no esperábamos, estuviéramos lo suficientemente fuertes para salir adelante?

Quizá nos ponemos a pensar, a repasar un poco lo que ha sido nuestra vida donde no hemos dado todos los frutos que teníamos que haber dado, donde no teníamos la fortaleza suficiente cuando llegó el momento difícil de la debilidad, donde tantas veces nos manifestamos como chiquillos sin madurez para afrontar los problemas que iban surgiendo, porque quizás no habíamos cuidado lo suficiente esa hondura espiritual que necesitamos cultivar en nuestra vida. Teníamos tantas cosas que hacer, andábamos siempre con tantas prisas, que no tuvimos tiempo ni para un encuentro interior con nosotros mismos, ni para un encuentro profundo con el Señor en la oración abriéndonos de verdad a su Palabra y a su Espíritu.

Aunque haya habido sombras en nuestra vida que aun quizás permanecen no nos podemos llenar de pesimismo ni de amargura. El Señor sigue esperando nuestra respuesta; busquemos ahora todavía la manera de fortalecernos interiormente, de crecer en espiritualidad, de llenarnos de Dios, para que haya una auténtica luz que no se apague con que podamos ayudar en el camino de tantos a nuestro lado. Mucho aun podemos hacer.

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