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jueves, 20 de julio de 2023

Detengámonos y queramos parecernos a Jesús que siempre tendrá tiempo para detenerse junto al borde del camino, El nos llenará de su paz y mansedumbre

 


Detengámonos y queramos parecernos a Jesús que siempre tendrá tiempo para detenerse junto al borde del camino, El nos llenará de su paz y mansedumbre

Éxodo 3, 13- 20; Sal 104; Mateo 11,28-30

Sí, algunas veces estamos cansados, muy cansados y necesitamos descansar. Después de un duro día de trabajo, necesitamos descansar; después de esas tareas que desarrollamos cada día, necesitamos descansar; después de un duro esfuerzo, un largo camino recorrido, del agobio que sentimos envueltos en los problemas de la gente a la que tratamos de ayudar, necesitamos descansar… a veces son otras las cosas que nos producen cansancio, les desesperanzas que nos obnubilan el camino, los desalientos por los fracasos en aquello que estábamos intentando realizar, los sueños que se ven frustrados porque ni creen en nuestros sueños ni se nos ponen fáciles las cosas de la vida para alcanzar esas metas que tanto deseábamos, la soledad cuando no cuentan contigo, cuando te arriman a un rincón, cuando no nos muestran confianza ni aquellos que más cerca tenemos y en quien nosotros habíamos confiado, cuando nos encontramos las dificultades de la vida, cuando todo parece que se nos pone en contra… nos sentimos cansados que es una desilusión, una desesperanza, una soledad.

Algunas veces nos encontramos con gente que siempre nos dicen que están cansados, que parece que se han envejecido, que han perdido ilusiones, que las metas de su vida son ramplonas y siempre se quedan de tejas abajo, que quizás no han encontrado en sentido para sus vidas y simplemente se contentan con vivir, con vegetar, con trabajar para poder producir unos beneficios que le faciliten la vida, pero que andan como zombis sin rumbo y sin sentido. No nos extrañe que nos digan siempre que están cansados porque todo eso da un tremendo cansancio a la vida.

Necesitamos descansar que es reavivar y recuperar las fuerzas perdidas; necesitamos descansar que es reavivar nuestras ilusiones para comenzar de nuevo a creer en nosotros mismos; necesitamos descansar porque necesitamos meternos dentro de nosotros mismos para revisar caminos, para sentirnos fuertes desde lo más hondo para seguir luchando; necesitamos descansar que es abrir de nuevo los ojos a la luz para salir de esas oscuridades que nos aturden, que nos hacen perder ilusión, que nos han quitado metas de nuestra vida, que nos han envejecido.

¿Cuáles son las recetas para curar esa enfermedad del cansancio que tanto nos adormece? Hoy simplemente quiero escuchar en el evangelio las palabras de Jesús que me invitan a ir hasta El. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas’.

Sí, vayamos a Jesús cualesquiera que sea nuestro cansancio, El es nuestro alivio, El es nuestro descanso. Es una buena noticia. Jesús es esa buena noticia, porque El es nuestro descanso. Como nos ha pedido desde siempre, desde el primer momento para creer en esa buena noticia, para creer en El, tenemos que vaciarnos de tantas cosas con las que hemos querido llenar nuestras vidas pensando que ellas eran la razón de nuestra felicidad. Aunque llenos de cosas nos sentimos vacíos, aunque llenos de cosas no hemos encontrado el camino que dé ese verdadero sentido a nuestra vida. Nos pide convertirnos para creer en la buena noticia, para creer en El.

¿No estamos encontrando en El esa mansedumbre y esa paz que tanto necesitamos? No son las locas carreras que nos llenan de violencia la vida las que nos van a dar esa paz. Detengámonos y queramos parecernos a El. Nunca lo veremos  corriendo por muy grande que sea la tarea. Sabe siempre tener tiempo para detenerse porque una mujer le tocó el manto y quiere interesarse por ella; sabe tener tiempo para escurrirse del barullo de la gente e ir a dar con aquel paralítico que está al borde de la piscina y nadie ayuda; sabe detenerse para mirar a los ojos a la mujer que llora a sus pies y darle la mano para levantarla aunque todos la desprecien porque es una pecadora; sabe tener tiempo para dejar que los pequeños se acerquen a El y con los niños entretenerse incluso con sus juegos, pero también para escuchar aunque fuera en la noche a los que están agobiados buscando un sentido para sus vidas.

Cuánto tenemos que aprender de Jesús. ‘Aprended de mi que soy manso y humilde de corazón… porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera’.

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