Ojalá
seamos nosotros, que por nuestro corazón humilde y sencillo, porque nos hemos
hecho los pequeños siendo capaces de descalzarnos, recibamos esa revelación de
Dios
Éxodo 3,1-6.9-12; Sal 102; Mateo 11,25-27
Oye, por favor, preséntame a esa
persona, quizás habremos pedido
alguna a algún amigo o persona conocida y de confianza cuando queríamos conocer
a alguien al que hasta cierto punto considerábamos inalcanzable. Son recursos
de los que nos valemos las personas en
nuestras relaciones, en nuestro deseo de alcanzar unos objetivos, en nuestro afán
por llegar a donde quizá por nosotros mismos o por nuestros medios pensábamos
que no podríamos llegar.
Es también la influencia que buscamos
en alguien que tiene abiertas muchas puertas, muchos accesos a lo que consideramos
personas importantes, a lugares de relevancia a donde quisiéramos llegar y
situarnos. Es el buen amigo que nos puede ayudar, es la persona de influencia
que puede alcanzarnos lo que nosotros no alcanzamos. Son situaciones en que nos
podemos encontrar en la vida o que vemos que es la experiencia quizás de muchos
en nuestro entorno.
¿Nos sucede así en nuestra relación con
Dios? ¿Nos sucede en la posibilidad o no de poder tener un conocimiento de
Dios? Así andamos también algunas veces; podemos convertir ese conocimiento de
Dios en algo muy intelectual, podemos andar con nuestros razonamientos y
nuestra búsqueda de pruebas y muchas veces lo hemos hecho, y muchas veces es lo
que buscamos o encontramos que es lo que quieren muchos para intentar recorrer
ese camino de la fe.
Jesús, el que es la revelación de Dios,
el que en verdad conoce a Dios porque viene de Dios, nos viene a decir que es
algo mucho más sencillo. Que no se trata solamente de la búsqueda que nosotros
hagamos de Dios y el obtener esas pruebas palpables que nos abran el camino de
la fe, sino que es algo mucho más sencillo.
Primero fijémonos en lo que hoy termina
diciéndonos: ‘Todo me ha sido
entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce
al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar’. Y El en verdad quiere revelarnos a Dios,
es la Buena Noticia, el Evangelio, que nos quiere trasmitir. Es la continua
referencia que El está haciendo del Padre; es lo que finalmente vendrá a
decirle cuando uno de los discípulos en la cena le dice ‘revélanos al Padre
y eso nos basta’, respondiéndole que quien le conoce a El conoce al Padre, ‘porque
nadie va al Padre sino por mí’.
Pero es
que hoy nos dice algo maravilloso. Como decíamos antes, no es la búsqueda que
nosotros queramos hacer de Dios, sino que es Dios el que quiere revelársenos,
quiere dársenos a conocer. Y esto es lo maravilloso. ‘Te doy gracias, Padre,
Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y
entendidos y se las has revelado a los pequeños. Si, Padre, así te ha parecido
bien’. Y al Padre le ha parecido dársenos a conocer, solo que tenemos que
formar parte de ese grupo de los pequeños y de los sencillos, porque es ahí
donde se nos revela Dios.
Por eso
serán los pequeños y los sencillos los que más cerca estarán siempre de Jesús.
son los que le escuchan con gusto, son los que son capaces de admirarse por las
cosas que realiza Jesús, son lo que en verdad entienden lo que dice Jesús
porque llegarán a decir que ‘nadie habla como este hombre’, son los que
nunca se pondrán a distancia como simples observadores sino que se
arremolinaran junto a El de modo que necesita subirse a la barca para que no lo
estrujen allí en la playa de Tiberíades, son los que caminarán a su lado apretujándolo
por todas partes de modo que incluso alzarán la mano para atreverse a tocar su
manto, son los que serán capaces de irse todo el tiempo que sea necesario
detrás de Jesús aunque sea para encontrarle en los lugares más inhóspitos y más
lejanos, son los que vendrán ansiosos porque querían estar con El y El ha
llegado primero que ellos antes de Cafarnaún sin saber incluso cómo o por dónde
ha venido, son los que tendrán un corazón y una mente abierta para escucharle
aunque a veces haya cosas que no entiendan, pero ¿a donde van a acudir si solo
Jesús tiene palabras de vida eterna?
¿Seremos
en verdad nosotros los que recibamos esa revelación de Dios por nuestro corazón
humilde y sencillo? Moisés fue capaz de descalzarse en el Horeb y recibió la
revelación de Dios.
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