Dejémonos acoger por Jesús, su corazón siempre está abierto
para nosotros, lleno de mansedumbre, de esa mansedumbre y paz nos contagiará
para ser nuestro descanso
1Juan 1, 5 — 2, 2; Sal 102; Mateo 11, 25-30
¡Qué cansado
estoy! Escuchamos decir con mucha frecuencia a gente a nuestro lado, o acaso
nosotros también en muchas ocasiones tenemos esa sensación de cansancio. Es la
tarea y el ritmo de la vida que nos exige, que nos responsabiliza, que nos hace
estar emprendiendo tareas continuamente; muchas veces puede ser ese cansancio físico
por el mucho trabajo porque tenemos que estar pendientes de muchos trabajos,
porque las cuentas no nos salen; o es el cansancio de los que se aburren de
buscar y no encuentran y la vida se les echa encima con responsabilidades y
cosas que atender y no podemos sacar bien las cosas.
Pero no nos
podemos quedar ahí, porque ese cansancio puede ser un estado anímico producto
de la tensión en que vivimos, los problemas que se nos presentan, los roces que
podemos tener con los que están a nuestro lado y no sabemos liberarnos de esos
agobios para encontrar paz, no terminamos de curar heridas que se nos producen
en nuestro interior, y todo eso nos crea una tensión que nos merma fuerzas no
solo en lo físico sino anímicamente.
Es el
cansancio de quien se siente desorientado en la vida y tiene que luchar y
luchar pero sin saber por qué, porque no tiene un sentido, no tiene unos
valores transcendentes por los que luchar, porque no hay un sentido para su
vida. Se pregunta por qué y para qué, pero tiene que seguir luchando porque la
vida se lo exige sin saber a dónde va, sino simplemente dejándose llevar por lo
que la vida le va dando o presentando en cada momento.
Hoy escuchamos a Jesús decirnos en el
evangelio, ‘Venid a mí todos los
que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré’. Palabras consoladoras son las de Jesús.
Buscamos un descanso y Jesús nos lo ofrece. Algunos quizás no lo entenderán,
quizá porque no saben bien ni lo que buscan en la vida, tan desorientados
pueden estar; algunos no lo entenderán como nunca entienden las palabras de
Jesús porque quizá queremos ponernos en un grado superior, nos sentimos tan
autosuficientes que no somos capaces de reconocer que alguien nos puede dar una
luz, alguien puede ofrecernos un nuevo camino que nos dé un sentido y un valor
a la vida y a lo que hacemos.
Necesitamos
algo para poder entender las palabras de Jesús. Tener ese espíritu humilde de
los pequeños y de los sencillos, porque serán los que estarán siempre abiertos
a algo nuevo que pueda llenar sus vidas; no han llenado sus vida en sus
autosuficiencias, no han llenado sus vidas dejándose arrastrar simplemente por
lo material, por el afán de tener, por unas riquezas que al final son unos
oropeles engañosos. Serán los que en verdad se abren a Dios y Dios se les
revela en su corazón.
Es lo que
nos dice hoy Jesús. ‘Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has
revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien’. Son los que
van a entender las palabras de Jesús, son los que reciben con corazón abierto
esa buena noticia del Evangelio. Eso que nos cuesta tanto aceptar en muchas
ocasiones. Ya habremos escuchado a muchos decir a nuestro lado que el evangelio
a ellos no les dice nada, pero son los que van desde su autosuficiencia con ese
ojo crítico y con falta de humildad.
Sí, ‘Venid a mí
todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré’, nos dice Jesús.
Vayamos con nuestros cansancios y con nuestros agobios, vayamos con esa
desorientación con que andamos en la vida y vayamos con esas heridas que tanto
daño nos hacen en el alma y de las que tantas veces no sabemos liberarnos, no
sabemos curarnos, vayamos con nuestra pobreza, Jesús es nuestro alivio y nuestro
descanso.
Porque
Jesús es la luz que nos da sentido a nuestra vida, porque en Jesús aprenderemos
a relativizar tantas cosas que no son tan importantes aunque nosotros muchas
veces las convirtamos en primordiales, porque Jesús nos ayuda a encontrar esa
paz en nuestro espíritu que tanto necesitamos, porque Jesús es el que nos va a
sanar por dentro porque nos ayudará a arrancar esos resentimientos, esos
orgullos que no terminamos de curar, esos sentimientos heridos por los desaires
que vamos sufriendo en la vida, porque Jesús nos hará encontrarnos con nosotros
mismos para descubrir cual es la verdadera riqueza por la que tendríamos que
luchar.
Dejémonos
acoger por Jesús. Su corazón siempre está abierto para nosotros. Su corazón
está lleno de mansedumbre y de esa mansedumbre y de esa paz nos contagiará. En
El encontraremos de verdad nuestro descanso.
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