Nos
hacemos participes de la bienaventuranza porque sin haber visto creemos y
experimentamos en el corazón la presencia de Jesús que nos llena de una nueva
paz
Hechos 5, 12-16; Sal 117; Apocalipsis 1,
9-11a. 12-13. 17-19; Juan 20, 19-31
En medio del
ambiente festivo y de pascua que seguimos viviendo, pues solo estamos en la
octava de Pascua hoy escuchamos el evangelio con ese mismo gozo en el alma al
contemplar a Jesús como se manifiesta resucitado al grupo de los apóstoles que
se encuentran reunidos en el cenáculo. Pero aún así no podemos dejar a un lado
la situación de cierta incertidumbre que ellos vivían en aquellos momentos y en
la que nos vemos reflejados en la situación anímica que vivimos en el hoy de
nuestra vida.
El evangelio
que escuchamos no es solo narración de la Buena Noticia que significó para
ellos el encuentro con Cristo resucitado, sino que tenemos que hacer que sea
Buena Noticia también hoy para nosotros, y como toda buena noticia a nosotros
también nos eleve el espíritu, nos levante el ánimo y sea en verdad anuncio de salvación
para nuestra vida hoy. Es el espíritu con que siempre hemos de escuchar el
evangelio haciendo lectura sobre nuestra vida concreta que vivimos.
El grupo de
los apóstoles estaba encerrado en el cenáculo, las puertas y ventanas cerradas,
porque seguían con sus miedos y sus dudas. Alguno incluso un poco se había ido
por sí mismo y no estaba con el grupo con las consecuencias que se derivarían
para todo lo que iba a suceder.
Algunas veces
nosotros nos encerramos también en nosotros mismos o en las rutinas de las
cosas de siempre y tememos abrirnos a algo nuevo, a nuevos planteamientos, a
nuevos enfoques de las cosas, o a dejarnos sorprender por lo que podría ser una
nueva riqueza para nuestra vida. Nos encerramos o nos aislamos yéndonos por
nuestra cuenta, que es también una forma de escurrir el bulto, como se suele
decir. La situación por la que hemos pasado o a la que en estos momentos
tenemos que estar enfrentando en nuestra sociedad y en nuestro mundo quizás
también nos crea inseguridades, no queremos pensar en lo que sucede y hasta
tratamos de distraernos con otras cosas. Han sido también muchos los cambios
habidos en nuestra sociedad y pensemos que todo lo que hemos estado pasando en
los últimos tiempos nos ha cogido con paso descolocado a destiempo y no vemos
cómo o no sabemos cuándo volveremos a coger el ritmo que habíamos perdido.
La Buena
Noticia es que Jesús está en medio de ellos. Fue una sorpresa que hizo surgir
nuevos y variados sentimientos en cierto modo contrapuestos, miedo y alegría, y
fue como ese suspiro de alivio que damos cuando al fin podemos despojarnos de
todos nuestros miedos o de todas las incertidumbres que nos abruman. Se
llenaron de paz. Fue el saludo repetido de Jesús. ‘Paz a vosotros’. ¿Cómo
no iba a ser ese el saludo y lo que sintieran en lo más hondo de ellos mismos
después de tantas cosas que les habían llenado de angustia y sufrimiento?
Algo nuevo
comenzaba en sus vidas. Una vida nueva comenzaban a sentir dentro de sí. Sería
todo un camino que tendrían que seguir realizando. Se sentían liberados de todo
tipo de ataduras y de pesos en el alma, que se manifiesta en esa donación del Espíritu
que Jesús les hace para que puedan sentir el nuevo sabor del amor. Un amor que
crece dentro de nosotros cuando nos sentimos perdonados; un amor que vamos
regalando cuando también vamos repartiendo perdón. Cuando nos sentimos
perdonados y cuando lo vamos ofreciendo también con generosidad algo se va
curando dentro de nosotros y es cuando llegamos a sentir la verdadera paz.
Qué triste
los que no saben perdonar; en su orgullo se creen vencedores de los demás
porque les parece que siempre van a tener como encadenados a los otros porque
no los perdonan manteniendo reticencias y deseos vengativos, pero realmente se
están destruyendo a sí mismos, nunca podrán saborear lo que es la verdadera
paz, porque mantienen ese herida enfermiza del rencor dentro de sí. El que no
sabe o no quiere perdonar es el que en el fondo está sufriendo más, porque no
saboreará la verdadera paz.
Y tenemos que
aprender a salir de nuestros aislamientos. Tomás no estaba con ellos cuando
Jesús se les apareció y en él siguieron las dudas y los miedos que se le
seguían haciendo pedir pruebas y más pruebas. ‘Hemos visto al Señor’, le
transmiten con alegría el resto de los apóstoles cuando regresa. ‘Si no veo
la señal de los clavos… la herida del costado… no creo’, es la actitud
negativa que aún mantiene.
Será cuando
el Señor se manifieste de nuevo y a él directamente se dirija Jesús para que meta
sus dedos y su mano en sus llagas cuando se quedará sin argumentos y sin
palabras y tendrá la valentía de musitar su fe. ‘¡Señor mío y Dios mío!’,
será su reacción. ‘Dichosos los que crean sin haber visto’, proclamará
Jesús como una bienaventuranza para todos nosotros que no hemos visto, pero
hemos creído; no hemos visto, pero hemos aceptado el testimonio de quienes nos
han transmitido y contagiado su fe en la tradición que se prolonga por los
siglos; no hemos visto, pero sí hemos sabido experimentar en lo hondo del
corazón la presencia del Señor que nos llena de vida, que transforma nuestra
vida.
Pero esa fe
en el Señor que, a pesar de puertas cerradas, de oscuridades de la vida, o de
los momentos duros por los que podamos estar pasando, se quiere seguir manifestando
en nosotros y en nuestro mundo. Y el Señor resucitado pone su Espíritu en
nuestros corazones para que tengamos la posibilidad de saborear la paz; pone su
espíritu en nosotros para que tengamos esperanza en ese mundo nuevo y luchemos
y nos esforcemos para poner de nuestra parte lo que haga posible esa paz; pone
su Espíritu en nosotros para que ni nos encerremos ni nos aislemos, para que
seamos capaces de abrirnos a algo nuevo y al mismo tiempo comprometernos para
entre todos hacer que florezca en todas partes la paz; pone su Espíritu en
nuestro mundo para ir transformando los corazones de todos para que seamos
constructores de vida y no de muerte y tengamos esperanza de poner esos
cimientos de un mundo nuevo y mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario