Aunque
ya muchas veces hayamos reflexionado y rumiado la Escritura, escúchala ahora
como si fuera la primera vez para que se convierta de verdad en evangelio para
tu vida
Jeremías 11, 18-20; Sal 7; Juan 7, 40-53
‘Jamás ha
hablado nadie como ese hombre’, fue la respuesta que dieron los guardias a los
sumos sacerdotes del templo que los habían enviado a prender a Jesús. ‘¿Por
qué no lo habéis traído?’, preguntaban ante el incumplimiento de sus órdenes.
Pero aquellos
guardias sencillos de corazón se habían sentido cautivados por la palabra de
Jesús. Como la gente sencilla que le reconocían como el profeta, que casi le
proclamaban como el Mesías. Aunque vinieran los entendidos de turno a
argumentar que Jesús no podía ser el Mesías, simplemente por el hecho de que
venía de Galilea, y el Mesías no sabían de donde vendría.
Aquel fariseo
de noble corazón que una noche había ido a hablar con Jesús les argumenta que
no se puede condenar a nadie sin haberle escuchado; pero también le
rechazan como si fuera un ignorante, argumentando que sabían que Jesús venía de
Galilea y de allí no había surgido nunca un profeta. Como si Dios tuviera unos
límites para escoger a los profetas que enviase al pueblo para transmitirles su
palabra. Los sabios y entendidos de siempre que todas se las saben.
Nos recuerda
aquel momento en que Jesús da gracias al Padre porque los misterios de Dios los
está revelando a los pobres y a los sencillos y no a los que se creen
entendidos; el profeta también había anunciado que la buena nueva se le anunciaría
a los pobres, porque una señal de la venida del Reino era que los pobres
serían evangelizados.
Son los que
escuchan a Jesús, son los que entran de verdad en la sintonía de Dios, serían
los que le proclamarían como un profeta y que lo llamarían el enviado del Señor,
reconociendo que en Jesús Dios ha visitado a su pueblo. Lo proclamaría
proféticamente el anciano Zacarías que bendice a Dios que ha visitado a su
pueblo por su entrañable misericordia. Es lo que vamos contemplando a lo
largo del evangelio porque en Jesús se manifiesta la misericordia del Señor;
son los que rodean continuamente a Jesús y hasta serán capaces de irse al
desierto sin provisiones para estar con El, para escuchar su Palabra.
Lo
contemplamos hoy en el evangelio en este camino que vamos haciendo con Jesús y
su Palabra hasta la Pascua. Es lo que va alimentando ahora nuestra fe, para que
seamos capaces también nosotros de entrar en la sintonía de Dios. ¿Qué
necesitamos? El corazón de los humildes y de los sencillos, porque será a los que
se revela el Señor. Es importante. Tenemos a veces la tentación de darle
vueltas y vueltas al Evangelio, buscarle explicaciones o formas de aplicarlo a
nuestra vida que podemos llegar a querer ser esos entendidos que a la larga con
nuestros orgullos lo que hacemos es cerrar el corazón.
Muchas veces,
por otra parte, creemos sabérnoslo todo y lo que hacemos es cerrar el corazón;
cuantas veces cuando lo escuchamos ya vamos con nuestras respuestas, nuestras
explicaciones o nuestras consideraciones previamente preparadas y no terminamos
de abrir el corazón a la novedad que siempre ha de tener el evangelio para
nuestra vida. Si lo despojamos de esa novedad ya no es noticia, ya no es buena
noticia para nosotros y terminamos por hacerlo algo viejo en nuestra vida
desvirtuando su mensaje de salvación que tiene que llegarnos al hoy de nuestra
vida.
Aunque ya
muchas veces lo hayamos reflexionado y rumiado, escúchalo ahora como si fuera
la primera vez que lo escucharas para que se convierta de verdad en buena
noticia, en evangelio para tu vida. Entonces sí que podremos decir nosotros
también ‘Jamás ha hablado nadie como ese hombre’.
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