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sábado, 2 de abril de 2022

Aunque ya muchas veces hayamos reflexionado y rumiado la Escritura, escúchala ahora como si fuera la primera vez para que se convierta de verdad en evangelio para tu vida

 


Aunque ya muchas veces hayamos reflexionado y rumiado la Escritura, escúchala ahora como si fuera la primera vez para que se convierta de verdad en evangelio para tu vida

Jeremías 11, 18-20; Sal 7; Juan 7, 40-53

‘Jamás ha hablado nadie como ese hombre’, fue la respuesta que dieron los guardias a los sumos sacerdotes del templo que los habían enviado a prender a Jesús. ‘¿Por qué no lo habéis traído?’, preguntaban ante el incumplimiento de sus órdenes.

Pero aquellos guardias sencillos de corazón se habían sentido cautivados por la palabra de Jesús. Como la gente sencilla que le reconocían como el profeta, que casi le proclamaban como el Mesías. Aunque vinieran los entendidos de turno a argumentar que Jesús no podía ser el Mesías, simplemente por el hecho de que venía de Galilea, y el Mesías no sabían de donde vendría.

Aquel fariseo de noble corazón que una noche había ido a hablar con Jesús les argumenta que no se puede condenar a nadie sin haberle escuchado; pero también le rechazan como si fuera un ignorante, argumentando que sabían que Jesús venía de Galilea y de allí no había surgido nunca un profeta. Como si Dios tuviera unos límites para escoger a los profetas que enviase al pueblo para transmitirles su palabra. Los sabios y entendidos de siempre que todas se las saben.

Nos recuerda aquel momento en que Jesús da gracias al Padre porque los misterios de Dios los está revelando a los pobres y a los sencillos y no a los que se creen entendidos; el profeta también había anunciado que la buena nueva se le anunciaría a los pobres, porque una señal de la venida del Reino era que los pobres serían evangelizados.

Son los que escuchan a Jesús, son los que entran de verdad en la sintonía de Dios, serían los que le proclamarían como un profeta y que lo llamarían el enviado del Señor, reconociendo que en Jesús Dios ha visitado a su pueblo. Lo proclamaría proféticamente el anciano Zacarías que bendice a Dios que ha visitado a su pueblo por su entrañable misericordia. Es lo que vamos contemplando a lo largo del evangelio porque en Jesús se manifiesta la misericordia del Señor; son los que rodean continuamente a Jesús y hasta serán capaces de irse al desierto sin provisiones para estar con El, para escuchar su Palabra.

Lo contemplamos hoy en el evangelio en este camino que vamos haciendo con Jesús y su Palabra hasta la Pascua. Es lo que va alimentando ahora nuestra fe, para que seamos capaces también nosotros de entrar en la sintonía de Dios. ¿Qué necesitamos? El corazón de los humildes y de los sencillos, porque será a los que se revela el Señor. Es importante. Tenemos a veces la tentación de darle vueltas y vueltas al Evangelio, buscarle explicaciones o formas de aplicarlo a nuestra vida que podemos llegar a querer ser esos entendidos que a la larga con nuestros orgullos lo que hacemos es cerrar el corazón.

Muchas veces, por otra parte, creemos sabérnoslo todo y lo que hacemos es cerrar el corazón; cuantas veces cuando lo escuchamos ya vamos con nuestras respuestas, nuestras explicaciones o nuestras consideraciones previamente preparadas y no terminamos de abrir el corazón a la novedad que siempre ha de tener el evangelio para nuestra vida. Si lo despojamos de esa novedad ya no es noticia, ya no es buena noticia para nosotros y terminamos por hacerlo algo viejo en nuestra vida desvirtuando su mensaje de salvación que tiene que llegarnos al hoy de nuestra vida.

Aunque ya muchas veces lo hayamos reflexionado y rumiado, escúchalo ahora como si fuera la primera vez que lo escucharas para que se convierta de verdad en buena noticia, en evangelio para tu vida. Entonces sí que podremos decir nosotros también ‘Jamás ha hablado nadie como ese hombre’.

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