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miércoles, 30 de marzo de 2022

Miramos a Cristo y cómo sube a Jerusalén para la fiesta de la Pascua y queremos seguir sus mismos pasos con valentía frente a mundo que quizás no nos entiende

 


Miramos a Cristo y cómo sube a Jerusalén para la fiesta de la Pascua y queremos seguir sus mismos pasos con valentía frente a mundo que quizás no nos entiende

 Isaías 49,8-15; Salmo 144; Juan 5, 17-30

Hay momentos en los que tenemos que tomar partido y hay que decantarse en un sentido o en otro; no siempre es fácil, porque tenemos miedos e inseguridades en nuestro interior, porque nos cuesta entender que tomar una decisión nos lleva a arrostrar las consecuencias, porque algunas veces parece que preferimos nadar entre dos aguas, como suele decirse, porque sabemos que según la decisión que tomemos habrá quienes quizás nos alaben pero habrá muchos que estarán en contra; hoy hablamos de decisiones, posturas, actitudes que no son siempre políticamente correctas, porque quizás nos llevaría a enfrentarnos a unas mayorías, o al menos más bulliciosas, que son de opinión distinta a lo que nosotros podamos opinar.

Nos pasan cosas así cuando tenemos que dar opinión sobre una situación social, por ejemplo, cuando tenemos que decantarnos por una posición llamémosla ideológica, cuando queremos actuar según unos principios, cuando tenemos que ponernos al lado de seres indefensos, por ejemplo, a los que tendríamos que defender frente a jaurías que ladran en contra. Y esto nos cuesta cuando tenemos que presentar la fe que tenemos y que es el aliento de nuestra vida; en un mundo de increencia, que se manifiesta laico y contrario a todo sentimiento religioso, cuando nos dicen que eso de la fe y de la religión es algo privado y no tiene que tener ninguna manifestación pública… muchos momentos que vivimos y nos cuesta dar la cara.

Nos hace falta una fe valiente; nos hace falta tener arrojo en nuestro interior para manifestar públicamente nuestra fe y dar testimonio de ella con una vida que obra en consecuencia. Tenemos que saber arrostrar todas las consecuencias, aunque quizás nos hagan pasar por momentos malos. ¿Dónde encontrar esa fuerza interior? ¿Dónde apoyarnos para sentirnos verdaderamente valientes y demos la cara por aquella fe que tenemos?

Diría, por así decirlo, una sola palabra, una actitud: miremos a Jesús. En el evangelio hemos venido escuchando cómo Jesús según sube a Jerusalén para aquella pascua le va anunciando a los discípulos todo lo que va a suceder aunque ellos no terminen de entender. Hay un momento en el evangelio que parece que Jesús va deprisa en su subida, va delante de sus discípulos y sin hacer parada, por así decirlo. Jesús sabe a lo que sube a Jerusalén, el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los gentiles, como les repite tantas veces.

Ahora en estos días que nos restan para la celebración de la pasión y muerte del Señor, para celebrar su Pascua y resurrección iremos escuchando el relato de lo que fueron aquellos días en Jerusalén. Jesús se está manifestando claramente como el Hijo de Dios, que ha venido con una misión y que El no realiza ninguna otra cosa sino la obra que el Padre le encomendó. En el Evangelio de san Juan, que es el que principalmente iremos escuchando, se emplea la expresión los judíos, en esa referencia sobre todo a aquellos que se oponían a su misión y se enfrentaban a Jesús y que son los que le llevarían a la muerte.

Hoy ya le hemos escuchado cómo si creemos en El tendremos vida para siempre porque estamos llamados a la resurrección. En verdad, en verdad os digo: llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán… No os sorprenda esto, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio…’

Pero nos dice también: ‘En verdad, en verdad os digo: quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida’.

Sí, estamos llamados a pasar de la muerte a la vida, estamos llamados a la Pascua. Lo vamos a vivir y celebrar intensamente en las celebraciones pascuales de los próximos días, pero es algo que tiene que ser siempre el centro de nuestra vida.  No importa que no seamos comprendidos, no importa que el mundo vaya por otros derroteros y hasta muchas veces muchos cercanos a nosotros que se dicen cristianos y tener fe, pero que no acaban de comprender de verdad el sentido de la Pascua que vamos a celebrar, y o se quedan en cosas superficiales o se olvidan de lo que significan para los creyentes estos días y se van por otros derroteros.

Es ahí, en ese mundo, donde tenemos que dar la cara y actuar con valentía en el testimonio de fe que tenemos que dar. Es ahí donde tenemos que decantarnos valientemente y sin ningún temor. Miramos a Cristo y cómo sube a Jerusalén para la fiesta de la Pascua y queremos seguir sus mismos pasos.

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