Miramos a Cristo y cómo sube a Jerusalén para la fiesta de la
Pascua y queremos seguir sus mismos pasos con valentía frente a mundo que
quizás no nos entiende
Isaías 49,8-15; Salmo 144; Juan 5,
17-30
Hay momentos
en los que tenemos que tomar partido y hay que decantarse en un sentido o en
otro; no siempre es fácil, porque tenemos miedos e inseguridades en nuestro
interior, porque nos cuesta entender que tomar una decisión nos lleva a
arrostrar las consecuencias, porque algunas veces parece que preferimos nadar
entre dos aguas, como suele decirse, porque sabemos que según la decisión que
tomemos habrá quienes quizás nos alaben pero habrá muchos que estarán en
contra; hoy hablamos de decisiones, posturas, actitudes que no son siempre
políticamente correctas, porque quizás nos llevaría a enfrentarnos a unas
mayorías, o al menos más bulliciosas, que son de opinión distinta a lo que
nosotros podamos opinar.
Nos pasan
cosas así cuando tenemos que dar opinión sobre una situación social, por
ejemplo, cuando tenemos que decantarnos por una posición llamémosla ideológica,
cuando queremos actuar según unos principios, cuando tenemos que ponernos al
lado de seres indefensos, por ejemplo, a los que tendríamos que defender frente
a jaurías que ladran en contra. Y esto nos cuesta cuando tenemos que presentar
la fe que tenemos y que es el aliento de nuestra vida; en un mundo de
increencia, que se manifiesta laico y contrario a todo sentimiento religioso,
cuando nos dicen que eso de la fe y de la religión es algo privado y no tiene
que tener ninguna manifestación pública… muchos momentos que vivimos y nos
cuesta dar la cara.
Nos hace
falta una fe valiente; nos hace falta tener arrojo en nuestro interior para
manifestar públicamente nuestra fe y dar testimonio de ella con una vida que
obra en consecuencia. Tenemos que saber arrostrar todas las consecuencias,
aunque quizás nos hagan pasar por momentos malos. ¿Dónde encontrar esa fuerza
interior? ¿Dónde apoyarnos para sentirnos verdaderamente valientes y demos la
cara por aquella fe que tenemos?
Diría, por así
decirlo, una sola palabra, una actitud: miremos a Jesús. En el evangelio hemos
venido escuchando cómo Jesús según sube a Jerusalén para aquella pascua le va
anunciando a los discípulos todo lo que va a suceder aunque ellos no terminen
de entender. Hay un momento en el evangelio que parece que Jesús va deprisa en
su subida, va delante de sus discípulos y sin hacer parada, por así decirlo.
Jesús sabe a lo que sube a Jerusalén, el Hijo del Hombre va a ser entregado en
manos de los gentiles, como les repite tantas veces.
Ahora en
estos días que nos restan para la celebración de la pasión y muerte del Señor,
para celebrar su Pascua y resurrección iremos escuchando el relato de lo que
fueron aquellos días en Jerusalén. Jesús se está manifestando claramente como
el Hijo de Dios, que ha venido con una misión y que El no realiza ninguna otra
cosa sino la obra que el Padre le encomendó. En el Evangelio de san Juan, que
es el que principalmente iremos escuchando, se emplea la expresión los judíos,
en esa referencia sobre todo a aquellos que se oponían a su misión y se
enfrentaban a Jesús y que son los que le llevarían a la muerte.
Hoy ya le
hemos escuchado cómo si creemos en El tendremos vida para siempre porque
estamos llamados a la resurrección. ‘En verdad, en verdad os digo: llega la
hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los
que hayan oído vivirán… No os sorprenda esto, porque viene la hora en que los
que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a
una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de
juicio…’
Pero nos
dice también: ‘En verdad, en verdad os digo: quien escucha mi palabra y cree
al que me envió posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado
ya de la muerte a la vida’.
Sí,
estamos llamados a pasar de la muerte a la vida, estamos llamados a la Pascua.
Lo vamos a vivir y celebrar intensamente en las celebraciones pascuales de los
próximos días, pero es algo que tiene que ser siempre el centro de nuestra
vida. No importa que no seamos
comprendidos, no importa que el mundo vaya por otros derroteros y hasta muchas
veces muchos cercanos a nosotros que se dicen cristianos y tener fe, pero que
no acaban de comprender de verdad el sentido de la Pascua que vamos a celebrar,
y o se quedan en cosas superficiales o se olvidan de lo que significan para los
creyentes estos días y se van por otros derroteros.
Es ahí, en
ese mundo, donde tenemos que dar la cara y actuar con valentía en el testimonio
de fe que tenemos que dar. Es ahí donde tenemos que decantarnos valientemente y
sin ningún temor. Miramos a Cristo y cómo sube a Jerusalén para la fiesta de la
Pascua y queremos seguir sus mismos pasos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario