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lunes, 21 de febrero de 2022

No dejemos enfriar la fe, no olvidemos orar con confianza y humildad al Señor en medio de esas sombras, de esos baches o de esas dudas para que nos aumente la fe

 


No dejemos enfriar la fe, no olvidemos orar con confianza y humildad al Señor en medio de esas sombras, de esos baches o de esas dudas para que nos aumente la fe

Santiago 3,13-18; Sal 18; Marcos 9, 14-29

En la lucha de la vida de cada día nos van siempre apareciendo problemas, dificultades, contratiempos, cosas que no esperábamos que nos sucedieran a nosotros pero de un momento a otro tenemos que enfrentarnos a esas situaciones para poder salir adelante. La misma experiencia de la vida nos va sirviendo de lección y poco a poco nos vamos fortaleciendo interiormente para enfrentarnos a esos problemas y saber cómo salir adelante.

Vamos creando en nosotros también una fuerza interior, una fuerza espiritual que nos ayuda a mantenernos firmes y seguros en nuestro camino intentando siempre no perder la paz ni la serenidad. Pero aun así hay ocasiones en que las cosas no superar y ni la sabiduría de la vida que hemos ido adquiriendo ni esa fuerza que tenemos en nosotros mismos nos hace capaces de superar esas situaciones de negrura que se nos meten en la vida.

Pero el creyente saber que esa sabiduría y esa fuerza no viene por si misma a nosotros sino que es también una luz y una gracia que nos viene de lo alto, que nos viene de Dios que con nosotros va haciendo ese camino de la vida aunque a veces nos ceguemos y no seamos capaces de verlo o nos llenemos de orgullo y autosuficiencia para creer que por nosotros mismos podemos ir superando todo lo que se nos presenta. Hay momentos en que nos llenamos de duda, nos sentimos débiles, parece que nos abandona esa fuerza de lo alto, nos sentimos como atrapados en medio de muchas oscuridades; queremos creer, pero nos cuesta, nos sentimos inseguros en nuestra propia fe.

Son situaciones diversas que nos van apareciendo en la vida. Hoy el evangelio nos habla cómo los discípulos de Jesús han tenido que enfrentarse a una situación en la que no saben cómo salir adelante. Ya un día cuando Jesús les había enviado a anunciar la buena nueva del Reino de Dios les había dado poder sobre los espíritus inmundos y para curar enfermedades. Es lo que ahora pretenden hacer con aquel ‘endemoniado’ – así lo llaman – que les ha traído aquel padre angustiado que ya no sabe qué hacer ni a quien acudir. La situación del muchacho es dura, y ellos se sienten indefensos e impotentes para poder hacer algo. Jesús no está, es cuando se había ido a la montaña con tres de sus discípulos para orar.

Al llegar Jesús se encuentra el panorama, le presentan la situación, el padre angustiado acude a Jesús. Maestro, te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no lo deja hablar; y cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda rígido. He pedido a tus discípulos que lo echen y no han sido capaces’, exclama el padre. ‘Si algo puedes, ten compasión de nosotros y ayúdanos’. Pero ‘Jesús replicó: ¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe. Entonces el padre del muchacho se puso a gritar: Creo, pero ayuda mi falta de fe’. 

Ya sabemos cómo Jesús lo curó. Luego los discípulos le preguntarán por qué ellos no pudieron hacerlo. ‘Esta especie solo puede salir con oración’, les responde Jesús.

‘Todo es posible al que tiene fe’, había dicho Jesús. Es mucho más que creer en nosotros mismos, es mucho más que lo que nosotros sepamos o seamos capaces de hacer. No todos lo entienden. Vivimos en una autosuficiencia soberbia muchas veces. No hemos aprendido a mirar hacia lo alto, a descubrir al supremo Hacedor de quien nos viene toda fuerza. Nos quedamos muchas veces solo en una fe a lo humano y le quitamos el color de lo sobrenatural. Tenemos que saber ser humildes para pedir y pedir con confianza superando nuestras dudas y superando nuestros miedos. No es la búsqueda de algo mágico, es más, es algo sobrenatural que solo en Dios podemos encontrar. Por eso tenemos que saber pedir, por eso no nos puede faltar la oración humilde y confiada.

Y hemos de reconocer que esto nos falta muchas veces hasta a los que nos decimos creyentes y cristianos, porque no sabemos o no queremos descubrir esa presencia de Dios en medio de nosotros, esa presencia de Dios también en nosotros. Y eso necesitamos hacerlo y sentirlo en lo que es la lucha de cada día, ese camino que cada día hacemos y que muchas veces nos encontramos lleno de baches y nos hace dar muchos trompicones.

No dejemos enfriar la fe, sino pidamos a Jesús que nos ayude a mantener firme esa fe. No olvidemos orar con confianza y humildad al Señor en medio de esas sombras, de esos baches o de esas dudas.

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