No
nos creamos poseedores únicos de la verdad y seamos capaces de ver los rasgos
de humanidad y de bondad que hay en lo que otras personas distintas a nosotros
realizan
Santiago 4,13-17; Sal 48; Marcos 9,38-40
Hemos de
reconocer que nos estamos haciendo una sociedad muy llena de acritud. En todo
vemos un contrincante, en todo vemos oposición o hacemos oposición. Qué difícil
resulta ver a la gente colaborar cuando no son de la misma cuerda; y cuando
digo de la misma cuerda me estoy refiriendo a los que sean mis amigos o de mi
manera de pensar, a los que tienen un mismo perfil ideológico que el mío o
tenemos los mismos ideales sobre la vida o la sociedad.
Nos cuesta aceptar que el que no piensa como yo pueda hacer algo bueno, o algo de lo que hace sea bueno; así vemos a los partidos políticos siempre enfrentados y echándose en cara algunas veces las mismas cosas que hacen, no aceptando que puedan estar en lo cierto en sus planteamientos porque ya de antemano no son mis planteamientos. Y eso lleva como consecuencia palabras duras, actitudes enfrentadas, violencia verbal que fácilmente es un caldo de cultivo de violencias más intensas que las palabras. Tengo ganas de encontrarme con alguien del matiz político que sea que acepte que lo que el otro hace o lo que hizo cuando tenía el poder en sus manos estuvo acertado.
Qué triste
que no sepamos colaborar cada uno de sus propios planteamientos uniendo
direcciones para hacer que las cosas salgan adelante. Nos creemos en exceso
poseedores de la verdad, y la verdad mía parece que es lo único que vale. En el
fondo en lo que estoy diciendo sabemos que nos referimos a muchos aspectos de
la vida social o política de nuestra sociedad, pero que nos encontramos también
en otros ambientes donde parecería que ese no podría ser el sentido del trabajo
o de la vida; y ahora me estoy refiriendo también en el ámbito de los grupos
cristianos y en muchos aspectos de la vida de la Iglesia, a la que muchas veces
estamos politizando en demasía.
Dentro de
nuestras parroquias los diferentes grupos en la vida religiosa andan muchas
veces a las greñas, hay que reconocerlo, o vemos como en las pequeñas
comunidades se crean grupos enfrentados que no logran el entendimiento que tendrían
que tener. Con libertad de espíritu tengo que decirlo y reconocerlo, que ojalá
esto pueda ayudar a muchos a que abran los ojos con una mirada nueva y con
nuevas actitudes, porque algunas veces incluso en nuestros grupos cristianos
nos puede faltar ese espíritu verdaderamente evangélico.
A todos nos
conviene escuchar lo que hoy nos narra el evangelio. Algo muy sencillo y
realizado incluso por algunos de los discípulos con muy buena voluntad y vienen
a contárselo a Jesús con toda ingenuidad.
‘Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos
querido impedir, porque no viene con nosotros’. Y vemos cómo Jesús les
reprende. ‘No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no
puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor
nuestro’.
Los que se creen poseedores únicos de
la verdad... Nos puede pasar y con demasiada frecuencia. Hay tantas personas
que hacen cosas buenas, que son generosas y comparten, que luchan por la
justicia y hacen el bien, que se comprometen dedicando su tiempo y su trabajo a
los demás, aunque en su corazón no hay principios religiosos sino meramente
humanitarios y de altruismo. ¿Se lo vamos a impedir? ¿Por qué no lo valoramos y
cooperamos con ellos también en lo que hacen? Son humanos y viven con
humanidad, y esto es lo que el Señor quiere de nosotros también. A nosotros
quizás nuestra fe nos pide dar un paso más, demos nosotros ese paso, pero
seamos capaces de valorar los pasos buenos que también están dando los demás.
¿Por qué no
pensar que esas cosas buenas, realícelas quien las realice, son también semilla
del Reino de Dios? Como nos dice hoy Jesús ‘el que no está contra nosotros
está a favor nuestro’. Ellos también dan señales del Reino de Dios en esos
gestos humanos que realizan, colaboremos nosotros también con ellos. Quitemos
esa acritud en la vida, sepamos valorar lo bueno que hacen los demás,
continuemos construyendo a partir de esos buenos cimientos que otros hayan
colocado. Así un día podremos ver un mundo mejor.
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