Dejemos que nuestra vida se impregne de los valores del evangelio y nuestra manera de actuar sea en el estilo de Jesús si en verdad nos decimos cristianos
Romanos 9,1-5; Sal 147; Lucas 14,1-6
Hay momentos en que nos encontramos con situaciones en que no tenemos muy claro cuál es nuestra forma de actuar; quizás nos sentimos presionados por el ambiente que nos rodea, quizá la costumbre o la rutina de que esto siempre se ha hecho así, el actuar de la mayoría como criterio que tienen algunos de encontrarse con la verdad, nos hace dudar cuando nosotros en nuestro interior vemos quizás otra posibilidad, o pensamos que desde un verdadero sentido de la caridad y el amor cristiano nuestra forma de actuar tiene que ser otro. Pero sentimos quizás que la gente no lo va a entender, que vamos a estar nadando a contracorriente y nos dirán que queremos estar cambiando todo, que nos van a tener por radicales y hasta de alguna manera extremistas, y todo eso nos puede llenar de dudas.
Hemos de tener nuestra propia personalidad, tener claros cuáles son nuestros criterios y qué es lo que en verdad tiene que predominar en la vida. ¿Dónde fundamentar esos criterios de autenticidad? ¿Cuál es verdaderamente el sentido que le queremos dar a nuestra vida? Pudiera ser que nos encontráramos envueltos en un mar de dudas. Pero cuando el sentido de nuestra vida parte del Evangelio, cuando en verdad centramos nuestra vida en la fe que tenemos en Jesús nuestras dudas tendrían que irse disipando y no podríamos dejarnos influir por quienes han hecho de su vida una rutina.
Por eso es tan importante que fundamentemos nuestra vida de verdad en el evangelio y en los valores del Reino de Dios. Esto nos obliga a una búsqueda constante, a un analizar nuestra vida contrastándola continuamente con la verdad del Evangelio, con lo que descubrimos en Jesús. Esto nos tiene que hacer valientes de verdad para no dejarnos seducir, para no dejarnos influir por un ambiente que incluso algunas veces se dice religioso y hasta cristiano pero que puede estar lejos de los auténticos valores del evangelio.
Es la profundización que tenemos que darle a nuestra vida. Que no siempre será fácil, porque muchas veces predomina la superficialidad y el dejarse arrastrar evitando todo lo que signifique esfuerzo y superación. Los cristianos necesitamos leer más el evangelio, pero una lectura sosegada, una lectura meditada y hecho oración, una lectura que sea en verdad abrir nuestro corazón a Dios y a su Palabra. Leemos muy deprisa el evangelio y eso cuando lo leemos; no le damos tiempo para que repose en nuestros corazones y vaya así transformándonos por dentro.
Hoy en el evangelio vemos que han invitado a Jesús a comer en casa de unos de los principales de la ciudad; allí hay muchos invitados de los maestros de la ley y del grupo de los fariseos que siempre estarán al acecho de lo que hace o dice Jesús. Y al entrar Jesús se encuentra con un hombre enfermo. Pero es sábado y ya sabemos lo que sucede y lo que son los criterios que predominaban precisamente entre aquellos que en aquel momento rodeaban a Jesús y están al acecho a ver qué es lo que va a hacer.
Jesús, como se suele decir, coge el toro por los cuernos y dirige directamente la pregunta a aquellos que le rodeaban. ‘¿Es lícito curar los sábados, o no?’ No espera respuesta Jesús porque además se han visto sorprendidos por sus palabras que se adelantan a las turbias intenciones que tuvieran en aquel momento. Jesús curó a aquel hombre sin importarle lo que pudieran responderle en su conservadurismo y en la rigidez con que se tomaban las Palabras de la Ley. No le importó a Jesús que lo estuvieran acechando ni la condena que hicieran de El y de su actuación. Es más les comenta. ‘¿A quién de vosotros se le cae al pozo el asno o el buey y no lo saca enseguida en día de sábado?’ No tenían nada que decir.
Creo que este pasaje del evangelio y este actuar de Jesús nos iluminan sobre todo aquello con lo que comenzamos nuestra reflexión. ¿Qué es lo que en verdad tiene que predominar en nuestra vida? busquemos siempre los criterios del evangelio.
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