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sábado, 18 de septiembre de 2021

Una semilla que se convierte en alimento y luz de nuestra vida, pero una semilla que a su vez se ha de convertir en generadora de nueva vida en el corazón de los demás

 


Una semilla que se convierte en alimento y luz de nuestra vida, pero una semilla que a su vez se ha de convertir en generadora de nueva vida en el corazón de los demás

1Timoteo 6,13-16; Sal 99; Lucas 8, 4-15

La semilla no es solo para guardarla en el almacén. Esa semilla por una parte como fruto de una cosecha ya realizada estará destinada a la elaboración de nuestros alimentos cumpliendo así su función, pero parte de esa semilla será para siembra de nuevos terrenos que un día germinarán para darnos en el futuro también cosechas de nuevos frutos.

Hay una parte que entra en el misterio de todo ser vivo y es como esa semilla con las humedades y condiciones apropiadas germinará para hacer nuevas plantas de las que un día esperamos recoger una cosecha; es el misterio de la vida en si misma, podríamos decir; pero bien sabemos que no solo habremos de proporcionarle las condiciones idóneas para esa germinación, sino que luego habremos de cuidar esas plantas germinadas para que un día puedan llegar a darnos esos frutos; es el trabajo del agricultor en cualquiera de sus facetas que cuida de la tierra y sabrá aportar en cada momento el cuidado que esas nuevas plantas han de tener para producir esos frutos.

La imagen de la semilla es algo repetido en el evangelio y que nos quiere ofrecer variados mensajes para el provecho de nuestra vida cristiana. Es la semilla esparcida por el sembrador como hoy nos habla la parábola en distintas tierras y en distintas condiciones que nos pueden producir los más variados frutos; es la semilla de la que se nos hablará en otros momentos que sembrada en tierra se nos queda en el misterio de cómo germina para hacer brotar los tallos de nuevas plantas que un día nos ofrezcan sus frutos; es el grano de trigo que nos dirá Jesús en otra ocasión que ha de ser enterrado para que pudriéndose en la tierra pueda hacer germinar una nueva vida; o será la semilla buena que es sembrada mientras el enemigo al mismo tiempo sembrará la mala semilla haciendo que crezcan juntos el trigo y la cizaña como señal también de esa fortaleza conseguida en la lucha contra el mal.

Hoy se nos ha hablado de ese campo de la vida, con distintos terrenos y distintos cultivos, con personas de las más variadas que darán diferentes respuestas según sean sus propias actitudes y miramos el mundo que nos rodea en su diversidad y complejidad pero donde ha de seguir sembrándose esa semilla de la Palabra de Dios; y nos vemos a nosotros mismos en medio de ese campo, donde igualmente nos veremos influenciados por tan distintas cosas que nos llaman la atención y que nos atraen donde tenemos el peligro de perdernos o de no saber encontrar el sentido de esa semilla que de una forma o de otra va llegando a nosotros.

¿Sabremos discernir de verdad entre esas variadas semillas que llegan a nuestra vida cuál es el trigo bueno que hemos de acoger, bien sembrar y cultivar? Somos los agricultores de ese campo de la vida, y el buen agricultor estudia detenidamente la tierra que ha de cultivar para saber cómo mejor prepararla, pero también busca la semilla más apropiada que pueda ser cultivada en esa tierra para aprovechar las mejores condiciones.

Es la atención con que hemos de vivir la vida, es la atención que hemos de prestar a lo que llega a nosotros para discernir lo bueno y lo mejor. Y es que Dios nos habla, como lo ha hecho a través de todos los tiempos, y nos hace llegar su palabra por diversos caminos algunas veces insospechados; y hemos de saber estar atentos a ese momento en que Dios siempre su Palabra en nuestro corazón desde la Palabra solemnemente proclamada, pero también desde los hechos, la vida, los gestos, las cosas que suceden en nuestro entorno, que se pueden convertir en señales de Dios para nuestra vida.

Una semilla que se convierte en alimento y luz de nuestra vida, pero una semilla que a su vez se ha de convertir en generadora de nueva vida en el corazón de los demás porque así estamos llamados a ser sembradores de esperanza y de vida en medio del mundo que nos rodea.

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