Aprendamos
del silencio de María o lo que es lo mismo aprendamos de su amor de Madre para
que guardemos en nuestro corazón los sufrimientos y alegrías de los demás
1Timoteo 3, 14-16; Sal 110; Juan 19, 25-27
Cuántas cosas guardan las madres en el
silencio de su corazón. Es el silencio del amor, es el silencio del dolor y del
sufrimiento, es el silencio que solo puede comprender una madre. Atrevido soy
yo para hablar de eso. Un corazón de
madre que es todo amor; un corazón de madre que será siempre un cofre abierto
para recibir de los hijos pero un cofre cerrado que guarda en silencio porque
su sufrimiento es solo para ella.
Hoy contemplamos y celebramos a quien
está en silencio al pie de la cruz de su Hijo. No le escuchamos decir palabras,
como pocas son las que a lo largo de su vida nos trasmitirá el evangelio
salidas de sus labios aunque todas son de una riqueza grande. Muda en silencio
se quedó al sentirse invadida por el ángel en su casa de Nazaret y escuchar sus
palabras. Se puso a considerar que significaban aquellas palabras; se hará
preguntas en el silencio de su corazón aunque solo conocemos las que le hizo al
ángel y su respuesta final. ‘¿Cómo será eso?’, se pregunta porque al
mismo tiempo vislumbra todo el significado y repercusión que a la larga iba a
tener en su vida lo que le proponía el ángel, pero el silencio se rompe luego
para decir sí, hágase, ‘cúmplase en mi según tu palabra’. Y María
comenzó a guardar en su corazón.
En silencio camina a la montaña donde
sabe que tiene que ir a servir, pero cómo rumiaría por aquellos caminos todo el
misterio que en ella se estaba realizando. En su mente podrían estar también
las dudas que más tarde tratarían de amargar el corazón de José, pero sin tener
respuestas deja que se realice el actuar de Dios que irá más allá de lo que
ella pudiera pensar o intentara explicar. Son silencios que aunque la llenan de
Dios no dejan a un lado los sufrimientos de su corazón cuando sospecha del
sufrimiento de los demás en este caso de José.
Pero sorprendida se vio de nuevo cuando
su prima la recibe con alegría y cánticos de alabanza como la madre de su
Señor. Por eso sus labios romperán el silencio solamente para unirse a ese
cántico de alabanza que seguramente había ido rumiando mientras hacía el camino
desde Nazaret. Ella está viendo el actuar de Dios que se ha hecho presente
también allí en la montaña entre los humildes como se ha hecho presente en su
corazón que se siente pequeño; pero sus palabras sin ella quizás darse cuenta
son también profecía de ese mundo nuevo, de ese Reino nuevo, donde los
poderosos serán abajados de sus tronos mientras los pequeños y los humildes son
levantados. Son los silencios de una madre que se hacen profecía.
En el camino que de nuevo hará desde
Nazaret hasta Judea con todas aquellas maravillas que se sucederán en Belén con
el nacimiento de Jesús, también escucharemos su silencio. Porque los silencios
también hablan y podrán trasmitirnos muchas cosas. Y como nos dirá el
evangelista María iba guardando su corazón todo cuanto ante ella y en ella se
iba sucediendo.
El sufrimiento de una madre que no
puede ofrecer el calor de una cuna a su hijo recién nacido, la pobreza de aquel
establo que misteriosamente comenzará a brillar con una luz especial porque
allí está el Sol venido de lo alto, la humildad y sencillez de aquellos
pastores que allí llegan guiados por los anuncios del ángel, más tarde aquellos
magos venidos de Oriente con sus ofrendas, son cosas que María va guardando en
su corazón. Sufrimientos que se entremezclan con alegrías, oscuridades de una
noche solo iluminada por las estrellas, silencio de las puertas que no se abren
que serán imagen del rechazo que un día su Hijo sufrirá, pero al mismo tiempo resplandores de cielo en
los ángeles que cantan la gloria del Señor, serán cosas que se suceden y que
María va guardando en su corazón.
Serán las palabras del anciano Simeón
que por un lado reconoce la gloria del Señor porque llega el sol que viene de
lo alto y quien va a ser la alegría de todo el pueblo, pero que a ella le
anuncia espadas de dolor y de sufrimiento. Los silencios siguen amontonándose
en el corazón de María a medida en que sigue creciendo su amor. Su huida a
Egipto porque Herodes busca al Niño para matarlo y su peregrinar de un lado
para otro hasta establecerse definidamente en Nazaret serán silencios de amor
que se van acumulando en su corazón.
El ángel le había anunciado que sería
el Hijo del Altísimo y por el significado de su nombre que será el que salvará
al pueblo de sus pecados, pero la vida en Nazaret transcurre en la monotonía y
el silencio. ¿Cómo se realizarán los planes de Dios? son preguntas como las que
nosotros nos hacemos cuando estamos a la expectativa de algo pero vemos que no
se realiza.
Un día marchará Jesús para el Jordán, a
donde iban tantos a escuchar a Juan, y a su vuelta serán los caminos y las
aldeas de Galilea las que se convertirán en el hogar de aquel nuevo profeta que
la gente ve surgir. Pero, para María, silencio quedándose quizá en Nazaret o
siguiendo de cerca los nuevos caminos que Jesús comienza a realizar. Y a ella
llegarán toda clase de rumores, de lo que el mismo evangelio nos dice de la
aceptación o no de Jesús por unos y por otros. Pero el silencio de la madre
sigue en pie como se mantiene firme el amor en el corazón de la madre que nunca
desfallece.
Ahora hoy la contemplamos al pie de la
cruz de su hijo también en silencio. Ella está haciendo suyo todo el
sufrimiento de su Hijo en la cruz, o lo que es lo mismo, todo el amor que Jesús
está viviendo en su entrega en la cruz. Es la madre llena de dolor, como no
puede ser menos, pero es la madre que sigue allí con corazón abierto porque
allí recibirá el regalo de unos nuevos hijos. ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo’,
le dice Jesús, mientras escucha que a Juan le dice ‘ahí tienes a tu madre’.
Ya desde entonces la casa de Juan será la casa de María. Ella estará ya desde
entonces haciendo suyo, metiendo en silencio en su corazón, todos los
sufrimientos y las alegrías de los que desde ahora son también sus hijos.
Nos quedamos aquí contemplándola y
reviviendo con ella todo lo que ha sido ese recorrido de silencio y de amor,
todo lo que ha sido y seguirá siendo ese recorrido de Madre. Porque ahora
seremos nosotros los que estamos también dentro del corazón de María, y María
también guardará nuestros secretos porque desde entonces ella es también para
nosotros la madre en la que confiamos. Y María conservaba, María sigue
conservando muchas cosas en su corazón de Madre de nosotros, sus hijos.
¿Aprenderemos nosotros de los silencios
de María? ¿Habremos aprendido de lo que es su amor de Madre? ¿Qué es lo que
nosotros vamos guardando también en nuestro corazón? ¿Aprenderemos nosotros a
ser como María corazón abierto para los demás? ¿Sabremos hacer nuestros en
silencio, en el silencio de nuestro corazón, lo que son los sufrimientos y las
alegrías de los demás que caminan a nuestro lado?
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