Tenemos
el peligro de que vivamos tan obnubilados por el estado en que nos encontramos
que no lleguemos a realizar ese paso de Dios, esa pascua, en nuestra vida
Jeremías 31, 31-34; Sal 50; Hebreos 5, 7-9;
Juan 12, 20-33
Comienza hoy el evangelio con algo que
pudiera parecer anecdótico, pero que no lo es tanto y puede tener un hermoso
significado para nosotros. Dos gentiles quieren conocer a Jesús. ¿Algún gentil
venido de alguna parte a Jerusalén en los días de la fiesta de la pascua porque
quizá sentía alguna simpatía por los judíos o por la religión judía? Es una
posibilidad, como podemos pensar hoy en alguien que estaba de turismo. Podemos
pensarlo y no nos equivocamos tanto porque también en la antigüedad a la gente
le gustaba viajar. No sería a la manera que hoy lo hacemos pero está también la
posibilidad de alguien que quería conocer la cultura y la idiosincrasia de los judíos
y venía también de viaje.
Pero sea una forma u otra, ahí se queda
la anécdota aquellas dos personas querían conocer a Jesús. Y se valen de
alguien a quien ellos ven cercano a Jesús, por eso acuden a Felipe, que se vale
también de Andrés para presentarle a estos gentiles a Jesús. Pero no olvidemos
que hay una curiosidad, una búsqueda de alguien que quiere conocer más, quiere
conocer directamente a Jesús.
¿Y hoy podemos encontrarnos personas así?
No lo dudemos, en lo que tenemos que pensar es la respuesta que nosotros damos
a los que sienten también esa curiosidad por conocer a Jesús, por conocer el
evangelio, se interesan por la vida cristiana y no siempre se sienten acogidos
por nosotros para dar ese paso sincero y concreto de búsqueda de Jesús. Mucho tendría
que hacernos pensar, cómo hemos de ser mediaciones para el encuentro con Jesús,
pero nuestra mediación es pobre, indecisa, o nosotros mismos aunque sintamos
ese deseo realmente no buscamos, ni ofertamos la ayuda de una búsqueda a los
demás.
Estamos viendo, pues, que la anécdota
era mucho más que una anécdota. Y ese algo tiene que estar muy vivo en
nosotros. Ha llegado la hora, nos dice Jesús, en que el Hijo del
Hombre va a ser glorificado. Escucharemos al final incluso, a la manera de
una teofanía, la voz del cielo que lo señala aunque no todos entienden el signo
de lo que ha sucedido.
En algún momento Jesús había dicho que
aún no había llegado la hora. Ahora se muestra palpable esa hora, incluso con
las palabras que se escuchan desde el cielo. ‘Lo he glorificado y volveré a
glorificarlo’. Pero al mismo tiempo Jesús habla de un grano de trigo que ha
de ser enterrado en tierra para que germine. ¿Cómo será ese ser enterrado en
tierra? ¿Cómo ha de germinar el Hijo del Hombre? ¿Cómo va a ser glorificado? Ya
nos hablará Jesús a continuación de que el Hijo del Hombre va a ser levantado
en alto y entonces atraerá a todos hasta El. Y nos dice el evangelista que con
estas expresiones está refiriéndose a su muerte y a su resurrección.
También cuando el diálogo con Nicodemo
señala el evangelista que el mundo se mueve bajo sus pies – la gente decía que
había sentido como un trueno - y se va a hablar entonces de esa glorificación.
El Hijo del Hombre va a ser levantado en alto para atraer a todos hasta El.
Porque el que crea en aquel que va a ser levantado en alto va a alcanzar los
dones de la salvación, los dones de la pascua, el poder contemplar el rostro de
Dios pero también como ese grano de trigo que es enterrado en tierra para que
de fruto, para que nosotros obtengamos el fruto de nuestra resurrección, podrá
obtener la vida eterna.
No vamos a ser un grano de trigo
cualquiera, como no lo fue Jesús. Es el grano de trigo que se siembra en tierra
para que germine y para que dé fruto. Pero para germinar tienen que morir. Es
lo que pasó con Jesús; es lo que tiene que pasar en nosotros cuando nos unimos
a Jesús y vivimos su pascua. Y vivir la pascua es pasar por la muerte para
llegar a la vida.
¿Hemos pensado seriamente, con
serenidad pero también con cierta profundidad que eso es lo que ahora nosotros
vamos a vivir en la celebración de esta Pascua? ¿Cuál será la muerte por la que
hemos de pasar para poder renacer, resucitar a nueva vida?
Tenemos el peligro de que vivamos tan
obnubilados por el estado en que nos encontramos en medio de la pandemia que no
se acaba, que simplemente digamos este año no hay semana santa y no llegues a
realizar ese paso de Dios, es pascua, en nuestra vida. Alelados por no poder
tener todas esas celebraciones exteriores que solemos tener, aunque el año
pasado ya lo pasamos en circunstancias semejantes, dejemos pasar la oportunidad
de celebrar de verdad, desde lo más hondo la pascua.
Hay vivencias pascuales que no tenemos
por qué dejar de vivir cuando quizá además por otra parte más lo necesitemos.
Puede ser el momento en que le demos aún mayor profundidad a lo que hacemos y
celebramos integrando todas las circunstancias que vivimos en nuestra
celebración pascual.
El Hijo del Hombre va a ser levantado
en lo alto para atraernos a todos hacia sí, pero pensemos que al Hijo del
Hombre lo podemos ver, lo tenemos que ver en tantos levantados en lo alto del
sufrimiento, de su cruz, de su dolor, de sus soledades y traspasado por tantas
cosas que lo dejan también desfigurado como los profetas describían al siervo
de Yahvé. Y Jesús nos está diciendo que cuando lo veamos así va a ser
glorificado, podremos contemplar la Hora del Hijo del Hombre, la Hora de
nuestra Salvación.
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