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miércoles, 24 de marzo de 2021

Busquemos la libertad que me hace encontrarme conmigo mismo para desatar ataduras, para liberarnos de caprichos, para encontrar la verdadera sabiduría de mi vida

 


Busquemos la libertad que me hace encontrarme conmigo mismo para desatar ataduras, para liberarnos de caprichos, para encontrar la verdadera sabiduría de mi vida

Daniel 3, 14-20. 91-92. 95; Sal.: Dn 3, 52ª-56ª; Juan 8, 31-42

¡Qué difícil hablar de libertad! Es el ansia, es cierto, de todos los hombres y de todos los pueblos, hoy y en todos los tiempos. Queremos libertad es el grito que más se escucha; se sigue repitiendo en manifestaciones de todo tipo, y incluso en aquellas en las que parece que lo que se pide nada tenga que ver con la libertad, sin embargo es el eslogan preferido, el eslogan más repetido y algunas veces uno se pregunta si los que están pidiendo libertad saben lo que piden. ¿Cómo se reflejará todo eso en sus vidas?

Libertad porque yo tengo derecho a opinar lo que a mí me parezca; libertad porque yo quiero hacer lo que yo quiero por mí mismo sin que nadie me coarte, nadie me tenga que señalar lo que tengo que hacer; libertad, libertad, oímos repetir una y otra vez quizá cuando esos gritos van teledirigidos por intereses de quienes saben manipular los gritos de los que piden libertad pero son los más esclavos porque no hacen sino repetir lo que les dicen sin convicciones profundas, sin un sentido de vida, sin una metas que den más plenitud a la persona, sin valoración ni respeto a los que puedan opinar en contra, porque si opinas de forma distinta ya te dicen que estás atentando contra la libertad. Se siente uno desencantado viendo peticiones y razonamientos, descubriendo intereses oscuros y ocultos de los que manejan los hilos con lo que acabamos todos siendo unas marionetas.

Libertad es cierto es la aspiración más noble de la persona, pero una libertad que me haga grande porque encuentre un verdadero sentido a mi vida; una libertad que valora la persona por encima de todo pero que nos lleva también a respetarla en sus planteamientos aunque nos puedan parecer equivocados; una libertad que con profundos fundamentos construye la vida de las personas desarrollando lo más noble que hay en ellas y así hace una sociedad también más justa; libertad que me levanta del ras del suelo para no ser pisoteado pero me hace ver valores altos, nobles, espirituales que me dan la verdadera grandeza; libertad que me hace encontrarme conmigo mismo para desatar ataduras, para liberarnos de caprichos, para encontrar la verdadera sabiduría de mi vida; libertad que me ayuda también a descubrir la presencia de Dios en mi vida y en mi mundo, pero que no viene para coartar sino para engrandecer al ser humano.

Hoy nos dice Jesús que El viene a nosotros para que sepamos encontrar esa verdadera sabiduría de la vida que nos va a conducir por los verdaderos caminos de la libertad. Y hoy nos dice: ‘Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres’. Conocer la verdad que nos hace libres. Es esto muy importante.

Ya podríamos afirmar de entrada que la mentira nos esclaviza porque es la verdad la que nos libera. De cuántas falsedades nos rodeamos, de cuántas vanidades y apariencias, de cuántos orgullos con los que queremos figurar de otra manera a lo que realmente somos y que nos llenan de apegos, de esclavitudes de tantas cosas, empezando por hacernos esclavos de nuestro amor propio.

Y Jesús viene a liberarnos. Cuando hablamos de liberación, de salvación pensamos en el pecado que nos ata y nos esclaviza, pero puede que se quede en un concepto al que al final no le demos el verdadero valor.


Tenemos que emplear esa palabra liberación con toda la carga de profundidad que tiene, porque nos arranca de esos apegos del alma, de esas esclavitudes que engañosamente muchas veces presentamos como camino de libertad; nos engañamos cuando nos hacemos esclavos del orgullo y del amor propio, de la vanidad de la vida con que nos presentamos y de todas esas apariencias que camuflan y ocultan el vacío que llevamos en nuestro interior. Un vacío que nos llena de falsedad y de mentira, un vacío que finalmente nos esclaviza.

¿Piensas que solo cuando haces lo que te apetece, lo que te dictan tus pasiones, lo que te da la gana como se suele decir tan fácilmente, es cuando somos realmente libres de verdad? Piénsatelo dos veces.

Leamos con detenimiento este pasaje del evangelio que hoy se nos propone para que encontremos esa verdad que es Jesús que nos da la más hermosa libertad.

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