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sábado, 27 de junio de 2020

Es necesario saber sintonizar mejor con los demás, y para ello necesitamos detenernos para escuchar dejando a un lado prejuicios e insensibilidades


Es necesario saber sintonizar mejor con los demás, y para ello necesitamos detenernos para escuchar dejando a un lado prejuicios e insensibilidades

Lamentaciones 2, 2. 10-14. 18-19; Sal 73; Mateo 8, 5-17
‘Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho’. Hermosa oracion, hermosa súplica aunque en sus palabras pareciera que no pide nada. Simplemente está contando lo que sucede, está hablándole a Jesús del sufrimiento del criado que tiene en casa discapacitado. Por supuesto que en sus palabras está la intención de la súplica; pero destaca la sencillez y la humildad; destaca su sensibilidad, su preocupación por los que tiene cerca de sí. Luego manifestará la fe grande que tiene que merecerá incluso la alabanza de Jesús.
Pero creo que este primer pensamiento ya nos tendría que llevar a más reflexiones. Su sensibilidad y su preocupación. Parece como si lo sintiera como algo propio, lo está sufriendo él también. Ya sé que este texto en ocasiones ha dado pie a comentarios muy interesados desde ciertos sectores queriendo ver más allá de lo que realmente nos dice el evangelio. Como si el sentir o sufrir como algo propio el sufrimiento de otra persona solo se pudiera tener desde ciertos estilos de vida que hoy se tratan mucho de justificar. Cuesta incluso desligar una amistad sincera y limpia de otros llamémoslo intereses en la relacion entre las personas.
Yo quiero mirar la sensibilidad del centurión por el sufrimiento de su criado simplemente desde la sensibilidad de un corazón que sabe estar abierto a los demás. Muchas veces en la vida vamos demasiado insensibles en medio de un mundo de sufrimientos que nos rodea y ante el que intentamos cerrar los ojos para que no nos compliquen; demasiadas veces en nuestra insensibilidad hasta querer culpabilizar a esas personas que sufren de su propio sufrimiento, quizá para disculparnos con disculpan que no nos valen de nuestra insensibilidad.
Es necesario saber sintonizar mejor con los demás, y para ello necesitamos detenernos para escuchar, pero eso nos cuesta en nuestro mundo de prisas; y así vamos con nuestros prejuicios, con las valoraciones que nosotros nos hemos hecho sin haberlos escuchado, con cierto racismo en el interior de nuestro corazón en tantas ocasiones. Conocer y comprender, y para eso es necesario escuchar, nos complica la vida; por aquello de que ojos que no ven corazón que no siente, no queremos saber y juzgamos y hasta condenamos de antemano. Si abriéramos los oídos de nuestro corazón un poquito más seguro que nos llevaríamos grandes sorpresas.
Jesús se detuvo junto a aquel hombre que venia con su súplica. No era un judío en este caso, porque era un centurión romano; para más perteneciente al ejército que los dominaba y que les hacia sentirse tan mal a los judíos. No entraban en sus casas, porque incluso era causa de una impureza legal, los rechazaban ya de antemano por ser extranjeros. El judío como miembro del pueblo elegido ya se sentía superior de todo extranjero al que llamaban gentil y tenían otros epítetos muy fuertes para referirse a ellos – recordemos el episodio de la mujer cananea -.
Pero Jesús se ofreció a ir a su casa para curar al paralítico, como haría en tantas otras ocasiones como en el caso de Jairo, y ante las protestas de humildad de aquel hombre que no se consideraba digno de que Jesús entrara en su casa, Jesús se detiene a escucharle. Y aquí está la sorpresa, Jesús va a alabar la fe de aquel  hombre. ‘No he encontrado en Israel una fe tan grande’. Y dirá Jesús entonces palabras que tendrían muy en cuenta todos los que estaban en su contra porque parece que los elegidos del pueblo de Dios van a ser sustituidos por los que vienen de otras partes. ‘Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; en cambio, a los hijos del reino los echarán fuera, a las tinieblas’
Aprendamos el hermoso mensaje de este evangelio. Tengamos siempre la sensibilidad de escuchar a los demás y sentir como propio el sufrimiento de nuestros hermanos.

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