La luz y verdad del evangelio amplía los horizontes de
nuestra existencia, dándonos trascendencia, disipando dudas y temores,
sintiendo la fortaleza del Espíritu
Jeremías 20, 10-13; Sal 68; Romanos 5,
12-15; Mateo 10, 26-33
Cuando éramos pequeños
nuestros mayores querían que quitáramos el miedo y nos decían que los hombres
no tienen miedo, que los hombres son valientes. Sé que lo hacían con la buena
voluntad de que aprendiéramos a superar situaciones difíciles, el paso por
lugares oscuros de la vida y al mismo tiempo superar o enfrentarnos a las
dificultades que encontráramos, pero no sé si acaso ellos a pesar de sus
palabras también ocultaban sus miedos y sus temores.
Es algo humano cuando
tenemos que enfrentarnos a lo desconocido, cuando sabemos que vamos a encontrar
dificultades que nos va costar superar, cuando incluso pensamos en el futuro de
la vida lo que nos puede deparar, las circunstancias que vamos a encontrar o
reconocer la debilidad que hay en nosotros mismos. Claro que tenemos que
prepararnos para ello, saber encontrar una fortaleza interior que nos dé
seguridad, tenemos unos recursos y no se trata solo de cosas materiales sino psicológicos
y espirituales que no nos hagan perder la paz.
Ahora mismo en nuestra
sociedad nos encontramos con muchas incertidumbres; hemos estado viviendo
momentos difíciles que de alguna manera nos han cogido desprevenidos y con
nuestros miedos en nuestro interior hemos tratado de ir sorteando dificultades.
El temor a un contagio, la enfermedad, las dificultades de atención ante tanta
improvisación por lo desconocido nos ha venido acompañando, pero seguramente
las preocupaciones van cambiando y ya no es solo el temor a un contagio, sino
la situación en que queda nuestra sociedad. Son preocupaciones que tenemos que
afrontar, necesitamos algo en que apoyarnos, algo que nos de esperanza y
fortaleza para seguir en este camino en que nos hemos visto envueltos. Y algo
tiene que ver también nuestra fe, algo tenemos que saber encontrar en nuestra
fe.
Las palabras de Jesús
hoy en el evangelio si sabemos escucharlas allá en lo más hondo del corazón
pueden ser luz en medio de nuestras oscuridades. Es cierto que estas palabras
de Jesús en su intención primaria, por decirlo de alguna manera, era prevenir a
los discípulos en las dificultades en que se iban a encontrar en la tarea del
anuncio del evangelio y de su vivencia en medio del mundo. Iban los seguidores
de Jesús a encontrar oposición, y más que oposición encontrarían también
persecuciones que afectarían también a sus vidas. Y Jesús por tres veces en
este texto que hoy hemos escuchado les dice que no tengan miedo.
El cristiano sabe que
no se encuentra solo, que en la tarea que Jesús le ha encomendado del anuncio y
testimonio del Evangelio cuenta siempre con la presencia del Espíritu del Señor
que es su fortaleza. El discípulo de Jesús sabe que no es más que su maestro, y
si a Jesús lo llevaron hasta la cruz el discípulo puede encontrarse también en
ese camino. Hoy con la experiencia de la historia que también se vive en el
momento presente de muchas formas sabemos las persecuciones con que nos vamos a
encontrar. Y el cristiano sabe que lo de menos es que pueda perder la vida de
su cuerpo, que lo importante es la fidelidad interior que ha de mantener en
todo momento. Su seguridad y su fortaleza están en el Señor.
Es el testimonio claro
que tiene que dar con toda su vida, con la fidelidad al mensaje que no puede
callar, ocultar o disimular. La verdad del evangelio tiene que salir siempre a
la luz. Y esa verdad del evangelio la tenemos que llevar reflejada en nuestra
vida. Esa verdad del evangelio que amplía los horizontes de nuestra existencia,
que llena de trascendencia nuestros actos y nuestra vida toda, que nos hace
mirar a nuestro mundo con una mirada nueva para sentirnos también responsables
de él, que nos da unos valores por los que luchar y que dan sentido a cuanto
hacemos, unas nuevas actitudes ante los demás a los que miraremos con una
mirada distinta porque son unos hermanos que caminan a nuestro lado.
Es la luz nueva que
nos proyecta el evangelio, aunque enfrente encontremos otras luces que
encandilan, que nos llaman la atención, que tratan de distraernos de nuestro
camino, que van a tratar de oscurecer cuanto nosotros podamos hacer. Pero nos
sentimos seguros en lo que hacemos, en el camino que queremos recorrer, en
nuestra tarea y compromiso por hacer un mundo mejor. Y aunque mucha sea la
tarea o muchas sean las dificultades no tenemos miedo; es lo que el Señor
quiere inculcar hoy en nuestro corazón.
Todo esto que estamos
reflexionando está haciendo referencia a todo lo que es nuestra vida y nuestra
vida desde el sentido de Cristo cualesquiera que sea la situación que vivamos.
Por eso ahora en estos momentos tiene que brillar fuerte esa luz del evangelio
en la situación en la que encontramos. En nosotros no puede faltar la
esperanza, porque sabemos de quien nos confiamos. Pero no es un optimismo
ensoñador que nos haga perder contacto con la realidad. Es una esperanza viva
porque tenemos que tener muy claro como tenemos que actuar.
Tenemos que ser los
primeros en el compromiso, los que vayamos sembrando ilusión nueva y mucha
esperanza en los que caminan a nuestro lado para hacer que nos sintamos
fuertes; tiene que ser fuerte nuestro espíritu de solidaridad porque sabemos
que apoyándonos juntos y sabiendo caminar de la mano los unos con los otros es
como saldremos adelante y podremos alcanzar nuestras metas; tenemos mucho que
luchar y luchar sin cansarnos, sin tirar la toalla, sin estar con ensoñaciones
de lo que pudiéramos hacer sido sin estas circunstancias; tenemos que saber
sacar todos los recursos de un espíritu que se siente fuerte; no podemos
permitir que el derrotismo se nos meta por dentro porque sería el mejor camino
para hundirnos.
Hoy nos habla Jesús de
cómo el Padre bueno del cielo cuida de los pajarillos del cielo, como dice, que
se venden por unos cuartos, cuánto más no cuidará de nosotros que somos sus
hijos. Es la confianza de los que nos sentimos amados y queremos poner amor
porque es el camino que nos salva, que nos lleva a la luz.
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