Necesitamos
hoy hacer un nuevo anuncio del evangelio porque nuestro mundo sigue estando
desorientado y perdido como ovejas que no tienen pastor
Génesis 32, 22-32; Sal 16; Mateo 9,32-38
Los que ya viven una vida urbana en
medio de las ciudades con poco o nulo contacto con el campo, el mundo de la
agricultura o de la ganadería las imágenes de un rebaño con su pastor poco le
dicen salvo por lo que hayan aprendido de oídas o lo hayan leído en libros.
Quienes todavía viven en un ámbito rural pueden estar mas familiarizados con
estas imágenes, que quizá ya cada día vemos menos, porque incluso el cuidado
del los animales también va cambiando en la forma y cada vez menos se ve es
trashumancia con el traslado de rebaños o manadas de ovejas o de cabras de un
lugar para otro.
Sin embargo es difícil imaginar un
rebaño que no sea conducido por su pastor; no es lo normal ver a los ganados
sin sus pastores o sus cuidadores. Incluso aquellas ovejas que podamos ver
sesteando en un prado en el campo, por algún lugar ha de estar sus pastores con
sus perros guardianes vigilantes y cuidado de sus ovejas o sus ganados.
Sin embargo esta es la imagen que nos
ofrece Jesús en el evangelio para hablarnos de la situación en la que se
encontraban las gentes de su tiempo. A pesar de que en el pueblo de Israel se
cuidaba mucho la religiosidad de las gentes, la atención a través de los
maestros o doctores de la ley que la explicaban cada sábado en la sinagoga y
todos los días en las explanadas de templo Jesús dicen que están como ovejas
extenuadas y abandonadas porque no tienen pastor.
El evangelio nos ha venido hablando del
endemoniado que era mudo y al que Jesús curó; la reacción de las gentes
admiradas ante el hecho proclamando que nunca han visto cosa igual, mientras
por otra parte aquellos que se consideraban dirigentes en medio del pueblo, en
este caso los fariseos, atribuyen el milagro de Jesús al poder de los demonios.
Todo esto crea confusión entre las
gentes, pero Jesús recorría pueblos y ciudades, enseñando en las sinagogas,
anunciando el evangelio del Reino y curando todo tipo de enfermedades. Las
gentes acudían ansiosas a Jesús, querían escuchar su Palabra, tenían hambre de
Dios, se sentían pobres y necesitados y acudían a Jesús con sus problemas y necesidades
expresadas en el hecho de llevar a sus enfermos para que Jesús los curase. Es
cuando Jesús nos expresa la necesidad y la confusión de aquellas gentes con la
mencionada imagen, pero nos dice que los obreros son pocos, que roguemos al
Señor de la mies para que envíe obreros a su mies.
Si también nosotros fuéramos capaces de
tener la visión de Dios, la visión que Jesús tenia del mundo, lo mismo
constataríamos de nuestro mundo y nuestra sociedad. Podemos hoy tener muchas
cosas y el nivel de vida de nuestra sociedad haya cambiando al menos en nuestro
entorno, aunque todavía descubrimos muchas necesidades y problemas, pero quizás
tendríamos que saber constatar esa angustia, esa desorientación, esas
confusiones que podemos descubrir en nuestro mundo moderno.
En la mayoría de nuestra sociedad
percibimos una pérdida del sentido de Dios y vemos que aunque en momentos
podamos ver a muchos en los que afloran unos sentimientos religiosos ante
determinados acontecimientos, sin embargo se va desterrando de nuestra sociedad
lo que suene a religioso y a cristiano.
En una sociedad que en principio
llamábamos de cristiandad la luz del evangelio no es ya la que brilla en ella y
los verdaderos valores de evangelio van siendo desterrados de nuestro mundo,
queriendo incluso en ocasiones quererlos sustituirlos por otros, como si fueran
ya cosa caducada; rescatamos viejos ritos ancestrales ajenos al cristianismo y
cuando hemos desterrado los ritos religiosos de sentido cristiano resucitamos
otras creencias, otros ritos, que casi como una nueva superstición se van
apoderando de nuestra sociedad.
Personas que fueron educadas en la fe
cristiana, que un día se prepararon para una primera comunión o incluso la confirmación,
vemos como han dejado a un lado todo eso olvidándose de su fe cristiana y dejándose
mecer por otros ritos o sortilegios de más sentido pagano, como si nunca el
evangelio hubiera pasado por sus vidas. Escuchan solo lo que les puede
interesar o que les haga fácil la vida dejándose arrastrar por caprichos o
cosas que nos satisfagan nuestros apetitos y así vamos andando por la vida.
Nuestra sociedad descarriada,
extenuada, como ovejas abandonadas que no tienen pastor que les guíe y les
conduzca a las verdaderas fuentes de la vida que solo en Cristo podemos
encontrar. Es el grito de Jesús que hoy escuchamos en el evangelio y que tendría
que despertarnos a aquellos que queremos vivir de verdad y con todo sentido
nuestra fe cristiana. Es el grito que tendría que sensibilizarnos para que en
verdad vivamos de una forma comprometida nuestra fe, y sintamos la urgencia del
anuncio de nuevo del Evangelio.
Se nos habla hoy con urgencia de una
nueva evangelización y tenemos que comprenderlo, sentirlo de verdad como una
urgencia en el corazón, que el Evangelio sea de nuevo proclamado con valentía
para que sea la sal y la luz de la tierra y del mundo.
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