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domingo, 5 de mayo de 2019

Solo el que tiene afinado el corazón en el amor será capaz de descubrir a Jesús incluso en la lejanía y esa es la sintonía de amor que tendría que sonar hoy en la Iglesia


Solo el que tiene afinado el corazón en el amor será capaz de descubrir a Jesús incluso en la lejanía y esa es la sintonía de amor que tendría que sonar hoy en la Iglesia

Hechos 5, 27b-32. 40b-41; Sal 29; Apocalipsis 5, 11-14; Juan 21, 1-19
Seguimos saboreando los olores de la Pascua; seguimos con la alegría pascual en el corazón y queriendo envolver toda nuestra vida; la liturgia se sigue rodeando de los signos pascual en el blanco resplandeciente de los ornamentos litúrgicos, pero en el color de primavera que todo lo envuelve y perfuma con el olor de las flores. Parece como si todo resplandeciera de una forma especial y la liturgia nos muestra numerosos signos de ese gozo vivo del corazón al cantar a Cristo resucitado. Y hemos de tener cuidado que no se nos muestren no solo las flores de nuestros adornos, sino más bien el corazón a causa de que entremos de nuevo en la rutina que nos hace olvidar aquel primer fervor.
Los textos de la liturgia tienen olores y color de pascua y toda la palabra de Dios proclamada sigue mostrándonos a Cristo resucitado e invitándonos a proclamar de forma viva nuestra fe. Vayan a Galilea y allí me veréis era el mensaje que trasmitieron en nombre de Jesús las mujeres a los discípulos cuando les anunciaron la resurrección. Y el texto del evangelio de Juan nos sitúa de nuevo en el lago de Tiberíades en Galilea testigo de tantos momentos vividos con Jesús.
Allá estaba parte del grupo de los apóstoles y siguiendo a Pedro habían cogido de nuevo sus barcas y aquella noche se había ido de nuevo a pescar. No entramos ahora en las circunstancias que vivían o los sentimientos que podían embargarles para volver de nuevo a la pesca, sino que nos quedamos contemplando el hecho que tanto nos puede decir y enseñar. Tampoco aquella noche habían recogido ningún fruto de su trabajo.
Es allí cuando están en sus faenas, con el desanimo quizá de una noche de trabajo en balde, cuando Jesús les viene a su encuentro. No lo reconocen. Nos escudamos tantas veces en que no había amanecido lo suficiente, pero si escucharon su voz que tampoco reconocieron. Demasiado enfrascados estaban en sus faenas o en sus desánimos.
Como tantas veces que oímos y no escuchamos, que vemos pero no observamos ni prestamos atención. Estamos quizás en lo nuestro, en nuestras cosas, en nuestras preocupaciones y pasan maravillas delante de nosotros y no somos capaces de sorprendernos. Hará falta quizá una mirada distinta, hará falta una sintonía del corazón que solo con la cuerda tensada del amor podríamos sintonizar de verdad. ¿Andaremos desafinados algunas veces en nuestra sintonía? ¿Qué nos podrá hacer perder esa afinación?
Hay un diálogo entre el desconocido y los pescadores del barco que al final se dejarán conducir por las indicaciones que se les hacen desde la orilla. Habrá peces en abundancia y todas aquellas sombras de desánimo quizá se transformaron en la alegría de la pesca inesperada. ¿Habrían olvidado la pesca que un día hicieran en ese mismo lago siguiendo las indicaciones del Maestro? Pero a alguien se le tensó la cuerda del amor – era el discípulo amado – para susurrar a Pedro que quien está en la orilla es el Señor. No fueron necesarias muchas palabras para que Pedro saltara al agua para llegar pronto a los pies de Jesús. Los demás vendrían arrastrando la red llena de peces de todas clases.
Cuando todos están en tierra Jesús les invita a comer, que sobre unas brasas había ya unos peces y se había preparado también el pan. Nadie se atrevía a preguntar porque todos ahora sí sabían que era Jesús. Eran ya muchos los signos que se iban sucediendo para que al fin se les abrieran los ojos y se encontraran de verdad con Jesús resucitado que había venido a su encuentro allí donde estaban con sus faenas, como se había encontrado en otra ocasión con los discípulos que hacían camino a su casa en la que le ofrecieron hospitalidad.
¿Tendremos que tensar las cuerdas del amor que muchas veces también a nosotros nos desafinan? Por eso la pregunta de Jesús a Pedro repetida tres veces. Preguntas a Pedro que presumía tanto de querer a Jesús que un día había dicho que estaba dispuesto a morir por El, pero sin embargo porque la carne es débil no solo se había dormido en el huerto sino que le había negado en el patio del pontífice.
No era solo el mantenerle la promesa que un día le hiciera de ser piedra sobre la que fundamentar su Iglesia señalándole ahora como debía pastorear a los corderos y a las ovejas, sino que era necesario fundamentar bien el corazón en el amor porque sin eso no habrá nunca verdadera seguimiento de Jesús ni habrá verdadera comunión de hermanos en la Iglesia que estaba naciendo.
¿No será por esa falta de afinación y sintonía por lo que nos encontramos con la atonía de tantos cristianos que viven con frialdad su fe? Hoy nos quejamos mucho de los males de la Iglesia, de tantas cosas que nos desagradan y que se pueden convertir en contra testimonio frente al mundo al que tendríamos ir como verdaderos mensajeros del evangelio, pero ¿no podrá sucedernos que se nos está enfriando el amor, que se nos están aflojando esos lazos del amor con los que tenemos que crear verdadera comunión de hermanos entre todos los que creemos en Jesús?
Triste sería que a la iglesia la convirtiéramos en una organización más en medio de la sociedad pero donde no estamos dando ese testimonio valiente de comunión y de amor que sería el que nos impulsara a ese anuncio del evangelio en medio del mundo. ¿Será esa la imagen que ven en nosotros, que ven en la Iglesia, los que están lejos de ella o el mundo que nos rodea?
Fijémonos que hoy nos ha dicho el evangelio que solo el que tenia afinado su corazón en el amor – era el discípulo amado – fue capaz de descubrir a Jesús en la lejanía. ¿Seremos capaces de descubrir a Jesús allí donde quiere El que le encontremos? Y ya sabemos donde y en quienes hemos de reconocerle. Por eso el evangelio hoy nos interpela con esa triple pregunta sobre nuestro amor. ¿Cuál es la respuesta que verdaderamente podremos dar?

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