Quien
come a Jesús, Pan de vida no sabrá lo que es morir porque nunca las sombras
de la muerte y del pecado podrán contra El, en Jesús está su alimento y vida
Hechos 8, 26-40; Sal 65; Juan 6,44-51
‘El que cree tiene vida
eterna. Yo soy el pan de la vida’. Seguimos con el llamado discurso del Pan de Vida de Jesús en
la sinagoga de Cafarnaún. Más que un discurso a la manera que entendemos un
discurso, ha sido como una conversación, en cierto modo una diatriba, entre
Jesús y los que habían venido a buscarle después del acontecimiento de la
multiplicación de los panes y peces.
Recordamos cómo Jesús
comienza interrogándoles sobre las verdaderas motivaciones de su búsqueda.
¿Solo porque habían comido pan hasta saciarse gratuitamente en el desierto? ¿Quizás
porque en ello habían visto un signo o señal de algo más que Jesús podría
ofrecerles? No tienen claro por qué buscan a Jesús, no terminan de
entender sus palabras, no acaban de comprender esa sabiduría de Dios que Jesús
quiere trasmitirles y que será lo que en verdad les conduce a plenitud.
Se está hablando
continuamente de vida y de resurrección. Una resurrección que es comenzar a
vivir con un nuevo sentido, con unos nuevos valores, con una nueva manera de
vivir. Para eso ha venido, esa es la voluntad del Padre, que tengan vida y,
como se nos dirá en otro momento, vida en abundancia.
Se habla del pan bajado del
cielo y ellos solo piensan en lo sucedido a sus antepasados en el desierto,
cuando comieron el maná. Pero Jesús les dice que no es Moisés el que les da ese
pan bajado del cielo, sino que es el Padre quien lo da, para eso ha venido
Jesús. Y terminará aclarando que El es el verdadero pan bajado del cielo para
que el hombre coma de él y no muera. Y les dice que sus antepasados comieron el
maná y murieron, pero que quien coma del Pan que El nos dará sabrá lo que es
vivir para siempre.
‘Vuestros padres
comieron en el desierto el maná, les dice, y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que
el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el
que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para
la vida del mundo’.
Quien está con Jesús nunca
se sentirá perdido. Quien cree en Jesús y pone toda su vida en sus manos se
sentirá conducido a la plenitud. Quien pone su confianza en Jesús y está
dispuesto a seguir su camino caminará por sendas que le conducen a la vida
eterna. Quien le dice Si desde lo hondo del corazón y cree en su Buena Noticia
se llenará de la Sabiduría de Dios encontrando el sentido más profundo de su
vida y que le llevará a la felicidad plena. Quien come a Jesús con Pan de vida
no sabrá lo que es morir porque nunca las sombras de la muerte y del pecado
podrán contra El, porque en El se siente fortalecido para siempre.
Pero esto no se puede
quedar en palabras o en buenos deseos. Esto tiene que ser opción radical de su
vida para poner a Jesús y su mensaje del Reino en el centro de su corazón. Ya
sabemos de nuestras debilidades, de nuestra inconstancia y de nuestros
cansancios pero con firmeza hemos de ponernos en el camino de Jesús. Sabemos
que El es nuestra fuerza, que nos ha dejado su Espíritu para estar siempre con
nosotros y llenar nuestro corazón de vida. Pongámonos en camino siguiendo
siempre los pasos de Jesús.
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