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viernes, 10 de mayo de 2019

Comer a Cristo significa que nuestra manera de entender y de hacer las cosas ha de ser ya como Cristo, con sus mismos sentimientos, su mismo amor, su misma entrega


Comer a Cristo significa que nuestra manera de entender y de hacer las cosas ha de ser ya como Cristo, con sus mismos sentimientos, su mismo amor, su misma entrega

 Hechos 9, 1-20; Sal 116; Juan 6, 52-59
‘Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros’. Unas palabras que dejan desconcertados a los judíos que las escuchan en la sinagoga de Cafarnaún. Aunque les costaba creer hasta ahora lo que les iba diciendo Jesús era algo que se podía aceptar más o menos. Se podía creer en El y en sus palabras porque despertaban esperanza. Pero lo que ahora les está diciendo Jesús les suena más fuerte. ‘¡Qué fuerte!’ como se expresan hoy los jóvenes cuando les dicen algo que les sorprende.
Jesús les está diciendo que el Pan vivo bajado del cielo es su propia carne, y que hay que comer su carne y beber su sangre para tener vida. Y es cierto que son palabras que desconciertan. Porque ir entendiendo que lo que El les decía era como un alimento para su vida y por eso se empleaba esa terminología en referencia al pan como alimento, era algo que se podía aceptar, se podía entender. Pero ahora suena a canibalismo, tomándose al pie de la letra las palabras de Jesús. Y a nosotros cuando entramos en nuestros propios razonamientos también se nos hacen difíciles de entender.
Sin embargo esa expresión de comerse a alguien bien que la empleamos cuando entramos en el ámbito del cariño o del amor. Pensemos en los mimos que les hacemos a nuestros niños pequeños y las expresiones que empleamos en ese sentido, como en todo lo que pude hacer referencia al amor entre dos personas que se aman profundamente. Se queda quizás en expresiones de amor o en imágenes significativas.
Y es que cuando Jesús nos está diciendo que tenemos que comer su carne y comer su sangre nos está hablando de esa unión tan profunda que hemos de mantener con El que asimilamos todo lo que es su vida, como asimilamos un alimento, para hacerlo vida nuestra. Claro que las palabras de Jesús se vendrán a comprender con mayor sentido y plenitud cuando en la última cena nos ofrezca su cuerpo y su sangre en el signo del pan y del vino, como señal de la alianza eterna en su sangre. Alianza, compromiso de amor eterno para hacer de las dos una sola vida.
Y es que comer su carne y beber su sangre es entrar en esa alianza que nos une para siempre. Cuando comemos el pan eucarístico significa esa alianza de amor que con Cristo tenemos para tener su misma vida, para vivir su misma vida, para hacernos uno con El de manera que lo que somos y lo que hacemos ya no es a nuestra manera sino a la manera de Cristo. No será la materialidad de comer el pan eucarístico sino todo el sentido nuevo y profundo con que queremos vivir nuestra vida. Nuestro pensamiento, nuestra visión de la vida, nuestra manera de entender y de hacer las cosas  ha de ser ya el de Cristo, con sus mismos sentimientos, con su mismo amor, con su misma entrega, con su mismo compromiso por la verdad y la justicia.
Comemos a Cristo, comemos y bebemos el pan y el vino eucarístico, comemos su carne y bebemos su sangre, porque queremos vivir su vida, para poder vivir su vida. Es una vida nueva que hay en nosotros, es una resurrección como El nos dice, es un nuevo sentido de vivir.
Necesitamos ahondar de verdad en las palabras de Jesús. Tenemos que dejar que el Espíritu del Señor nos ilumine y nos aclare y revela la verdad toda. Solo así comprenderemos y aceptaremos su mensaje; solo así podemos tener y vivir su misma vida. ¡Qué fuerte! Podemos decir nosotros también, pero así ha de ser la radicalidad con que seguimos a Jesús y hemos de vivir su vida.


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