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viernes, 3 de mayo de 2019

Con el testimonio de nuestra vida tenemos que facilitar hoy el encuentro de los demás con Jesús y el evangelio



Con el testimonio de nuestra vida tenemos que facilitar hoy el encuentro de los demás con Jesús y el evangelio

1Corintios 15, 1-8; Sal 18; Juan 14, 6-14
‘Señor, muéstranos al Padre y nos basta…’ le pedía Felipe a Jesús. Les costaba asimilar las palabras de Jesús. A nosotros ahora quizá nos puede parecer muy claro. Pero era algo nuevo y distinto lo que estaban escuchando. Y cuando escuchamos algo nuevo que nos sorprende por su novedad, porque nos hace cambiar nuestros esquemas mentales, la forma en que estábamos acostumbrados a ver las cosas también nos cuesta asimilar, digerir. Es como un alimento nuevo y fuerte que nunca hemos comido, tenemos que irlo saboreando poco a poco para encontrar esas nuevas sensaciones, esa nueva visión de las cosas.
Jesús acababa de decirles  si me conocéis a mi, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto’. Pero costaba entender. A Jesús lo conocían, con El llevaban mucho tiempo, pero les hablaba de Dios, les decía que conociéndole a El conocerían también a Dios; y estaba además esa forma nueva de llamar a Dios, porque Jesús les hablaba del Padre, mientras ellos en su religión judía ni se atrevían a mencionar el nombre de Dios para no profanarlo.
Y ahora Jesús les dice que cómo es esto que después de tanto tiempo que están con El no acaban de conocerle ni de comprender sus palabras. Bien sabemos que necesitarán la presencia y la fuerza del Espíritu para comprenderlo todo, como les diría más tarde Jesús. ‘Cuando venga el Espíritu de la verdad El os lo enseñará todo. Pero ahora siguen con sus dudas y con sus interrogantes interiores que son mucho más que las palabras que puedan balbucir. Por eso Jesús terminará diciéndoles que ‘quien me ha visto a mí ha visto al Padre’.
Parece que le damos vueltas y vueltas a las palabras de Jesús, pero bien necesitamos nosotros rumiarlas muy bien. Porque tenemos que fortalecer nuestra fe. Porque tenemos que sentirnos muy seguros con nuestra fe en Jesús. Porque vamos a encontrar mucha gente que no comprenda estas cosas y nosotros tenemos que iluminar también sus vidas con nuestra presencia, con nuestras obras, con nuestra vida. Porque esa fe que tenemos en Jesús para creer en sus palabras tiene que transformar nuestra vida, tiene que darnos un nuevo sentido de vivir. Y reconozcamos que muchas veces no terminamos de dar ese nuevo sentido de vida a nuestra existencia.
Estamos celebrando hoy a dos apóstoles, Felipe y Santiago el Menor. Poco sabemos de lo que fue su vida a partir de su dispersión por el mundo para anunciar el evangelio, pero sobre todo de Felipe encontramos un par de retazos en el evangelio que podrían ayudarnos. Felipe es llamado directamente por Jesús y pronto se va con El.
Pero es que inmediatamente en esa misma página del evangelio lo contemplamos ya como misionero. Será quien se encuentre a Natanael y le hable de Jesús hasta convencerlo a pesar de sus reticencias para que venga también a conocer a Jesús. Más tarde nos encontraremos que unos gentiles se dirigen a Andrés y Felipe para decirlos que quieren conocer al Maestro y ellos los llevan ante Jesús, podríamos decir que les facilitan el encuentro con Jesús.
¿No tendría que ser algo así nuestra vida? Siempre misioneros, siempre apóstoles, siempre anunciando el nombre de Jesús a pesar de las reticencias que encontremos en nuestro mundo, siempre facilitando a través del testimonio de nuestra vida que otros puedan encontrarse con Jesús.
Vivimos en nuestra Iglesia un estado de misión. Algo que nunca puede faltar, pero que en nuestro tiempo queremos de una manera especial intensificar, pero no solo pensando en países lejanos sino en nuestra periferia particular de aquellos que nos rodean que necesitan de nuestro testimonio para encontrarse con el evangelio, para encontrarse con Jesús. Es la tarea misionera en la que está empeñada nuestra Iglesia en este hoy de nuestra vida y de nuestra historia.
Creemos que ya todo el mundo está convertido al evangelio, pero bien sabemos que no es así. Que en este sentido nuestros tiempos son difíciles, pero que ahí está donde hemos de encender nuestra luz, o mejor, la luz de Jesús que reflejamos con nuestra vida para hacer el anuncio del evangelio al mundo que nos rodea. No cejemos en nuestro empeño misionero.

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