Nacer
del Espíritu, vivir una vida nueva no por la voluntariedad que pongamos, o por
las cosas que queramos hacer, sino porque nos dejemos conducir por el Espíritu
de Dios
Hechos 4, 32-37; Sal 92; Juan 3, 5a. 7b-15
Hoy volví a nacer, decimos cuando nos ha ocurrido algo del que salimos
vivos, como se suele decir, por milagro. Un accidente del que salimos con vida,
algo fortuito, una catástrofe, una epidemia que afecto a la vida de muchas
personas, pero de la que nosotros nos libramos. Tienes que contar que volviste
a nacer, nos dicen, ahora tiene un nuevo cumpleaños, y recordamos la fecha
del acontecimiento, del accidente, de aquello de lo que nos libramos, como
decimos, por milagro.
Pero no se trata de eso de lo que hoy
nos quiere hablar el evangelio. Entramos en un ámbito distinto, porque ya no se
trata de nuestra vida física, aunque luego en nuestra vida tendría en verdad
que reflejarse. Andamos por el ámbito de la fe y de nuestra referencia a Jesús.
Ya desde el principio del evangelio nos
está pidiendo que para creer en El y en la Buena Nueva que nos anuncia hay que
realizar un cambio radical en la vida. Oímos la palabra conversión y no siempre
le damos toda la amplitud que tiene que tener la palabra. Porque de lo que se
trata es que comenzamos a vivir una nueva vida, lo viejo, lo anterior tiene que
morir para nosotros porque lo que ahora tenemos es un nuevo vivir, es un nuevo
sentido, es una nueva vida. Y ahora sí que tendríamos que comenzar a contar
nuevos años.
Es de lo que nos está hablando hoy
Jesús en el evangelio. Había ido de noche a ver a Jesús un magistrado judío y
que era fariseo. En la placidez de la noche hablaron largo y tendido. Aunque es
magistrado, maestro en Israel – lo que llamamos en otros momentos doctores de
la ley – encargado de la enseñanza del pueblo reconoce que en Jesús hay algo
especial porque si Dios no está con El no puede hacer las obras que El realiza.
Será el único que en el Sanedrín defenderá a Jesús, oponiéndose a un juicio sumarísimo
y sin escucharle, y será el que finalmente colaborará con José de Aritmatea en la
sepultura de Jesús. Lo que Nicodemo está reconociendo es algo fundamental que
si lo hubieran aceptado no hubieran llegado a perseguir a Jesús como lo
hicieron.
Y es a Nicodemo a quien habla Jesús de
nacer de nuevo. Algo que no entiende y pregunta. ‘¿Cómo tu siendo maestro en
Israel no entiendes esto?’ le dice Jesús. Y habla Jesús del nacimiento por
el Espíritu. Por algo diría ya Juan casi al principio de su Evangelio que los
que creen en Jesús serán hijos de Dios, pero no por nacimiento carnal, sino por
obra del Espíritu.
Creo que estas palabras de Jesús a
Nicodemo tendrían que llevarnos a amplias y profundas reflexiones; algo que
hemos de asumir y creer desde lo más hondo de nosotros mismos porque comprendiéndolo,
intentándolo comprender, podríamos comenzar a dejarnos conducir de verdad por
la acción del Espíritu divino en nosotros. Ser cristiano, creer en Jesús no es
cuestión de doctrinas o de cosas que nos aprendamos de memoria; no porque nos
sepamos el credo de memoria o nos hayamos aprendido el catecismo ya decimos que
somos cristianos. Es una cuestión de vida, de una vida nueva en que
verdaderamente nos sintamos transformados.
Decimos tantas veces, es que no
podemos, es que nos cuesta, es que son cosas que nos superan, pero nos
olvidamos de la acción del Espíritu de Dios en nosotros. Es nacer del Espíritu,
es comenzar a una vida nueva no por la voluntariedad que nosotros pongamos, por
las cosas que nosotros queramos hacer, sino porque nos dejemos conducir por el
Espíritu de Dios. Si lo hiciéramos, como se suele decir, otro gallo nos
cantaría, otra vida estaríamos viviendo en la autenticidad del verdadero
discípulo de Jesús, del verdadero cristiano.
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