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jueves, 2 de mayo de 2019

Busquemos por el camino de la fe encontrarnos con la sabiduría verdadera, la verdad del hombre y de la vida, la verdad del mundo que vivimos y la verdad de todo ser

Busquemos por el camino de la fe encontrarnos con la sabiduría verdadera, la verdad del hombre y de la vida, la verdad del mundo que vivimos y la verdad de todo ser

Hechos 5,27-33; Sal 33; Juan 3, 31-36
‘El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea en el Hijo no poseerá la vida…’ nos dice el evangelio hoy. Creer. Poseer la vida eterna. Un misterio. Maravilloso misterio aunque tantas veces nos cueste comprender. Un misterio de fe. ¿Por qué no todos creen? Es un don de Dios. Es algo sobrenatural. Nos supera. No es algo que tengamos por nosotros mismos. Pero es algo que hemos de desear.
Quien no se abre a lo espiritual, a la trascendencia no se está abriendo a la fe, se está cerrando a ese don de Dios. Nos cuesta creer. No siempre es fácil. Tenemos que vaciarnos de nosotros mismos y eso cuesta, porque tenemos nuestro orgullo, porque tenemos nuestro amor propio, porque buscamos las pruebas que nos convenzan. Pero creer no es cosa solo de pruebas, tiene que ser algo de poner mucha confianza para abrirnos al misterio. Sí, abrirnos al misterio porque todo lo que hace referencia a Dios nos trasciende, nos supera, va mucho más allá de nuestros razonamientos, y queremos tener razonamientos, pruebas y no queremos salir de nosotros mismos.
Es algo que nos toca al corazón, pero que no son solo sentimientos. Es una luz que nos llega y que nos envuelve. Pero no podemos poner cortinas que impidan la entrada de esa luz. Y las cortinas están en nuestro yo, en nuestro orgullo, en nuestra autosuficiencia, en nuestro amor propio.
Tenemos que dejarnos cautivar; tenemos que dejarnos conducir; tenemos que coger sin miedo esa mano que se nos tiende para ponernos en camino aunque nos parezca que vamos a lo desconocido, pero en la medida que avancemos sentiremos satisfacciones hondas que de ninguna otra manera podemos obtener, nos sentiremos como levantándoos en volandas hacia algo más alto, hacia algo más grande, hacia algo que nos llena de plenitud interior.
Es que con esa luz lo veremos todote una manera distinta, que no es irreal, que es muy vivo, que nos hace sentir un gozo hondo que no podremos encontrar en otro sitio. Es encontrarnos con la sabiduría verdadera, la verdad del hombre y la verdad de la vida, la verdad del mundo que vivimos y la verdad de toda la creación. Nos sentiremos libres de verdad porque nos encontraremos con la verdad de nuestra vida.
Sin embargo tantas veces en la vida preferimos nuestras dudas, nuestras oscuridades, nuestras cegueras y tinieblas. Nos lo queremos saber todo por nosotros mismos de manera que ni siquiera escuchamos nuestro interior; nos dejamos llevar por impulsos, por pasiones, por apetitos de cosas que nos satisfagan momentáneamente que rehusamos la felicidad que nos puede dar plenitud. Queremos vivir la vida a nuestra manera de forma que no admitimos que haya algo superior. Nos estamos como cortando las alas y no podremos volar, no podremos levantarnos de los apegos terrenos para descubrir lo espiritual que nos eleve.
Despertemos la fe que tenemos dormida. Busquemos aquello que nos eleve de verdad. Vayamos a la búsqueda de lo que nos da plenitud y eso solo podemos encontrar en Dios. Acerquémonos a Jesús y veamos que es el camino que nos lleva a Dios, el camino que nos hace encontrarnos con el Dios que es un Padre que nos ama.

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