Busquemos
por el camino de la fe encontrarnos con la sabiduría verdadera, la verdad del
hombre y de la vida, la verdad del mundo que vivimos y la verdad de todo ser
Hechos 5,27-33; Sal 33; Juan 3, 31-36
‘El que cree en el Hijo posee la
vida eterna; el que no crea en el Hijo no poseerá la vida…’ nos dice el evangelio hoy. Creer. Poseer la vida
eterna. Un misterio. Maravilloso misterio aunque tantas veces nos cueste
comprender. Un misterio de fe. ¿Por qué no todos creen? Es un don de Dios. Es
algo sobrenatural. Nos supera. No es algo que tengamos por nosotros mismos.
Pero es algo que hemos de desear.
Quien no se abre a lo espiritual, a la
trascendencia no se está abriendo a la fe, se está cerrando a ese don de Dios.
Nos cuesta creer. No siempre es fácil. Tenemos que vaciarnos de nosotros mismos
y eso cuesta, porque tenemos nuestro orgullo, porque tenemos nuestro amor
propio, porque buscamos las pruebas que nos convenzan. Pero creer no es cosa
solo de pruebas, tiene que ser algo de poner mucha confianza para abrirnos al
misterio. Sí, abrirnos al misterio porque todo lo que hace referencia a Dios
nos trasciende, nos supera, va mucho más allá de nuestros razonamientos, y
queremos tener razonamientos, pruebas y no queremos salir de nosotros mismos.
Es algo que nos toca al corazón, pero
que no son solo sentimientos. Es una luz que nos llega y que nos envuelve. Pero
no podemos poner cortinas que impidan la entrada de esa luz. Y las cortinas
están en nuestro yo, en nuestro orgullo, en nuestra autosuficiencia, en nuestro
amor propio.
Tenemos que dejarnos cautivar; tenemos
que dejarnos conducir; tenemos que coger sin miedo esa mano que se nos tiende
para ponernos en camino aunque nos parezca que vamos a lo desconocido, pero en
la medida que avancemos sentiremos satisfacciones hondas que de ninguna otra
manera podemos obtener, nos sentiremos como levantándoos en volandas hacia algo
más alto, hacia algo más grande, hacia algo que nos llena de plenitud interior.
Es que con esa luz lo veremos todote
una manera distinta, que no es irreal, que es muy vivo, que nos hace sentir un
gozo hondo que no podremos encontrar en otro sitio. Es encontrarnos con la
sabiduría verdadera, la verdad del hombre y la verdad de la vida, la verdad del
mundo que vivimos y la verdad de toda la creación. Nos sentiremos libres de
verdad porque nos encontraremos con la verdad de nuestra vida.
Sin embargo tantas veces en la vida
preferimos nuestras dudas, nuestras oscuridades, nuestras cegueras y tinieblas.
Nos lo queremos saber todo por nosotros mismos de manera que ni siquiera
escuchamos nuestro interior; nos dejamos llevar por impulsos, por pasiones, por
apetitos de cosas que nos satisfagan momentáneamente que rehusamos la felicidad
que nos puede dar plenitud. Queremos vivir la vida a nuestra manera de forma
que no admitimos que haya algo superior. Nos estamos como cortando las alas y
no podremos volar, no podremos levantarnos de los apegos terrenos para
descubrir lo espiritual que nos eleve.
Despertemos la fe que tenemos dormida.
Busquemos aquello que nos eleve de verdad. Vayamos a la búsqueda de lo que nos
da plenitud y eso solo podemos encontrar en Dios. Acerquémonos a Jesús y veamos
que es el camino que nos lleva a Dios, el camino que nos hace encontrarnos con
el Dios que es un Padre que nos ama.
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