Despiertos,
vigilantes, atentos son actitudes que se han de traducir en nuestras posturas,
en nuestras acciones, en nuestra manera de vivir también nuestra fe
Apocalipsis 22,1-7; Sal 94; Lucas 21,34-36
‘Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza
para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del
hombre’. Así Escuchamos
en el evangelio de este ultimo día del año litúrgico, aunque mañana el
evangelio nos volverá a repetir el mismo mensaje.
¿Qué significa estar
despierto? Físicamente podemos estar despiertos del sueño con los ojos bien
abiertos, pero sin embargo no estar atentos, no estar vigilantes, porque
nuestra mente o está dormida o está entretenida en otras cosas que no nos
permiten prestar atención a lo verdaderamente importante. Cuántas veces estamos
en una conversación entre amigos, pero de repente nos damos cuenta que nosotros
mismos o uno de los que están en la conversación parece que no se entera, está
allí pero no está, no nos sigue, está distraído, no se entera de lo que estamos
hablando.
Cuántas veces vamos así por
la vida. Y no es solo que estemos distraídos cuando estamos con los demás
porque nuestra mente está en otra parte, porque quizá andamos con nuestras
preocupaciones y problemas que nos agobian y no sabemos como salir adelante,
sino que son también las actitudes que podemos tener en que cerramos los ojos,
y no los de la cara, para no ver ni enterarnos de lo que sucede a nuestro
alrededor. Podemos muchas veces aislarnos, meternos en nuestro mundo,
encerrarnos en nosotros mismos y no dejar que llegue ninguna luz a nuestro
interior.
Quizá no nos gusta ni nos
agrada la situación de nuestro mundo, la solución que se da habitualmente a los
problemas pero eso no ha de llevarnos a ponernos en distancia como si eso no nos
afectara ni nos tocara a nosotros. El aislamiento lo podemos tener también
buscando otros sucedáneos, cosas artificiales que nos creamos o cosas de las
que nos valemos para olvidar porque no queremos complicarnos la vida.
Muchos quieren vivir la
vida a su aire, y se dejan llevar por todas aquellas complacencias que les
pueden dar una felicidad artificial y que entonces creyéndose felices en lo que
viven en su superficialidad les lleve a no pensar en esas otras cosas
importantes de la vida que quizá muchos están sufriendo a su alrededor. Se han
creado un mundo artificial en el que solo buscan su propio placer, que no es
precisamente felicidad. Pensemos de cuantas cosas nos valemos – alcohol, droga,
sexo, sensualidades de todo tipo… que solo satisfacen los sentidos – para
buscar ese aislamiento, ese andar así como dormidos para los problemas
verdaderos de la vida.
Hoy Jesús nos invita a
despertar, porque aunque arduos sean los problemas y oscuro nos parezca el
mundo en que vivimos del que nos queremos escaquear, el Señor viene a nosotros,
se hace presente en nuestra vida y en medio de ese mundo concreto porque El
quiere ser esa verdadera Luz, esa verdadera salvación para nosotros y para
nuestro mundo. Nos invita a despertar para que no nos dejemos aturdir por
cuanto pueda suceder a nuestro alrededor y estemos atentos a su presencia.
‘Viene el Hijo del Hombre’, nos dice, llega el Señor a nuestra vida y es
quien verdaderamente nos renovará y renovará nuestro mundo. Hemos de estar
atentos a las señales de su llegada a nosotros.
‘No se os embote la
mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de
repente aquel día’, nos
dice. Despiertos, vigilantes, atentos son actitudes que se han de traducir en
nuestras posturas, en nuestras acciones, en nuestra manera de vivir también
nuestra fe. Es una atención y vigilancia para escucharle, para escuchar allá en
lo hondo de nuestro corazón su palabra; atentos, vigilantes para descubrir y
sentir su gracia por eso los ojos de nuestro espíritu han de estar abiertos
para Dios; eso significa también un espíritu de oración para entrar en esa sintonía
de Dios. Muchas mas cosas podríamos pensar en como hemos de expresar esa
vigilancia, ese estar despiertos.
Dejemos que el Señor nos
hable al corazón y a cada uno nos vaya señalando lo que nos pide. Con
sinceridad pongámonos ante Dios.
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