Llenemos nuestro corazón de la alegría del Espíritu
venciendo toda tristeza y dejémonos inundar por su amor para llenar de la alegría
de Dios a nuestro mundo
Hechos 18, 1-8; Sal 97; Juan 16,16-20
Las palabras de Jesús que venimos escuchando en el evangelio en estos últimos
días de pascua se corresponden a aquella larga conversación de sobremesa tras
la cena pascual. Palabras en las que se hace presentir lo que inmediatamente ha
de suceder, aunque ya Jesús lo había anunciado una y otra vez; palabras que
suenan a despedida; pero palabras con las ultimas recomendaciones del Señor en
la que nos manifiesta una vez más lo que ha de ser el distintivo de los que le
siguen y le aman; palabras, como hemos venido diciendo, en la que Jesús derrama
su corazón sobre ellos con toda su ternura por lo que terminará orando al Padre
por ellos, como escucharemos en días sucesivos.
Las palabras que hoy le escuchamos tienen la connotación de lo que
inmediatamente va a suceder, su pasión, pero también tienen el sentido profético
de hablarnos de cómo nos vamos a sentir nosotros también a lo largo de los
tiempos que no serán fáciles para la Iglesia ni para los que seguimos a Jesús.
‘Dentro de poco ya no me
veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver’, es una referencia clara a su próxima pasión
y muerte y a su resurrección. Ellos escandalizados por todos aquellos
acontecimientos se van a dispersar y a dejar solo a Jesús. Solo algunas mujeres
con María y el discípulo amado van a llegar hasta el Calvario. Será una
experiencia dura que les llenará de tristeza y de sentido de fracaso por lo que
terminaran refugiándose en el cenáculo con las puertas cerradas por miedo a que
a ellos les pueda suceder igual. Los sumos sacerdotes, los fariseos y todos los
enemigos de Jesús se alegrarán porque les parece una derrota de Jesús. Pero
ellos volverán a verle resucitado y su tristeza se transformará en gozo, un
gozo que ya nadie les podrá quitar y que luego con la fuerza del Espíritu Irán
proclamando esa buena nueva por todo el mundo.
Pero es el camino que
seguirá viviendo la Iglesia a través de los tiempos. Habrá momentos duros y
difíciles; bien conocemos las persecuciones de todos los tiempos que nos ha
dado tantos mártires, tantos testigos de la fe que fueron semilla de nuevos
cristianos. Pero no serán solo los que derramaron o derramarán su sangre, sino
es la entrega día a día de quienes creemos en Jesús también en momentos
difíciles, momentos que se nos pueden volver oscuros, en que se siembra la duda
en nuestros corazones, en que nos podemos sentir igualmente fracasados, donde
contemplamos esa sangría de tantos que abandonan y se olvidan de su fe.
Momentos de crisis para la
Iglesia como los ha habido en todos los tiempos y sigue habiendo ahora por unas
razones o por otras. Momentos en que nos parece que nos sentimos solos y no nos
parece sentir la presencia de Jesús con nosotros y flaqueamos porque no
captamos la fuerza de Espíritu que está con nosotros. Algunas veces igualmente
podemos sentirnos tristes, pero no tenemos motivos, porque sabemos bien que el
resucitado ha vencido a la muerte, y que con la fuerza de su Espíritu nosotros
podemos vencer también. Con nosotros está el Señor.
Estamos en el tiempo de la
Ascensión, no solo porque hoy se cumplen los cuarenta días de la resurrección y
el próximo domingo celebraremos su solemnidad, sino porque estamos en el tiempo
de la Iglesia; sí, el tiempo en que viviendo en Iglesia seguimos sintiendo la
presencia de Jesús con nosotros, aunque tengamos dudas, no lo veamos con los
ojos de la cara como nos gustaría hacerlo, y podamos pasar por numerosas
crisis. Es el tiempo de abrirnos al Espíritu para abrirnos así a la presencia
del Señor que siempre está con nosotros como precisamente en ese día de la
Ascensión nos prometió.
Superemos las tristezas,
que tienen que estar reñidas con lo que es la vida de un autentico creyente en
Jesús; llenemos nuestro corazón de la alegría del Espíritu y dejémonos inundar
por su amor; con amor en nuestro corazón la tristeza no nos vencerá sin que
llenaremos de la alegría de Dios a nuestro mundo.
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