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martes, 28 de noviembre de 2017

Confianzas y desconfianzas envuelven nuestra vida pero nunca nos ha de faltar la esperanza que nos ayude a tener criterios claros y a no perder la paz

Confianzas y desconfianzas envuelven nuestra vida pero nunca nos ha de faltar la esperanza que nos ayude a tener criterios claros y a no perder la paz

Daniel 2,31-45; Salmo: Dn 3,57.58.59.60.61; Lucas 21,5-11

‘Cuidado con que nadie os engañe’, nos previene Jesús. En ocasiones somos un tanto desconfiados ante lo que nos puedan decir, ante la interpretación que se hace de lo que sucede, pero también en algunas cosas nos confiamos demasiado porque quizá no analizamos lo suficiente las cosas, lo que nos dicen, o porque simplemente nos fiamos de la autoridad de los que nos hablan.
No hay que ser desconfiado, pero sí hemos de saber analizar bien lo que nos dicen para tener nuestro propio criterio; algunas veces quizá callamos lo que pensamos en nuestro interior por ciertos recelos o respetos que tengamos con los que hablamos, o también por falta de un criterio claro y creo que tendríamos que ser valientes para expresar nuestra opinión aunque nos pueda parecer dispar con lo que la gente de nuestro alrededor comúnmente piensa.
Valga este breve comentario que nos sirva para reflexionar para el día a día de nuestra vida y eso nos impulse a ser más reflexivos, a formar nuestros propios criterios, a ser valientes y al mismo tiempo respetuosos en el diálogo que mantengamos con los demás; sabemos que nos encontraremos quienes quieran imponernos sus ideas o sus criterios y nosotros también podamos tener la misma tentación y en nuestro diálogo no llegamos a escucharnos lo suficiente.
¿Por qué nos dice Jesús esto de que tengamos cuidado con que nadie nos engañe? En el texto del evangelio parte primero de una ponderación que se hace de toda aquella belleza del templo de Jerusalén que estaban contemplando, quizá bajando por el monte de los Olivos desde donde se puede admirar la belleza de la ciudad de Jerusalén con el templo en primer termino. Jesús les anuncia que todo aquello un día será destruido no quedando piedra sobre piedra. Quizá el evangelista cuando nos cuenta este episodio ya ha contemplado lo que fue la destrucción de Jerusalén cuarenta años más tarde aproximadamente por parte de los romanos.
Pero en el texto se entremezclan otras cosas que Jesús nos anuncia del final de los tiempos. Escucharemos en estos días diversos textos en este sentido. Jesús quiere que vivamos los acontecimientos de la historia, que no son siempre fáciles, sin perder la paz del corazón de la misma forma que tenemos que enfrentarnos así con esperanza al final de nuestros días. Habrá momentos de gran confusión ante las cosas que se suceden y las interpretaciones demasiado en sentido catastrófico que muchas veces nos hacemos. A veces parece que hay quien quiera meternos miedos en el cuerpo, como se suele decir.
Más de una vez en los años de nuestra vida habremos escuchado también cosas parecidas, anuncios e interpretaciones de castigos en las catástrofes que se producen en la propia naturaleza, en mas de una ocasión habremos oído hablar de visiones y de apariciones sin ningún sentido que nos pueden producir confusión. Los mismos enfrentamientos humanos entre pueblos que producen las guerras son también momentos duros y de confusión. Y hemos de saber afrontar todas esas cosas, no perder la serenidad ni la confianza, mantener la esperanza, buscar siempre caminos de paz.
Jesús nos está diciendo que no nos dejemos confundir. Nosotros vivimos siempre con una esperanza porque ponemos nuestra confianza en el Señor que está a nuestro lado y es nuestra fuerza y nuestra vida. Es el Padre bueno que nos ama y de mil maneras, aun en esos momentos difíciles y de horror, siempre nos hará sentir su presencia y su amor.

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