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viernes, 1 de diciembre de 2017

Saber leer lo que la vida misma nos enseña es una gran sabiduría y aprender lecciones de cuanto nos sucede nos hace verdaderamente más sabios porque nos hace también más humanos

Saber leer lo que la vida misma nos enseña es una gran sabiduría y aprender lecciones de cuanto nos sucede nos hace verdaderamente más sabios porque nos hace también más humanos

Daniel 7,2-14; Sal.: Dn 3,75.76.77.78.79.80.81; Lucas 21,29-33

Saber leer lo que la vida misma nos enseña es una gran sabiduría; aprender lecciones de cuanto nos sucede nos hace verdaderamente más sabios. Sin embargo muchas veces vamos ciegos por la vida, absortos en el día a día, muy preocupados por lo inmediato, atentos quizá solo en resolver los problemas del momento que no sabemos sacar lecciones de cuanto nos va pasando o de lo que vemos que le sucede a los demás. Se suele decir que no escarmentamos en cabeza ajena, pero es que muchas veces ni en lo que cae sobre nuestra cabeza sabemos aprender, sacar lecciones.
Hay quien lo hace, quien sabe hacerlo, y se hace reflexivo, y a aprende a limar asperezas de su vida y se previene ante cuanto pueda suceder, y de lo que le va sucediendo va sacando lecciones para en otras ocasiones tomar decisiones más acertadas, para evitar que vuelva a suceder lo mismo, va madurando porque va adquiriendo una hermosa sabiduría. Ya se dice que el hombre es el animal que tropieza dos veces en la misma piedra, y es por eso porque muchas veces somos irreflexivos cuanto tenemos una inteligencia que nos pudiera ayudar.
El hombre creyente no solo reconoce que esa inteligencia es un don de Dios, que le ha creado a su imagen y semejanza, como nos dice la primera página de la Biblia, sino que es providente porque descubre también el actuar de Dios a través de esos hechos y acontecimientos. No quiere Dios lo malo para el hombre cuando nos ha creado para ponernos en un paraíso, es la imagen también de la Biblia, pero quiere que de eso que nos sucede, también lo malo, los problemas o los contratiempos aprendamos, descubramos los caminos de Dios, caminos que nos llevan a Dios, pero caminos también para la felicidad del propio hombre.
Hoy nos dice Jesús en el evangelio que sabemos leer algunos signos de la naturaleza pero sin embargo  no sabemos leer los verdaderos signos de los tiempos, en los acontecimientos que nos suceden. Interpretamos las palabras de Jesús como si fuera exclusivamente una referencia a los últimos tiempos, pero creo que Jesús quiere hacer referencia a los tiempos que vivimos en cada momento.
Algunos, es cierto, leen de una forma excesivamente negativa las catástrofes que se suceden en nuestro mundo viendo un castigo apocalíptico de Dios a causa de la maldad de los hombres, pero no saben quizá descubrir la llamada que Dios nos está haciendo para que aprendamos a tener actitudes nuevas que nos lleven a una verdadera paz y a una solidaridad autentica en nuestras relaciones humanas.
Se suceden, es cierto, muchas cosas que hacen sufrir a los hombres, pero busquemos la raíz en el propio mal que hay en nuestro corazón, en tantos que hacen daño, que no cuidan la vida y la naturaleza, que actuan de una forma egoísta e insolidaria pensando solo en si mismos;  y tenemos que descubrir que otras tienen que ser las actitudes y posturas, otra la forma de actuar en ese mundo en que vivimos para no destruirlo, pero también para que cuando surgen esas rupturas de la naturaleza sepamos estar allí con corazón solidario para evitar sufrimientos, para resolver problemas, para poner una nueva esperanza en cuantos sufren porque con nuestras acciones y actitudes hagamos que nuestro mundo sea un poquito mejor. Son las semillitas que siempre tenemos que estar dispuestos a sembrar.

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