El encuentro con la persona es un entrar en otra esfera o dimensión llegando a captar el misterio de la persona, descubriendo su grandeza que nos enriquece a nosotros también
Jonás 3, 1-10; Sal 129; Lucas 10, 38-42
‘Ya hablaremos en otro momento, ahora tengo prisa, tengo tantas
cosas que hacer…’ Es la conversación escueta y hasta cortante que muchas
veces sostenemos cuando nos encontramos a alguien por la calle. Nos sucede en
cuanto somos nosotros los que queremos saludar a la otra persona que tiene
tanta prisa, o porque nosotros actuamos así también en más de una ocasión.
Las prisas de la vida, los quehaceres que no se pueden dejar para otro
momento, un escudarse quizás en responsabilidades que tenemos y que nos ocupan
todo el tiempo, pero no tenemos tiempo para algo importante, para el encuentro,
para la relación de amistad, para interesarnos por los demás, para mantener
vivo el calor del amor y la amistad.
No es que tengamos que desentendernos de las cosas que son nuestra
responsabilidad, sino es saber hacer una buena escala de valores donde
mantengamos nuestra humanidad por encima de todo, donde cuidemos que no nos
convirtamos en unos autómatas que mecánicamente tienen que realizar una seria
de actividades y que parece que eso fuera lo único importante.
Tenemos que aprender a valorar la relación, el cultivo de la amistad,
el hacer que en verdad seamos humanos los unos con los otros. El mundo y la
vida no es una máquina que ponemos a funcionar y que automáticamente van
saliendo las cosas. Muchas veces nos faltan esas relaciones humanas, que le darían
un calor y un color distinto a la vida.
No juzgamos ni criticamos a quienes cumplen con sus responsabilidades;
es importante que seamos responsables, que sintamos toda la hondura de la
responsabilidad, porque muchas veces también nos puede faltar. Simplemente
hemos de descubrir la humanidad que hemos de darle a la vida cuidando nuestras
relaciones, nuestro trato con los demás. Y cuando le damos importancia a las
cosas, o mejor, a las personas más que a las cosas, sabremos tener tiempo,
sabremos encontrar tiempo, porque además en el fondo estaremos deseando ese
encuentro.
El encuentro con la persona supone un entrar en otra esfera o en otro dimensión
cuando llegamos a captar el misterio de la persona, porque descubriremos sus
valores, su grandeza; y en el encuentro aprendemos, en el encuentro nos
enriquecemos, en el encuentro cuando es de verdad de corazón seguro que nos
llevaremos mucho más de lo que ofrecemos.
Algo de todo esto podemos descubrir en el evangelio que hoy nos
propone la liturgia. Jesús que al llegar a una aldea es recibido en la casa de
unas hermanas; por los textos paralelos de los otro evangelistas sabemos que se
está refiriendo a Betania, allí en las cercanías de Jerusalén en el camino que
sube desde Jericó a la ciudad santa y que hacían los peregrinos que viniendo de
Galilea bajaban por el valle del Jordán para subir desde Jericó hasta
Jerusalén.
Allí es recibido por Marta y por María, las dos hermanas. Y mientras
Marta seguía en las ocupaciones de la casa – había tanto que hacer, porque además
habían de presentarle los signos de la hospitalidad en el agua y la comida que
se preparaba – María se quedó a los pies de Jesús escuchándole. Para María lo
importante era estar con su huésped, escucharle, sentir el gozo de su
presencia, ofrecerle la hospitalidad de su corazón.
Ya conocemos por el texto del evangelio las quejas de Marta y la
respuesta de Jesús. Jesús tampoco juzga ni condena, pero si nos hacer qué es lo
importante cuando María ha escogido estar con Jesús para escucharle.
Esto nos daría pie para muchas consecuencias en las actitudes de
nuestra vida. Como hemos venido reflexionando, el tiempo para el encuentro
personal, para el diálogo, para la escucha del otro. Y eso tiene que ser pauta
en muchas actitudes, posturas y acciones que realizamos en la vida. Queremos
desde nuestro amor ir a ayudar al otro y ofrecemos todo tipo de asistencia,
pero ¿habremos sido capaces de detenernos a hablar con él, escucharle,
interesarnos de verdad por lo que al otro le preocupa? Mucho nos daría que
pensar. Una forma nueva de acercarnos al otro quizás podríamos descubrir.
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