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viernes, 13 de octubre de 2017

Sepamos descubrir de verdad las obras de Dios en nuestra vida y como también se van manifestando en tantas cosas en nuestro mundo dejándonos inundar por el amor de Dios

Sepamos descubrir de verdad las obras de Dios en nuestra vida y como también se van manifestando en tantas cosas en nuestro mundo dejándonos inundar por el amor de Dios

Joel 1,13-15; 2,1-2; Sal 9; Lucas 11,15-26

La desconfianza es destructiva. Siembra semillas de desconfianza en una relación y aunque esa relación sea fuerte y esté bien fundamentada va corroyendo esos cimientos y si no ponemos remedio puede terminar destruyendo esa relación. Lo experimentamos en nuestras relaciones de amistad que se ponen en peligro cuando van apareciendo esas faltas de confianza.
Muchos en su maldad se convierten en sembradores de desconfianza en medio de la sociedad para sutilmente ir creando animadversión entre los miembros de la comunidad que llevará a un alejamiento progresivo de unos y otros que pueden terminar en enfrentamientos, resentimientos, mirada con malos ojos todo lo que pueda hacer el otro, irá poniendo malicia en nosotros porque por descontado comenzamos a sospechar de la malicia de los demás y hasta el odio al contrario.
Es algo que tenemos que remediar, arrancar de nosotros en cuanto aparezca, porque al fin terminará destruyéndonos a nosotros mismos desde nuestro propio interior. Es una mala semilla contra la que tenemos que inmunizarnos poniendo autentico amor en nuestra vida que nos haga sencillos y humildes y capaces siempre de valorar todo lo que bueno que podamos ver en los demás. Es eso bueno lo que tenemos que amar en el otro y lo que tiene que estimularnos a nuestro propio crecimiento, lo contrario seria anularnos a nosotros mismos.
Eso que nos pasa en el ámbito de nuestras relaciones sociales, de nuestro trato y convivencia con los demás, es algo que tenemos que cuidar mucho en el ámbito de la fe. En fin de cuentas la fe es confianza, es saber confiar y fiarnos, en este caso nos fiamos de Dios aunque no seamos capaces siempre de abarcar todo su misterio, es saber reconocer todo lo bueno que nos viene de Dios, porque Dios es amor y lo que quiere es inundarnos de su amor, porque siempre Dios querrá el bien del hombre, nuestra felicidad.
Con esa confianza escuchamos su Palabra para dejarnos inundar de su Espíritu. Muchas veces no llegamos a comprender todo el misterio que se  nos revela, y también como María nos ponemos a rumiar en nuestro interior, pero hemos de saber dejarnos conducir por el Señor que va poniendo a nuestro lado profetas que con sus palabras o sus gestos nos ayuden a descifrar, por así decirlo, ese misterio de amor que se nos revela. Siempre en esa revelación de Dios se nos está manifestando su amor.
Pero de tener cuidado con quienes pretenden confundirnos. Nos los vamos a encontrar a cada paso. No podemos dejarnos apabullar por sus insinuaciones, por su malicia, por esas desconfianzas que quieren ir sembrando en nosotros.
En la época de Jesús se nos habla de aquellos que querían interpretar las obras de Jesús como obras instigadas por el maligno. Se necesita estar muy atentos para que nosotros no caigamos en las confusiones en que nos quieren hacer tropezar cuando quieren crearnos también desconfianzas en el ámbito de nuestra fe.
Nos hablaran de mitos o de incultura o falta de racionalismo, nos querrán hacer creer que sus verdades o sus palabras son absolutos que nosotros tenemos que aceptar así por que si, querrán materializar nuestra vida alejándonos de una autentica espiritualidad, querrán confundirnos con razonamientos falaces… muchos cosas que pretenden hacernos desconfiar, crear confusión en nuestra vida.
Pero nosotros queremos siempre fiarnos de Dios, confiar en El porque solamente en El podremos alcanzar la plenitud de nuestra vida. Sepamos descubrir de verdad las obras de Dios en nuestra vida y como también se van manifestando en tantas cosas en nuestro mundo. Sintámonos siempre inundados del amor de Dios y nada nos podrá hacer entrar en esa desconfianza y confusión. No dejemos que esas malicias ennegrezcan nuestro corazón y nuestra relación con Dios como tampoco pueden malear nuestras relaciones con los demás. La verdad de Dios es la que  no conduce a la verdadera libertad.

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